La adicción al poder en una democracia es de malos presagios

La adicción al poder no sólo es atribuible con toda claridad al actual gobernante, sino que, también, a la pírrica oposición que jamás ha podido romper con dicha adicción.  La actual debacle electoral, vergonzosa sin más, no surge por generación espontánea.

Por: Miguel A. Saavedra

Nuestra historia política desde la finalización de la guerra civil y la firma de los Acuerdos de Paz en 1992 rápidamente transitó de la negociación necesaria en toda democracia, a los negocios por reparto del pastel propio de las mafias.

La adicción al poder es tan real, y tan grave, si se le suma la ignorancia crasa en democracia del grupo gobernante.  El arduo proceso de la descentralización del Estado está siendo borrado del mapa de la democracia.  La excesiva y enfermiza centralización del poder y de los recursos, (sospechosa por esto mismo), van generando una ineficiencia progresiva y dañina incluso para el mismo grupo gobernante, en los servicios de toda índole que presta el Estado como ente administrativo.

El desdén con que son tratados los gobiernos municipales, el agrupamiento abusivo de las identidades municipales, para ser entregadas a los sirvientes administrativos del régimen, sólo augura, que las elecciones de los alcaldes ya de entrada estarán viciadas. La desaparición del fondo para el desarrollo social, que recibían las alcaldías, no es más que el ahogamiento económico para causar malestar en la población y, llevarle a votar por los candidatos del nuevo grupo gobernante.  El fraude abierto en la elección de los diputados de la nación no deja lugar a dudas.

Esta adicción, que lleva al aferramiento ciego y violento, les mete un discurso en el cual se pretende imponer que “quienes son contrarios al régimen, deben ir conmigo o no son más que traidores”.  De igual manera, la lectura del grupo gobernante es: “Tomamos por asalto los puestos o los enemigos se quedan con el pastel”.  Todo el pleito es por los recursos. La gente y su vida nunca les van a importar a estos grupos sedientos de poder y de dinero.

Con todo, la ciudadanía va creciendo y se va expresando de diversas maneras.  Pero estos adictos al poder son incapaces de valorar la diversidad y la libertad de conciencia que grandes sectores de la población tiene. Por ejemplo, la oposición jamás dejó en claro su enfoque de como se enfrentarían a las pandillas y cómo le entrarían de lleno al problema de la violencia y de la injusticia que sufre mucha gente.  Las pandillas son un mal que jamás debieron tener cabida en nuestra democracia, pero todos estos mafiosos de la política han sacado lucro de ellos. De hecho, hay zonas del país en donde las pandillas no se ven, pero todos saben que están presentes.

Gran parte del voto nulo es un abierto rechazo al sistema, de la misma manera que lo es el voto en blanco y el ausentismo.  Es un rechazo a todo y a todos, y este rechazo es mayoritario.  Resulta que la realidad nos vuelve a mostrar que las visiones dualistas de buenos contra malos, no refleja más que pobreza mental.  La gente ya no tolera más enfrentamientos entre mafias, La gente quiere vivir en paz, tener empleos, tener oportunidades y darle un nuevo rostro al país.

El actual régimen con su adicción idolátrica al poder y a su líder, están generando escenarios que están haciendo insoportable la vida de las gentes y sobre todo de esas mayorías que ya empiezan a pasar hambre.  No cabe duda de que vamos a un conflicto mayor y que sinceramente, este hermoso pueblo no se lo merece.

La seguridad, debe convertirse en verdadera Seguridad Humana, y eso tiene que ver, no sólo con cárceles, policías y militares, sino que, y sobre todo con Respeto a la dignidad de las personas, empleo digno, vivienda digna, educación, salud, familia, protección de las minorías, protección de la niñez y respeto irrestricto a las mujeres y el cese a la extorsión que ahora también se ejerce desde el Estado.  Eso no es más de que Verdadero Desarrollo social.

Un nuevo país es posible.

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