¡De Retazos!

Está elaborada mi vida. Imagino esas telas baratas o esos hermosos lienzos que se hacen con un pedacito de tela de un color, y de otro, de diferentes texturas; así está hilvanada mi vida, de retazos.

Por: Francisco Parada Walsh*

Debe cada retazo tomar su identidad, habrán retazos alegres, felices y por el otro lado tengo costurado algunos tristes, llorosos; no puedo escribir ni hablar por las vidas de otros, sí por la mía; desde la niñez la vida empezó a zurcir alegrías y dolores, verdades y mentiras, amor y dolor.

Mi retazo de esa infancia es alegre, feliz, despreocupado, días y noches era lo mismo, todo era una vida llena de risas, quizá era demasiado travieso, llegaba sin un zapato ¿Dónde dejé tirado ese zapato? En las veredas de la vida, en los senderitos de la alegría.

Esa era mi vida. A mis ocho años soy un retazo de dolor, sobrevivo a un fatal accidente donde mueren mis dos hermanitos, a veces me pregunto ¿por qué no morí ahí? ¿Qué debo aprender en estos cincuenta años posteriores a esa tragedia? No lo sé, no lo sé; ese retazo aún vive, demasiado dolor, demasiado.

Conocer a la muerte a tan temprana edad, ella me dio dos opciones: O seguía en el retazo de la niñez feliz o decidía ser un retazo con colores firmes, algo como una tela fuerte, como el macarthur y opté por ser ese retazo que por días era feliz, otros días era un retazo lloroso, creo que no hay nada más duro que ver a una madre llorar a sus hijos, yo lo viví, tuve que ser un retazo como esos pañuelos sencillos para que mi madre se limpiara las lágrimas; de a poco ya van varios retazos.

Ese retazo de dolor lo cargo en mi alma en este momento; luego me convierto en un retazo que aprende medicina, apenas aprendí unas cuantas cosas, no sé por qué la vida no me explicó que debía disfrutar esa etapa, el estudio es exigente pero nada del otro mundo; hubiese preferido que esa etapa de mi vida fuera de una conciencia total, de disfrutar el aprendizaje, de ver la vida como la veo en este momento pero no, me enseñaron a competir y no a compartir; eso lo entendí ya siendo un retazo viejo, y dejé mis mejores momentos de ser feliz, obtener una buena calificación solo infla el ego y no deja nada, nada.

Me invade la tristeza al recordar esa etapa, nadie mencionaba lo efímero de la vida, de que se viene al mundo a intentar ser feliz, de que un título es basura si no he alcanzado ser antes un hombre bueno o un buen hombre; así transcurre esa etapa de éxitos temporales y cicatrices permanentes.

La riqueza o la pobreza son retazos que todos tenemos cincelados en la vida, quizá cuando pasé más problemas económicos fui más feliz que cuando tuve alguna solvencia, el dinero aturde, engaña, miente y sucumbí a tales puntadas; no digo que ser pobre es el culmen de la vida y que entre más pobre soy más feliz, no, eso es un disparate sino que vivía en un lindo apartamento, luego compramos una casa donde apenas nos mirábamos, así como es la fachada de esa casa así debe ser la fachada de los que ahí viven; lindísima casa pero no fue esa mi felicidad.

En esa etapa compré una pieza arqueológica hermosa, era una deidad del período pre – clásico,  no puedo olvidar esa sensación que siempre me sentía observado, era una sensación de miedo y de repente todo empieza a caer como piezas de dominó, todo; creo y no creo, escaseaba el dinero, sobraban las dificultades y ahora no sé dónde fue a parar, ese retazo es el de lo desconocido.

Lo conocido son los amores, que si cosemos amores tendremos quizá una colcha bella o bayunca, un amor no es el amor, el amor son retazos sumados, retazos amados y al final del viaje cada retazo fue importante. Importantísimo.

Nunca la colcha que nos cobija en la vida es una pieza completa, todo se va armando de retacitos, de puntadas a mano y otras a corazón; somos retazos de historia, en el trajinar de la vida nos armamos  pieza por pieza, nadie es la misma tela al nacer que al morir, nadie; solo quiero  que mi vida hecha retazos sirva para dar calor a otro, no sé si a otra, es irrelevante, se trata de amar cada retazo y con claridad en el alma, entender que nuestra colcha, eso que se llama vida sirvió de algo, de algo.

*Médico salvadoreño

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