La Amistad del Perro y del ¡Gato Negro Cachimbon!

Chamba, te fallé mi hermano, no pude demostrar mi fidelidad a nuestra amistad, no pude mover la cola al verte, nunca pudiste conocer mi montaña; te fallé, ya nos encontraremos y sé que me entenderás. Lloro Chamba a moco tendido, solo recuerdo cuando me llamaste y me dijiste “Te amo Pancho”,  no lo merezco, hacerse un favor entre amigos debe ser la regla, nunca olvidaré ese “Te amo Pancho”.

Por: Francisco Parada Walsh*

Hicimos amistad en la adolescencia, cada quien fue agarrando su camino, poco a poco empezamos a gastarnos las siete vidas del gato, sea en guaro, en billar y en risas; esos eran nuestros deseos, nuestros vicios, nuestros amores. Nadábamos, jugábamos; recuerda cuando estuvimos varios días en el Club Tecleño y mientras el vodka nos cantaba como una sirena, disfrutábamos conversar por horas viendo la inmensidad de la mar.

Cómo olvidar la cita cada martes en un súper mercado a plenas ocho de la mañana, comprábamos guaro, cervezas, lo que nos alcanzara con el poco dinero que manejábamos, con Nelson Cruz Moreno “Acahuapa” empezábamos el chupe, luego a las once debíamos estar en el Colegio Médico, a disfrutar de aquel  medio pollo encebollado, arroz, ensalada y más cervezas; mientras preparaban nuestro manjar, la piscina era nuestra sede; ahí decidíamos si íbamos a clases o nos “zafábamos”, casi siempre ganó el zafe, a seguir jodiendo a Metro Centro, a comer perros calientes en aquel lindo lugar, creo que se llamaba Tommy´s, nos encantaban los corny dog; ahí terminaba un martes normal, ese era nuestro destino; a veces recalábamos en la Fuente de Soda, no sé si el nombre es correcto pero cuánto amábamos esos lugares.

Donde dejamos otras escapadas, pedíamos permiso que iríamos a la radio Femenina a hablar paja con el chele” Rucks, luego al súper por las fuentes Beethoven en el picachón del hermano gato Nelson Carrillo, comprábamos vino de cocina y de un sopapo nos lo terminábamos, a clases de regreso. Todos decían “Qué huele a níspero”.

Regresaste de la Tierra de Caballo Loco, tu salud se deterioró y fueron tus amadísimos padres que como ese niño recién nacido, empezaron el ciclo del amor; tu padre, Don Chamba, siempre optimista, vergon el viejo; tu madre, aquella señora linda con quien platicaba; ese fresco de melón que ella nos preparaba y nos preparará cuando todos estemos juntos, ese fresco es el mejor del mundo; la carne guisada, el arroz y el amor que tu casa me dio, no tengo cómo pagarlo.

Te amo mi Amigo. Me estoy quedando solo, ya el “Chele” Tovar está revoloteando y tocándoles las nalgas a las diablas, cuidaré a Manuel “El Camión” Rebollo y al “Chicote” Franconi. Perderte a ti es como morir contigo, no paso por un buen momento por eso no iré a tu funeral, no, no soportaría verte en silencio, no, no, no. Hablé con tu hermano Nando, no puedo hablar con tus padres pues no tengo palabras, solo lágrimas, demasiadas.

Espérame, espérame, solo es cuestión de tiempo y ya estaremos tres gatos negros en ese cielo esquivo o prefiero, y lo merecemos por haber jodido tanto que nuestro destino sea ese infierno para seguir hartándonos cerveza, jugando billar, ser huéspedes exclusivos de las diablas más putas que puedan haber, espérame mi hermano, espérame, solo es cuestión de tiempo. Cuando nos veamos no sé qué quieres, que mueva la cola de perro para demostrar que nuestra amistad es eterna o que grite “Gato, gato, gato el gato negro es Cachimbón”, solo para que me identifiques, o que te agarre una periquera y empieces a hablar como aquella vez en el “Manolo” donde dormiste a propios y a extraños.

