El Hombre Rosa y El Hombre Espina

Se encuentran sentados en una banca del parque Esclavitud. Mientras el Hombre Espina lee el mejor semanario del mundo El Independiente, el Hombre Rosa hojea un desteñido periódico que se llama El Salvador que no Salva.

Por: Francisco Parada Walsh*

Es el Hombre Rosa quien aparenta leer y cierra el periódico y lo pone a un lado; El Hombre Espina, a pesar de estar leyendo y sin volver a mirar le dice al Hombre Espina que lee rápido o que no entiende lo que lee; El Hombre Rosa le dice que a él no le importan las noticias sobre la realidad, que debido a su olorosa presencia no le gusta el olor al dolor; es El Hombre Espina que le sugiere que no debe voltear la cara a la realidad, que, si es cierto que ese periódico todo lo publicado es falso debería informarse por otras fuentes de la tragedia que vive el país; El Hombre Rosa, sacude sus pétalos y con las manos en la cintura le dice ¿Cuál tragedia vivimos, mi querido Hombre Espina? No veo ningún problema, todo es tan “cool” que, el país está a punto de ser el pionero en el mundo, oye bien Hombre Espina, nosotros seremos los que cambiaremos el rumbo de la economía mundial ¿No te llena de orgullo? El Hombre Espina, con una sonrisa en sus ramas le hace ver que, parece que está perdido, que esa no es la realidad el país, que debe leer sobre el alto costo de la vida, las escuelas sin techo, la corrupción como nunca había existido, cómo desaparecen jóvenes todos los días y las instituciones responsables  que no hacen nada; El Hombre Rosa, con un grito despavorido que se escucha hasta el epicentro del poder dice ¡Mientes, mientes, mientes! El Hombre Espina, con la mirada al horizonte, que es algo limitado habla en voz baja ¡Hay Hombre Rosa, ya pareces aquella canción “Rosa, rosa, rosa primorosa”! que cual frases eternas, a una mujer no se lastima ni con el pétalo de una rosa, puedes engañar a ateos y cristianos pero no a mí, ellos disfrutan de tu dulce aroma, creen en tu belleza, tu color tan femenino y suave simula el bien pero yo, que te conozco desde que eras un retoño sé que apestas, tu indiferencia y tu mundo ligero es tu vida y debes saber Hombre Rosa que entre gitanos, no nos leemos la mano; El Hombre Rosa saca un abanico de su cartera Gucci (Por supuesto, “Fake” como dicen ahora)  y parece que se va a desmayar ante lo dicho por su amigo, pero no, poco a poco empieza a tomar color; El Hombre Espina la conoce tan bien que le dice que nuevamente trata de engañar, que siempre que le contradicen, o languidece por la ira, o su color rosado se convierte en lila; no, deja a hacerte la víctima, mejor debes leer, cree una parte pero lee, contigo siempre es lo mismo, pareces una rosa hermosa pero tú y yo sabemos que eres una repulsiva planta, con tu apariencia de bella intentas hacer creer a la gente que de ti, solo cosas puras y bellas salen, pero no, eres una rosa que no entiende que, serás la próxima víctima del jardinero, no eres autentica, eres un fanático que crees todo lo que dice el clavel; detente, revisa la historia pero no seas miope, porque tu testarudez la pagarán los hijos de tus hijos.

El Hombre Rosa, con lágrimas en sus pistilos que cual ríos borran ese bello color no entiende lo que pasa, y le dice que ella prefiere vivir en la mentira que aceptar la verdad, que no soportaría leer y aceptar lo que dice el mejor semanario del mundo El Independiente pues si dicen la verdad y que, para ella, nuestra verdad duele mucho; El Hombre Espina abraza a su amigo, no hay espinas, solo calor y le dice tomándole las dos ramas: Tranquilo, llora en mi hombro, somos amigos, desahógate, sé que sufres por vivir en la mentira, pero debes recapacitar, todo empieza a encajar y debes conocer la tragedia que vivimos, no creas lo que ese periódico publica, apenas saben que saben, tristemente cuando esto termine, saltarán cual ratas del barco; es mejor mi querido amigo, que, aceptes que estás equivocado, y quizá demasiado.

El Hombre Rosa empieza a arrancarse los pétalos, poco a poco va quedando desnudo, apenas un chirivisco verdoso; es El Hombre Espina quien preocupado por lo que hizo su amigo le dice que si está bien, el Hombre Rosa responde que está mejor que nunca, que por primera vez es auténtico, es real y no esa fantasía que hacía creer a los demás.

Todos los zapateros del parque Esclavitud aplauden y gritan: ¡A la bim, a la bim, a la bim, bom, bam, El Hombre Rosa, El  Hombre Rosa al fin la verdad sabrá! El hombre Rosa, en un éxtasis ante ese coro de la vida, solo puede ver su sombra, ya no es aquella desparramada sombra, es apenas un flacuchento tallo,  levanta las ramas para agradecer ese canto de amor, y mientras ve a la multitud, en sus adentros piensa que, prefiere ser la nada, aceptar la realidad, antes que emanar olores falsos, que al final, se convierten en fetidez.

*Médico salvadoreño

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