La Vacuna de la Dignidad

Pareciera que el miedo es nuestro apellido, un país que tiene miedo a todo y  valor a la nada. Tengo miedo a escribir porque el estado me tiene intervenido el celular. Tengo miedo a no escribir porque mis valores me dicen que escriba.

Por: Francisco Parada Walsh*

Tengo miedo a tener relaciones sexuales por los quejidos, pujidos y estertores que se oirán, tengo miedo a no tener relaciones sexuales porque el tiempo se agota. Todo es miedo. Tengo miedo a que el virus me ataque.

Tengo miedo a los efectos adversos de la vacuna. Vivimos atenazados por miedos invisibles; y lamentablemente  el sector salud se encarga de librar una cadena de miedos, que en nada ayudan pues si no tienen miedo a morir de hambre, de hambre de dignidad ¿Por qué se preocupan por la salud de un ciudadano? Si mueren en vida ¿Por qué miedo a la muerte? No hay día en que no se publique una noticia sobre que la variante Delta, que la vacunación, que los efectos positivos y bla, bla, bla.

No encuentro llamados al auto cuido, a la verdad sobre la vacuna, a hablar abiertamente sobre los casos adversos como los casos de  Guillain Barré confirmados en varios pacientes y tantos casos de trombosis donde las personas han fallecido posterior a la segunda dosis;  no hay interés de concientizar a las personas sobre la importancia de mantener las medidas de bio seguridad ¡Todo es miedo! Y tristemente lo realiza el gremio médico que pareciera importarles la vida de un pueblo que no es pueblo y de un gremio que no es gremio; pero ¿Por qué no padecen de miedo ante la catástrofe económica que se avecina? ¡Ni idea! todo el personal de salud, ese proletariado no tiene el valor de meter fe sobre lo que se avecina sino que voltean la mirada hacia la nada para no aceptar que morirán no por Covid sino de hambre, de pobreza, de desempleo, de intentar emigrar, de siquiera intentar soñar, entonces ¿Por qué tanta preocupación por las personas vacunadas y no vacunadas? Prefiero ser fulminado por el  Covid a morir arrastrándome por una caja de macarrones, pero parece que las cosas no se entienden; el 8 de septiembre será el despertar no de un agradable sueño sino  a una  eterna pesadilla pero ni ese miedo despierta la escasa dignidad del salvadoreño, no, todos esperando ser aniquilados, impávidos, derrotados sin haber luchado; ¿Cuántas personas se verán afectadas por esa medida tan descabellada como todas las que salen de la cabeza del ejecutivo? ¡Millones! Que serán echados de sus casas,  no podrán pagar la hipoteca,  deberán sacar a los hijos del colegio,  perderán sus pensiones y sus ahorros; a eso sí le tengo miedo, morir en este país de una de las formas más benévolas que existen como es el Covid no me preocupa, le llamo benévola pues mientras escribo están enterrando en fosas clandestinas a jóvenes que su único pecado es ser joven y una joven es violada, enterrada viva y ¿Qué decimos de eso? ¡Nada! ¡Esas muertes son aterradoras! Pero la muerte más dolorosa es morir por cobardía, por indolencia, por falta de huevos, por falta de dignidad; a esa muerte le temo, esa forma de morir me asusta y no queda un rinconcito en mi corazón que siquiera morí dando la lucha, escribí sobre “El Tiro de Gracia” (Que para mí dicha y ese ego engrandecido que no existe en mi sencillez, me fue plagiado).

No puedo decir que no advertí lo que se viene, mientras, muchísimas personas calientan motores y tripas para irse de farra; el futuro poco importa ¡Hay que joder! Por mí, que cada persona siga  su fiesta personal, que muera ahogado en licor, en sexo, en pornografía, en comida pues serán las últimas veces que se podrá disfrutar de tales placeres.

Ese fatídico septiembre, donde se conmemora en forma ficticia la independencia patria servirá para festejar la nueva esclavitud; las tierras ejidales serán robadas nuevamente, esos ejidos serán la quiebra de pequeñas, medianas y grandes empresas que serán compradas por el clan Bukele, se apropiarán de todo lo que esté en venta, hablo de cosas materiales y no de vida, eso no les importa; usted, salvadoreño atenazado por el miedo no sabrá en qué momento murió en vida, no, nuevamente es ese guanaco con cara de borrego quien volverá ser esquilmado por sus mesías ¡País de cobardes! Donde aún, se cree en todas las promesas de campaña mientras todo lo que se ve es una mentira épica pero no, no nos preocupa,  nos aterra el Covid pero no ver a nuestros hijos sin futuro, a nuestros jóvenes siendo desaparecidos, a nuestra gente yéndose al norte, dejando cantones vacíos ante la pobreza que se vive en la zona rural.

Que el miedo se convierta en una dignidad pacífica y sostenida por argumentos y que sepamos que tenemos el poder en nosotros pero no nos damos cuenta. Creemos que el poder lo tiene un fusil, un ministro que carga camastrones, un gobierno de facto, una publicidad engañosa; mientras, ¿Quién recuerda la lista Engels? ¡Nadie! Ese es nuestro país, el país del ayer donde nos ponemos la mano en el ombligo y esperamos a que suene: ¡Siga bailando! Letra que será sustituida por ¡Siga muriendo! El país del miedo a lo equivocado y rechazo a la verdad.

Patria, me niego a ser tu esclavo y aun, en mis últimos suspiros lucharé por un país justo, no espero nada de nadie sino que ese será mi propósito para dejar siquiera unos metros de dignidad, justo, donde descansarán mis huesos, mis sueños y mis anhelos.

Deberían los países preocuparse por vacunar a su gente con una fuertes dosis de dignidad pero no, se ponen tantas vacunas que salvan de ciertas enfermedades pero si fuésemos vacunados con ampollas de dignidad, otro mundo tuviéramos; pero no, al supra poder poco le importa, deben tener a médicos, abogados y todas las profesiones habidas y por haber comiendo alpiste de sus rojas manos.

*Médico salvadoreño

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