Te amo mi hermano, pero duele mucho, no, ya no soporto ver a mis amigos volar, no, eso no es lo que platicamos cuando creíamos que nuestras casas serían como el Colegio Médico, no, terminamos en apenas un cuarto y yo, en un rancho, pero felices. ¿Cuánto preparé que vinieras a visitarme? Quería tenerte todas las condiciones que merece un hermano, las menos gradas  posibles, tu comida vegetariana y salir a caminar por bellos senderos, no quería que vinieras por un par de días, sino que aquí te quedaras, que vivieras conmigo, cuidarte pero tu mejor que nadie sabes que nadie, las razones por las  que no se pudo.

Sé que vendrás a verme un día de estos, lo sé, sos espíritu del bien, te espero. Y tú, hazme campo, donde te encuentres. Dudo de que encontremos esa luz eterna, mucho jodimos y si reírnos y ser felices es pecado ¡Nos jodimos! Un gato negro ya canoso se me adelanta, aprendo de ti, no nos llevamos nada, nada, nada; solo recuerdo que cuando me llamaste en agradecimiento por la consulta que otro hermano como lo es el Doctor Tito Livio Herrera Rucaj te prodigó y ¿Qué me dijiste? ¡Te Amo Pancho!, mi Amado Chamba, tengo grandes amigos y recién le comento a tu cardiólogo, hablo en presente que no moriste sino que sencillamente estás en algún lugar y él me comenta que tuviste el control en Diciembre y me da el pésame; y tu padre, el Chamba viejo cachimbón, lúcido como Kasparov,  llamó para darme las gracias por haberte remitido donde ese gran hombre, amigo y profesional pero ¡De qué forma! Solo soy tu amigo, no merezco ningún agradecimiento de parte de tu familia, soy yo el agradecido por todo lo que me cuidaron, me alimentaron, me amaron.

Vienen a mi mente dos recuerdos de esos años maravillosos, una vez que nos zampamos como quince cervezas y así, te fuiste a tu casa, aparte de ir totalmente perdido, se te ocurre ponerte los lentes de tu abuelo a la hora de cenar, según me contaste, eras un protagonista de “Los Hermanos Cara Dura”, nadie te dijo nada, sabían que estábamos locos.

Pero cómo olvidar cuando El Liceo Salvadoreño nos invita a celebrar un aniversario, y ese duelo sería en el gimnasio leonino; todos nuestros jugadores estaban bolos, fue el “zurdo” Bustamante que barrió con nuestro equipo, en esos barriles de los jefes de barra aprendí a bailar, siempre a lo relajo, nunca bailé con sabor caribeño, como la cumbia de Cali, no, parecía Resortes bailando y poco importaba el marcador; pero ante esa abultada derrota, debíamos defender esa hombría gatuna, a pesar de las prohibiciones y conversaciones donde dejábamos en claro que ningún colegio ofendería al otro, fuiste tú mi Loquillo quien te encendiste como José Alfredo Jiménez con “Por todo el oro del mundo, yo no me…” y empieza esa multitud a cantarla a todo pulmón.

La barra de los leones callaba. Ese eres tú. En un trance, imagino que, por haber sido el jefe de jefes de barra, te hago entrega de esa estafeta, no la merezco, es tuya, ve con dios o con el diablo y cuéntales todas estas historias, entretenlos mientras llego. ¡Te Amo mi Amigo “Cabeza de Oso”! Y que, no te extrañes cuando llegues a tu destino y escuches “Let´s the Sunshine In”… y si crees que es muy romántica esa canción, que sea Devo que con su música punk te pare los pelos, si, así como nos rapamos un día sin estar ingresados en un siquiátrico, sino en el siquiátrico universal.

¡“Salú Cabeza de Oso”! Será George Harrison quien sabe de tu llegada, no vas al Cielo ni al Infierno sino al lugar que siempre quisimos ir, mientras empieza a sonar My Sweet Lord, y un coro de krishnas te reciben, todos cantan la sonata que la afición alba canta a sus jugadores, hoy te la dedican a ti.

Volvemos a vivir aquella tarde donde “El Chele” Tovar cantaba” I can´t get no Satisfaction” y que, quizá ni él sabía lo que decía pero fue tan buena rola, que mientras Roberto Monge reventaba la batería, fue “El hermano León” quien desenchufó el sonido, “uno, dos, tres, probando sonido” y aquel, cantaba en Nirvana. Ya están juntos, Hermanos míos ¡A tu salud, mano!

*Médico salvadoreño

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