La Generación del Idiota

Por: Francisco Parada Walsh*

El adjetivo  “Idiota” se usa principalmente como un insulto hoy en día, según el DLE para referirnos a alguien “tonto o corto de entendimiento” o “engreído sin fundamento para ello”. De este significado básico se derivó el de la persona que se dedicaba únicamente a lo suyo, lo privado, y no la vida pública, lo común. Se esperaba que un ciudadano participara en política, por lo que quien no lo hacía era el idiota que se ocupaba solo de lo suyo y no de lo público, y no era bien considerado.

Realmente es interesante encontrar una definición tan acertada con lo que vive todo un país, en ningún momento estas líneas tienen una connotación peyorativa o humillante para el lector, no, al contrario, sirva para preguntarnos si cumplimos esa definición o realmente nos preocupa lo que sucede a nuestro entorno; personalmente a los grupos de conversación a los que pertenezco (solo 3) es requisito no hablar de política ni de religión por lo que inmediatamente entran a la categoría de grupos de idiotas donde es más importante la pornografía y el triunfo de determinado equipo de futbol que ser artífices de una sociedad crítica, objetiva y justa.

Hemos llegado a ser legiones de idiotas donde esperamos que otros nos resuelvan los problemas sean estos de índole económica, social, política y personales; atrás quedó abolido el juicio y el interés por la cosa pública, al contrario, se vive bajo un lema “Que nada quite mi paz, que nada perturbe mi vida” y no hay grupo etario que se salve de pertenecer a legiones de idiotas pues cada quien se dedica a lo suyo, a lo privado y evitan todo aquello que los exponga a la vida pública, al bienestar de un país.

Así transcurre el mundo y nuestro país no puede faltar, ese pequeño y sencillo país donde esperamos que otros sean quienes solucionen nuestros conflictos; es preferible dedicarse a nuestro mundo que cabe en la palma de nuestra mano a verter opiniones, a dejar nuestra enfermiza y pasmosa tranquilidad a volvernos agentes que dejemos lo nuestro en la búsqueda de un mundo mejor, de generar una opinión, de siquiera pensar.

No debemos culpar a otros de nuestra situación pues la idiotez nos somete a volvernos sumisos e indolentes. Recuerdo cuando miraba el programa “Aclarando conceptos” cuando Don Armando Bukele mencionó la palabra indolencia y me enamoré de tal palabra, pareciera que entre indolente e idiota no hay mucho margen de error solo que la segunda golpea más a pesar de tener un gran parecido.

Vivimos en una sociedad indolente e idiota donde se prefiere la vida privada a tan siquiera intentar servir a una nación que se despedaza; nada es culpa del ejecutivo, legislativo y judicial ¡Es nuestra culpa! Y como tal lo que debemos pagar será demasiado alto por ser una sociedad idiota. Nunca escribo para creerme diferente, no, soy otro más que intento llevar la escritura a los corazones áridos, quizá demasiado soñador pero soy consciente que apenas alegro o irrito a alguien pues el mundo debe girar alrededor del idiota y no el idiota girar alrededor del mundo; imbuirse, nadar en las profundidades del bienestar común y dejar por un momento esa indiferencia y permisividad a todo lo que sucede a nuestro alrededor.

Recuerdo cuando frente a mí atropellaron a un hombre que viajaba en su bicicleta, le destrozaron el cráneo, llamé a la P.N.C. e inmediatamente retuvieron el carro, el hechor se dio a la fuga, serví de testigo para que a la familia doliente le entregaran apenas dos mil dólares salvadoreños, no fui un héroe ni por cerca  a pesar que toda mi familia me advertía del riesgo de posibles revanchas, nada sucedió y en ese momento asumí que prefería correr ese riesgo pues siempre me preguntaba si el atropellado hubiera sido mi padre y que cuánto hubiera deseado que alguien ayudara a mi familia, prefiero morir en busca de un mundo mejor a formar parte de la generación de idiotas, de esos lejanos a la nada, en sus mundos,  en sus mazmorras clandestinas, les llamo así porque  viven en cárceles de la indolencia e idiotez donde esperamos que otros sean los que nos arreglen la vida, nadie quiere mojarse, nadie quiere opinar; me llama la atención la intolerancia donde divergir por estar a favor o en contra de un partido político lleva a la amenaza, a los insultos más inimaginables; eso no es ser ciudadano ni idiota sino un simple fanático vulgar que no da cabida a otras opiniones, un mundo aparte.

*Médico salvadoreño

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