Candidato del PT en Brasil crece

Tanto en lo que respecta a los números inmediatos como en la proyección de votos. Haddad avanzó en todos los sondeos ubicándose detrás del militar retirado (ma non troppo) Jair Bolsonaro, primero con entre el 26 y 28 por ciento de respaldo.

La agencia Ibope mostró que el petista saltó del 9 al 19 por ciento en los primeros días como candidato mientras Datafolha indicó un avance del 9 al 16 por ciento en el mismo lapso. Esta última empresa de medición de opinión pública detectó un dato cualitativo preocupante para el cuartel general bolsonarista: el 33 por ciento respondió que votará sin dudarlo a quien sea patrocinado por Lula y 16 por ciento dijo que posiblemente opte por el heredero del político preso en Curitiba.

En otras palabras: Haddad tiene alrededor del 19 por ciento de apoyo actual y puede trepar al 49. Claro que para alcanzar ese guarismo tendrá que recorrer el país contra reloj. Ocurre que el ex intendente petista de San Pablo necesita tornarse más conocido entre los 147 millones de ciudadanos habilitados para sufragar en la primera vuelta que se realizará dentro de 14 días, o en el posible balotaje del 28 de octubre.

Es una tarea que requiere de una campaña redoblada pero es una meta factible dado que Lula ya le transfirió millones de votos a Dilma Rousseff en las presidenciales de 2010 y 2014, y al propio Haddad en los comicios paulistas de 2012.

El ex mandatario fue impugnado por el Tribunal Superior Electoral a principios de septiembre, cuando su popularidad rozaba el 40 por ciento duplicando la de Bolsonaro. En esos días el comandante del Ejército, general Eduardo Villas Boas, concedió una larga entrevista de corte político al diario Estado de Sao Paulo para poner en conocimiento de la opinión pública, y también de los jueces, que los militares no aceptarían una victoria de Lula.

Ese pronunciamiento fue el segundo microgolpe del jefe castrense, después de que en abril hubiera recomendado al Supremo Tribunal Federal rechazar un hábeas corpus al jefe petista que pocos días más tarde sería encerrado en la Superintendencia de la Policía Federal curitibana. Estas conjuras en baja escala ocurrieron antes y después del derrocamiento de Rousseff en agosto de 2016. Son movimientos colaterales más o menos visibles para el gran público.

Después de la deposición de la expresidenta estas operaciones intentaron inviabilizar el retorno de Lula y estuvieron a cargo principalmente de jueces y fiscales. Como la prisión en Curitiba no logró sepultarlo políticamente ni acabarlo electoralmente vinieron otras maniobras para impedirle hacer campaña.

En la fase actual de esa guerra de baja intensidad el blanco es Fernando Haddad.

En la entrevista citada arriba el general en actividad Villas Boas también expresó, entrelíneas, su veto al recién lanzado candidato petista. Posteriormente el general en retiro Hamilton Mourao, dueño de un estilo algo brutal, ajeno al lenguaje elíptico, defendió un “autogolpe” y la formación a dedo una comisión redactora de una nueva Constitución sin la participación de la ciudadanía. Vale decir, amenazó con derrocar a las autoridades civiles e instaurar un nuevo régimen post-democrático con otra Carta Magna.

Mourao, que también alentó el envío de tropas brasileñas a Venezuela, es el candidato a vicepresidente de la fórmula encabezada por Bolsonaro que ayer cumplió su décimo sexto día internado en el Hospital Albert Einstein de San Pablo, donde la semana pasada fue operado por segunda vez de urgencia debido a las heridas sufridas al ser apuñalado durante un acto de campaña.

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