Cada Palabra

Por: Francisco Parada Walsh*

Y suenan los tambores de la vida, ¡pum, pum, pum! Son los tambores de paz; cada palabra de este sencillo artículo representa al niño asesinado, al niño que grita, al niño que es degollado, a lo lejos se escucha el llanto de la madre: ¡No maten a mi hijo! Silencio. Suenan los tambores de la muerte, ¡pum, pum, pum! Se tocan con fémures largos, huesos de la patria, huesos divinos, huesos de Dios. Mi voz es severa, el grito del niño es indescriptible; el llanto de la joven violada por hordas de salvajes retumba en la tierra; ¡No maten a mis padres! Silencio.

Cada palabra representa a cien hermanos que murieron  en una guerra sin sentido, y cada persona asesinada en esos macabros doce años merece respeto. Cada palabra representa a una señora que fue asesinada por nada, su dolor estremece a Dios. Cada palabra representa al soldado y al guerrillero, hermanos de sangre, todos hermanos que lucharon por la nada y perdieron el todo. Cada palabra grita que respeten a cada uno de los ochenta mil muertos, demasiado doloroso para olvidar ese pasado. Cada palabra representa al anciano asesinado, su delito fue ser humano, ser hijo de Dios. El tono en que me dirijo a ustedes es suplica porque viví esa masacre que nos dejó 28 años de una democracia lisiada, aun ella no pudo librarse pero de a poco caminaba.

Hubo ideales, sueños de una patria mejor, de la patria de todos pero no todos lograron las riquezas de unos pocos. Hoy no hay anhelos por una patria justa, solidaria sino por ese Dinero Maldito de Masferrer donde nos creemos dioses, ídolos con pies, corazón y cabeza de barro que jugamos a ser dioses del Olimpo desfigurando a una Fuerza Armada y a una Policía Nacional Civil cuando ustedes no representan a tales instituciones, ustedes representan el oprobio, la maldad, la mediocridad y el irrespeto a ochenta mil personas que gritan, que de a poco salen de sus abandonados sepulcros y los buscan, los persiguen, es un fila interminable, son ochenta mil hermanos, al frente caminan niños masacrados, luego señoras y jóvenes adolescentes violadas, descuartizadas, les siguen ancianos decapitados, atrás vienen los combatientes, atrás vienen los que creyeron en un El Salvador para todos y ofrendaron sus vidas, no hay distinción entre los soldados y guerrilleros, todos son hermanos de madre pero no de padre; a lo lejos puedo ver oficiales amigos, allá está Lesignana, Oscar Artemio Minero, “El cangrejo” Guzmán, “Canelo” y tantos más que no vienen por mí, sino por ustedes.

Cada palabra grita por el soldado masacrado y que nunca sus restos fueron recuperados, cada palabra llora cuando vemos que estamos a un paso de perder y tirar al cesto doce años de una guerra absurda, pobre contra pobre y 28 años de una calma, no se vale ensuciar los uniformes de todo un ejército y una policía que nace como  resultado de los Acuerdos de Paz; ya no serían Acuerdos de Paz sino Acuerdos de Guerra que permitirá nuevamente al pobre matar al pobre solo que por cosas del destino el pobre se llama revoltoso, pandillero, manifestantes; sigue la danza de la muerte y cada palabra representa al hermano decapitado, no, la guerra no es fácil, es horrible y quienes son jóvenes no tienen idea de lo que sufrimos los que éramos los jóvenes en los ochenta, cada palabra llora a los soldados amigos que fueron lanzados al vacío desde la azotea del hospital  Santa Teresa de Zacatecoluca; cada palabra exige respeto para todos los muertos hacinados en la morgue del hospital, cada palabra recuerda a los “samuelitos”, hijos de la guerra que vi morir frente a mí; cada palabra pide que no jueguen con los huesos de nuestros muertos, no, esto no es magia negra para adquirir poderes y jugar con el dolor de mi gente, no, el poder de dar y quitar vida solo Dios lo da, nosotros somos fantasmas en el tiempo; cada palabra pide revisar nuestra historia para que ese oprobioso pasado nunca vuelva a repetirse, cada palabra les implora que si piensan seguir golpeando a un pueblo demasiado sufrido mejor renuncien, no ensucien sus uniformes, bueno quizá eso no sea tan importante sino manchar sus nombres y apellidos y a sus generaciones venideras, no, demasiado dolor guardo en el alma, no quiero nunca una guerra, nunca un joven golpeado, nunca una tortura.

Solo la pobreza, el desempleo, la migración forzada, el alto costo de la vida es ya una guerra. Las únicas armas del pueblo son sus bocas para gritar las injusticias y para comer; los oídos, para escuchar a Dios; los ojos, para ver la durísima realidad; el olfato, para respirar paz y el tacto, para abrazarnos,  para sentirnos vivos. “Memento Mori” (Recuerda que eres mortal).

*Medico salvadoreño

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