Hambre y represión

La sociedad salvadoreña, se encuentra fragmentada, más allá del concepto de izquierda o derecha (como más o menos, intervención del Estado), y de si el orden Constitucional está vigente o no.

Por: Fernán Camilo Álvarez Consuegra

La fragmentación radica, en si se es capaz de sobrevivir dentro de este Estado o si él Estado, es la fuente de ingresos personales o, permite que se usufructúe la poca actividad económica que existe. La fragmentación social, se manifiesta en la angustia del miedo y la represión o, la opulencia y tranquilidad del poder.

Cuando se presentan estas grandes crisis sociales, sólo hay dos caminos: se da un estallido social, como las revoluciones, francesa de 1789, mexicana de 1910 y rusa de 1917. Estas sucedieron cuando hubo hambre y represión, sin desahogo social, que permitiese un cambio.

Si Luis XVI hubiese permitido el funcionamiento del Tercer Estado, hubiese habido para la crisis política, un desahogo, pero no fue así.

Si el Zar Nicolás II, no hubiese reprimido las protestas de 1905 en San Petersburgo, la crisis, no hubiese escalado durante la primera Guerra Mundial. Si el General Don Porfirio Días, no hubiese insistido en su reelección, no hubiese estallado la revolución.

Hoy, en El Salvador, se están presentando situaciones similares: El hambre aumenta, a igual que la propaganda para ocultarla. La economía se contrae y el gasto público aumenta.

Las noticias oficialistas aseguran millonarias inversiones y las acciones del Gobierno, ponen desincentivos a la inversión, salvo, para los negocios en donde intervienen, los intereses de funcionarios públicos.

Los grandes empresarios salvadoreños, se expanden hacia el extranjero, pero no en El Salvador, pues su economía no lo permite, es muy frágil: depende de las remesas, que se consumen, en servicios. Nuestras exportaciones disminuyen, porque no pueden competir, y aun así, las ahoga el Gobierno.

Las elecciones presentes, indican un fraude, para evadir los controles internacionales, pues éstos se centran en el día de la elección y, en el recuento de votos.

Ningún opositor, ha podido realizar una mínima campaña, pues los dineros públicos destinados para el funcionamiento del sistema electoral, han sido cortados. El financiamiento privado a partidos políticos, es fiscalizado y usado como una diana, para el aparato estatal.

Los representantes de los partidos políticos, en el Tribunal Supremo Electoral, no responden a los intereses de sus partidos, por las dadivas o promesas recibidas desde el Ejecutivo, se alinean con el oficialismo.

La Sala de lo Constitucional, desoye los habeas corpus de más de 8000 detenidos e ignora el debido proceso contra otros 60,000; ya hay denuncias, sobre que sus parientes, han sido eliminados del padrón electoral, así que no podrán expresar su descontento y su deseo, de un cambio de Gobierno, por medio del voto.

El Gobierno, al pactar con las pandillas, se ha aliado con una parte del crimen organizado, capturando a los enemigos de sus aliados. En este proceso, se ha capturado a por lo menos 20,000 personas inocentes, con fines publicitarios.

Muriendo por diferentes causas, por lo menos 500 personas, en manos de las autoridades penitenciarias. Muchos detenidos, son usados como mano de obra, recordando la frase “Arbeit macht frei” (el trabajo hace la libertad), utilizada en los campos de concentración.

Por ahora, el alto empresariado, está conforme con el oficialismo, pues les permite ejercer su actividad libremente, pero en la medida que se baja en la cadena empresarial, se hace más difícil, el sostener otras empresas.

La inflación y la crisis, golpean más, al más pobre y, poco a poco, se pierde el miedo “al régimen de excepción”. Luego, la corrupción estatal, verá en el gran empresariado, su nueva fuente de ingresos, consumiéndola.

Para evitar una inminente catástrofe: elecciones libres.

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