Miquel Pellicer: “El periodismo ha cometido pecados que han minado su credibilidad”

ENTREVISTA a Miquel Pellicer Alapont, periodista y antropólogo. Autor de ‘La comunicación en la era Trump’ (UOC, 2017). Actualmente, es director de Estrategia y Comunicación del Grupo Lavinia.

-Miquel, ¿Cómo ha cambiado el papel de los medios de comunicación en los últimos años?

-Venimos de tiempos en los que los medios se han visto sacudidos por crisis en su modelo de negocio, crisis de legitimidad y crisis de credibilidad. Esta triple crisis ha afectado enormemente el tipo de medios resultantes que han visto como el nivel de independencia quedaba tocado. No obstante, han sido malos tiempos para los medios de comunicación pero no para el periodismo. Ante la dificultad, los periodistas han dado respuestas muy interesantes, creando nuevos proyectos y alzando el nivel con propuestas que vienen a reforzar la independencia, la credibilidad y las buenas prácticas. Han sido año en los que se han desarrollado proyectos relacionados con el big data, el fact-checking, el ámbito audiovisual y en los que el fenómeno dle directo ha sido más presente que nunca.

La irrupción de fenómenos como el Brexit o Donald Trump ha puesto a prueba la fortaleza de los medios de comunicación tras la crisis y aún estamos en un periodo de reconversión, de camino hacia nuevos horizontes para explorar. Ya nunca recuperaremos el periodismo como lo vimos hace unas décadas, teniendo en cuenta que no podemos idealizar el periodismo del siglo XX ni podemos desprestigiar el periodismo que estamos construyendo en el siglo XXI.

-¿Por qué desconfiamos cada vez más de ellos? ¿Es justo hacerlo? 

-Sin fustigarse, hay que reconocer que el periodismo ha cometido unos ‘pecados’ que han minado su credibilidad y que han cuestionado su papel de relevancia en la sociedad actual. Entre estos pecados destacaría la excesiva relación con el sistema político, la incomprensión ante los cambios sociales, la poca atención al papel de servicio público, una visión cortoplacista, el exceso de sensacionalismo o la poca constrastación por unos ritmos de producción muy rápidos.

Como ciudadanos nuestra visión de los medios está condicionada a este tipo de elementos que nos impiden confiar plenamente en el trabajo que se hace. Lo cierto es que esta visión catastrofista empaña el buen trabajo que hacen miles de periodistas y es injusto que los justos paguen por pecadores. Hay que revertir esta situación con proyectos, filosofías y medios de comunicación en los que prime en buen trabajo, la idea de servicio público y prime la ética profesional por encima de la rapidez de la información y la cinta sin fin, de consumo fácil y proclive al clickbait. Hay que desarrollar un periodismo a fuego lento.

-¿Qué culpa/responsabilidad tienen las redes sociales en ello?

Las redes sociales son una herramienta fundamental en el actual ecosistema comunicativo. Culpabilizar las redes sociales de la crisis del periodismo sería como culpabilizar a los martillos de que haya personas que los usan para matar a otras personas. Hay que dejar de señalar un árbol para ver el bosque. En el momento actual, los medios de comunicación en general viven demasiado enfocados a un tipo de distribución de contenidos en el que prima el clickbait, el consumo paupérrimo de páginas y las malas prácticas. Hay que explorar nuevas fórmulas de distribución de contenidos y, de forma clara, el modelo de negocio de los medios, ahora enfocados al consumo bulímico de contenidos en los que prima la cantidad y no la calidad.

El concepto, además, no es considerar las redes sociales como elementos centrales sino enfocar que estas redes sociales son los productos de empresas que estan focalizadas en Sillicon Valley. Hay que considerar como esta zona donde se concentran las principales empresas tecnológicas está rediseñando el periodismo, la comunicación y los hábitos de consumo, en general. Ahí el debate es más extenso y hay que considerar el enorme poder que acumulan. Donald Trump se ha dado cuenta rápidamente de esta situación y por eso como presidente electo reunió a las principales compañías tecnológicas en diciembre de 2016, como presidente electo, en la Trump Tower. Posteriormente, en junio 2017 las volvió a reunir en el denominado American Technology Council en la Casa Blanca.

-¿Cuál sería la responsabilidad de los propios medios en sí?

Hay cierta miopía por parte de los medios de comunicación por no avanzarse a los cambios que se están produciendo. Han dejado, por ejemplo, que el duopolio Google-Facebook marque las normas en el ámbito de la publicidad digital sin apenas darse cuenta. Están llorando ante el sistema de distribución de contenidos que han impuesto Google y otras compañías sociales. Hay un cortoplacismo acuciante. El mundo está cambiando a grandes pasos y los medios no se dan cuenta que el modelo de negocio debe cambiar, que la relación con los usuarios está cambiando y que su idílica idea del cuarto poder se está quedando pequeña. Los medios de comunicación deben editorializar menos y defender más la idea que son parte fundamental en la defensa de las ideas y de la democracia. Y cuando hay fenómenos como la irrupción de Donald Trump tienen que ser algo más que simples voceros de ideas supremacistas o xenófobas.

