¡Al Paredón!

A lo lejos se escucha el macabro ruido de unas botas. Todos los prisioneros tiemblan, están amarrados de sus muñecas. Algunos prefirieron que sus ojos fueran vendados, otros no, quieren ver el rostro da sus asesinos. Se escucha una voz que grita: A continuación se da lectura a la orden de fusilamiento. El delito por el que serán fusilados es: Se les acusa de dar sus vidas para salvar las vidas de sus pacientes. Todo el personal de salud calla. Nadie distingue quien da la orden. Una voz confusa y temblorosa grita: Preparen, apunten, fuego.
Se oye una descarga de armas automáticas, caen tendidos frente a las Unidades de Cuidados Intensivos; la mayoría están muertos, algunos jadean, dentro de ese río de sangre y conocimientos se escucha el balbuceo de uno de los fusilados, con una lejana voz y viendo al Cielo empieza a rezar: “Estableceré el régimen de los enfermos de la manera que les sea más provechosa según mis facultades y a mi entender, evitando todo mal y toda injusticia”.

El jefe del pelotón camina entre los cuerpos sin vida, saca su pistola Luger y remata a quien apenas repetía el Juramento Hipocrático. De héroes a mártires. El país donde importa más la foto “cool” que la vida, así, caen las piezas en el tablero de ajedrez. La reina y el rey son todas las personas que conforman el personal de salud, esa población que debió recibir la mejor protección posible, los mejores equipos de bioseguridad pero no fue así y ni en este momento reciben tal equipo. Es fácil deducir que el número de muertos y contagiados aumentará drásticamente pues el contagio es comunitario y nada parece indicar que tengan intenciones de proteger al personal de salud como se merece. Si el personal de salud colapsa solo hay un responsable, es el ministro de salud que demostrando un desprecio nunca visto dejó abandonado a su gremio, a pesar de disponer de sumas y presupuestos astronómicos se prefirió invertir en un hospital no de campaña, sino de fachada, vender una imagen surrealista a un país que apenas tiene para el ayer; mientras mis colegas están intubados y mueren día a día, nadie piensa en buscar alternativas reales, propias de un país pobre donde la mentira y el encubrimiento de la verdad ha sido la norma. No se puede armar un plan sustentado en mentiras, el virus está y vino para quedarse, nunca, nunca se hizo una campaña de educación sino de terror, llegando al extremo de mencionar el uso de la fuerza letal como solución al ataque a una enfermedad mortal.

La fuerza letal que sufrirá el ciudadano bajo una cuarentena sin un sustento técnico será la tumba donde fallecerán miles de persona encerradas víctimas de un distrés respiratorio. ¿Cómo es que no han entendido que la cuarentena no funcionó ni funcionará?: En primer lugar somos después de Haití el país más densamente poblado, con índices de pobreza como nunca, una población que vive el día a día, no sobreviven, sobre mueren y tienen que salir a buscar el sustento diario porque como país sus generis se permitió a 1, 500, 000 de personas salir a retirar los trescientos dólares, luego vino el contagio del personal de la fuerza armada y de los repartidores de “paquetes solidarios” (Esos que repartían y decían: El presidente Nayib Bukele le manda este paquete), nunca pedí una ayuda sin embargo la deberé por la eternidad: esa publicidad electoral dio el tiro de gracia a un país moribundo, hambriento, sin rumbo y se avecina una cadena de contagios indescriptibles, el virus no entiende de puertas cerradas o abiertas, ya está en los pulmones de El Salvador y seguimos cabalgando premisas equivocadas. Como Prioridad se debe brindar el equipo de bioseguridad a todo el personal de salud y se logran dos objetivos: Evitar las muertes del personal y el que se contagie a los contactos del personal de salud Covid positivo; todavía están a tiempo de construir hospitales de campaña, se debe descongestionar los hospitales saturados que no tienen ni una cama disponible; debe saber el ministro de salud que el paciente covid positivo necesita oxígeno y no camas de lujo, es la sed de aire la que mata al paciente. Sin embargo nada cambiará pues son los mismos que empezaron este genocidio y no se les ve la decencia de renunciar, ya dieron lo más que pueden, con daños colaterales terribles, como nunca; argumentos sin base científica donde ametrallar al personal de salud fue la regla, se puso adelante la carreta de los bueyes, hoy los resultados son evidentes, un fracaso rotundo; El hospital CIFCO apenas trabaja, se atiende a los pacientes que los médicos que laboran ahí deciden aceptar, el objetivo es tratar de vender una imagen de un éxito total cuando sabemos que todo es un engaño, un paciente Covid positivo no se recupera en dos días; querer jugar con la salud del paciente es algo gravísimo y decir en las redes sociales que se hizo hasta lo imposible por salvar la vida de un paciente ¡Si ese es nuestro trabajo! Se trabaja callado y nuestro deber es Salvar vidas en el mayor anonimato y tuvieron tres meses, y no tomaron las mejores decisiones, al contrario siguen transitando el camino de la mentira, decir que es por culpa de los diputados lo que pasa a El Salvador solo demuestra su incapacidad, ignorancia y perversidad.

Ofrecieron el famoso bono de ciento cincuenta pesos, y debo aclarar que se lo dieron a todo el empleado público que laboró durante la cuarentena, ¿Por qué no lo han entregado?: Dudo ministro de salud que a usted no le cancelen puntualmente, por caridad humana, saque el pecho por el personal de salud. Siquiera una vez. De repente, todo el personal de salud que se daba por muerto revive, se ponen de pie y con posición firme y mano al pecho empiezan a entonar con grave voz: “Si el juramento cumpliere íntegro, viva yo feliz y recoja los frutos de mi arte y sea honrado por todos los hombres y por la más remota posterioridad. Pero si soy transgresor y perjuro, avéngame lo contrario”.

Por: Francisco Parada Walsh, médico salvadoreño

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