El niño canoso

Todos los mayores somos niños canosos. Aparentemente a mi edad debo ser una persona madura, atinada, exitosa si se puede, sin miedo a nada, con esa seguridad que me han querido vender que o se es ganador o perdedor. No sé si soy uno o lo otro.

Por: Francisco Parada Walsh*

Ya pasé el medio paquete y me doy cuenta que sigo siendo un niño, con sus heridas escondidas pero que a veces sangran, duelen; todos mis miedos e inseguridades están donde siempre estuvieron, no desaparecen sino que me acompañarán hasta el último día de mi vida; los traumas que pude tener en mi infancia, están sentados frente a mí y como dice García Márquez: “Tenemos tres vidas, la pública, la privada y la íntima”, esa vida que nadie la conoce ni la conocerá.

Hace unos días hablaba con dos personas, un gran amigo y mi ex –esposa sobre ese niño que se oculta, ese niño que llora y que, la persona menos esperada nos despedaza al hacernos viajar a nuestro pasado; la crianza en el hogar es de suma importancia, es ahí donde se inculcan los valores o los anti valores; siento nauseas al recordar una conversación con mi padre, era un joven de unos catorce años, él me decía que su escala de valores no era el éxito que todos asumimos ni el buen ejemplo, sino que empezó a decirme que en la cúspide de su pirámide personal está el dinero, con él, se puede comprar licor, finos licores pero guaro al fin y con ese licor se engatusa a la bella dama para que, bajo una noche de copas ceda a las pretensiones de mi padre.

Eso es aberrante, ese día él estaba echándose los tragos; a lo lejos estaba mi madre, viendo un espectáculo anti valores y fue, es y será ella ese mástil que le dio forma a mi vida, con un ejemplo de cariño, solidaridad, justicia, servir al necesitado, amar a los animales y a las plantas. Todavía viajo en la máquina del tiempo.

Han pasado diez años, tengo veinticuatro años y un día mi madre me dice que quiere hablar conmigo, nos sentamos a platicar y de repente me dice: “Si quieres hacer feliz a una mujer, no vayas a ser como tu padre”, catorce palabras que marcaron mi vida para siempre, no hubo un insulto, una frase peyorativa contra mi padre, no, ella era de poco hablar, era contundente con sus mensajes pero más con su ejemplo.

El Niño Canoso soy yo y el mundo; nadie está exento de conflictos que se guardan en un baúl de los recuerdos que cada quien tiene; que damos o intentamos brindar una imagen de perfección y seguridad es muy diferente pero si no es el favoritismo por un hijo, el machismo incrustado en una familia, la sexualidad tergiversada y tantas cosas más que, todos sabemos. Recuerdo conocer a un hombre joven, hicimos amistad y una vez que empezó a tomar se puso a llorar, era un promiscuo como pocos, todos los días debía tener relaciones con dos o tres jóvenes de la montaña y en ese llanto me dice: “Mi tío me abusó cuando era niño, tenía nueve años y nunca mi familia lo supo”, ese joven, siempre llevará ese trauma hasta su muerte, llegará a viejo canoso y nunca olvidará esa trágica experiencia.

Me encanta conversar con personas que aun, no me digan francamente sus temores pero por lo menos que reconozcamos que los tenemos, que somos tímidos, inseguros y que en ese momento que afloran esos sentimientos, es al niño herido que todos llevamos dentro al que lo están lastimando; bellas mujeres con un miedo a una conversación, todo es por las redes sociales, miedo a la vida, a todo.

Soy el Niño Canoso, recientemente un amigo me comentó sobre el amor que le tomó a una joven y, bastó que él se diera cuenta de un pasado turbulento de la pareja para que, un arrebato de celos destruyera todo el castillo de sueños. Escribo lo que he vivido. Cada quien tiene su historia. Conozco familias millonarias que la tragedia las ha cercenado y entiendo que el dinero sirve pero ni por cerca lo es todo en la vida; ahorcarse por el hastío a la vida, cuando se tiene todo y se prefiere morir; familias millonarias con traumas a que sus hijos tengan parejas donde hay alguna enfermedad mental creyendo que tal cosa se hereda y se arman tremendos berrinches por alejar a los hijos de la mujer amada, o hijas que adolecen de enfermedades mentales y son enviadas a la soledad más remota para que esa falsa sociedad no se entere; a casarse con la o el que los padres escojan y tenemos un fracaso de matrimonio a la vuelta de la esquina.

Moriré con mis heridas de niño; a pesar que en mi acta de defunción se lea Causa de muerte: “Covid y tantas más” pero serán las heridas de niño que nunca sanaron las que causaron mi muerte. Tengo un conocido, fue mi amigo que me dice que tiene una amante con un apartamento y él mismo recapacita y me dice que es un gran hijo de puta, por andar jodiendo las vidas de personas que su único error fue toparse con estos niños canosos enfermos.

Escribo sin tapujos, me encantó el título y aun, ni por cerca quiero dar una imagen de triunfador, de un hombre exitoso, no, soy tan común y por eso cuento el común denominador que todos tenemos: Las heridas de niños. Al final, todos somos víctimas de víctimas.

*Médico salvadoreño

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