-Fake News, palabra del año para la revista Time… ¿cómo luchar contra ellas?

-Es una palabra nueva pero con un recorrido de muchas décadas. No es un fenómeno nuevo, más bien, un lugar común que ahora en el momento actual se ha elevado a una categoría global. A finales del siglo XIX, el hundimiento del Maine en Cuba ya representó una noticia falsa que la prensa estadounidense de la época ya se encargó de difundir para confrontar Estados Unidos con España. Por otra parte, ¿qué tenemos que decir de las armas de destrucción masiva en Iraq que los gobiernos occidentales se encargaron de difundir para justificar una intervención militar? Lo que ha cambiado en todo este tiempo es la rapidez con la que se distribuyen contenidos no contrastados y contenidos falsos para provocar una movilización prolongada. Cada vez hay más gente predispuesta a creerse falsedades y a distribuirlas a través de sus redes sociales o sistemas de mensajería.

Los medios de comunicación en este punto tienen una enorme responsabilidad. No se trata de alzar la bandera y punto. Hay que trabajar en el día a día para no replicar una comunicación política basada en las declaraciones. Me explico, si Trump dice que los mexicanos tienen la culpa del aumento del crimen en Estados Unidos no hay que publicar esas declaraciones simplemente como algo asumido. Se contrasta la información y se añade la información auténtica sobre lo que dice el presidente. Trump juega a repetir mentiras y frases simples que al final se acaban aceptando como auténticas. Como detalle, recientemente el Washington Post analizó una entrevista de Donald Trump en el New York Times. El resultado fue mi claro: en media hora de dicha entrevista, Trump había colado 24 fake news.

-¿Crees que realmente fueron las que alzaron a Trump al poder?

-La victoria de Trump se fundamenta sobre diferentes factores, algunos de ellos que tienen que ver con la comunicación pero también por factores socio-econòmicos de los que el candidato republicando supo aprovecharse. En el ámbito que me atañe, en ‘La comunicación en la era Trump’ analizo los diferentes elementos que tienen que ver con lo que denomino la ‘Trump Communication Machine’.

Trump ha construido una maquinaria propagandística en la que se mezcla una estrategia clara y contundente en las redes sociales; un apoyo de elementos de marketing político e inteligencia artificial de última generación facilitados por empresas como Cambridge Analytica; la distribución de mensajes claros, cortos y repetitivos no sólo en medios de comunicación generalistas sino pseudo-medios de la derecha radical estadounidense como Breitbart News o Infowars. La herencia innovadora en la comunicación política de Barack Obama desgraciadamente no se la llevó Hillary Clinton sino Donald Trump. Además, Trump odia a los medios de comunicación, los ha usado toda la vida para difundir sus proyectos y se ha aprovechado totalmente de ellos. No ha necesitado gran inversión publicitaria para llegar a los votantes estadounidenses que debía llegar.

-¿Por qué es tan peculiar la forma de entender la comunicación del presidente estadounidense y su equipo?

-Porque es poco convencional para lo que es el líder de los Estados Unidos. Podríamos decir que en Barack Obama también fue poco convencional y que creó una nueva diplomacia 2.0 en la que los medios sociales tenían gran importancia. En el caso del actual presidente, él se muestra más como Donald Trump y poco como lo que realmente es: POTUS (President of The United States). Su relación con la prensa es una relación de amor-odio, al nivel de Richard Nixon pero la diferencia es que Nixon no se fiaba de los medios mientras que Trump tampoco se fía pero los sabe usar a su antojo. Su vida está llena de grandes proyectos en los últimos cuarenta años en la que los medios han servido de voceros sin darse cuenta que era puros instrumentos de un tipo despótico y malhumorado.

Por otra parte, su estrategia de comunicación está determinada por personas próximas como Dan Scavino o Hope Hicks pero también por asesores como Stephen Bannon, Kellyanne Conway o Sean Spicer que han tenido un papel irregular en la forma de ser un presidente que no sólo quiere hacer de presidente sino también de su propio director de comunicación.  –

-¿Cómo valorarías el uso que hace de Twitter?

-Trump, un neoyorquino de setenta años, usa Twitter como si fuera un millennial y sólo eso me parece muy relevante. Entiende las dinámicas de la comunicación actual de forma muy clara. Es una persona con una inteligencia muy destacada, a pesar que medio mundo crear que un ignorante o un enfermo mental. El problema es que fuera del ámbito de lo políticamente incorrecto es una forma de ser que nos choca y nos desestabiliza nuestra forma de pensar de cómo debería ser el líder del principal país del mundo.

-Y… ¿el que Twitter hace de él?

¿Qué valor en bolsa tendría Twitter sin personajes como Trump? Seguramente estaría en vías de desaparición. Ahora, en cambio, le asegura una atención sin precedentes y una nueva era de lo que me gusta denominar como la diplomacia 2.0.

** Fotografía: Quim Perelló

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