Periodismo valiente. Carlos Dada, premiado en Europa

«El periodismo no es un oficio de héroes o, al menos, no debería serlo», Carlos Dada

El periodista salvadoreño, fundador y director de El Faro, primer periódico digital de Latinoamérica, recibió el Premio Internacional de Periodismo de EL MUNDO, de España en la categoría Mejor Labor Periodística.

Carlos Dada entra, risueño, en una de esas salas majestuosas de la Casa de América en la que, unas horas después, presentará su nuevo libro: Los pliegues de la cintura. Crónicas centroamericanas. «Me siento donde me digas, menos ahí», avisa, y señala un escritorio señorial. Ha aterrizado unas horas antes desde México, donde llegó desde Guatemala, y en unos días volará a Tailandia. «Así estoy ahora», reconoce. Hace dos años que no pisa su país tras ser víctima de las amenazas de muerte y de la intimidación del gobierno de Nayib Bukele, además de espiado por el software Pegasus, pero no le gusta hablar de eso: «Me incomoda mucho ser la historia, prefiero contar las de otros», asegura.

Con 28 años fundó El Faro, el primer periódico digital de América Latina, cuando Internet era prácticamente una quimera y El Salvador saludaba a una naciente democracia tras 12 años de sangrienta guerra civil. El diario nació bajo la consigna de «mantener una postura editorial crítica frente a los diferentes gobiernos» y ese desafío constante a la corrupción ha terminado costándole el exilio 25 años después.

Desde marzo, El Faro está en manos de una fundación en Costa Rica, allí donde los tentáculos del poder de Bukele no llegan. Desde su llegada al poder en 2019, el diario de Dada ha venido denunciando sus negociaciones con las pandillas. La respuesta del autócrata ha sido el cerrojazo informativo y un insoportable acoso fiscal.

Hoy Carlos Dada recibirá el Premio Internacional de Periodismo de EL MUNDO en la categoría Mejor labor periodística, un galardón que «da muestra del compromiso de EL MUNDO con la libertad de información y con el periodismo como uno de los derechos humanos, especialmente perseguido en las zonas de conflicto», en palabras de su director Joaquín Manso.

Pregunta. Entre 2019 y 2022 El Salvador cayó 34 puestos en la Clasificación Mundial de la libertad de prensa que elabora cada año Reporteros sin Fronteras. ¿Qué significa esto para el día a día de una redacción como la de El Faro?

Respuesta. El Faro es uno de los primeros medios nacidos con la democracia en El Salvador y no puedo imaginarlo naciendo en otras circunstancias. Pero esta era democrática ha terminado con la llegada al poder de Nayib Bukele, y tenemos que replantearnos cómo hacer periodismo bajo un régimen autoritario que está a un paso de convertirse en dictadura, el próximo febrero, con una reelección inconstitucional. Podemos entrar en detalles con las amenazas, los seguimientos, el espionaje, pero para mí lo más grave es que el periodismo sólo puede existir con todas sus garantías en una vida democrática, y en El Salvador eso ya no existe.

P. Desde su fundación, El Faro ha sido incómodo para los diferentes gobiernos. ¿En qué se distingue la actual situación de otros momentos críticos?

R. Agradezco que se recuerde que nunca hemos sido benévolos con el poder, porque los salvadoreños parecen haberlo olvidado. La gran mayoría de la gente que aplaude al presidente nos acusa de ser cómplices del viejo sistema, se les olvida que antes también pusimos nuestro granito de arena para desenmascarar la corrupción. La diferencia es que ahora tenemos que hacer frente a una situación en la que un presidente que nos considera enemigos cuenta con todos los aparatos del Estado para perseguirnos. Por eso decidimos irnos a Costa Rica.

P. ¿Por qué esa especial inquina de Bukele hacia un medio digital que se dirige, finalmente, a un público muy reducido que sabe que le será imposible conquistar?

R. Yo sólo puedo especular, pero quisiera creer que lo que le molesta es nuestra capacidad de investigar y denunciar los escandaloso actos de corrupción en su gobierno. Desde su entorno nos han hecho llegar el mensaje de que no nos perdona, sobre todo que reveláramos sus negociaciones con las pandillas porque cree que eso deterioró su relación con Estados Unidos. Ciertamente, nunca hemos sido leídos por las grandes mayorías, pero sobre todo a nivel internacional mantenemos un buen nivel de prestigio y de credibilidad.

P. ¿Cómo influye ese respaldo internacional en su capacidad para hacer periodismo?
R. Hemos recibido mucha solidaridad y generosidad de nuestros colegas en otras partes del mundo, pero en cuanto a Estados no estoy tan seguro. Me parece que, en este mundo tan convulso, Centroamérica no es la prioridad. Además, movido por la necesidad de tener un interlocutor en Centroamérica, EEUU ha normalizado las relaciones con Bukele, y en Europa, lamentablemente, se está aprobando su idea de quedarse en el poder. Digo lamentablemente porque la UE cada vez parece más una corporación que una federación de países defensores de los derechos humanos.

P. ¿Por qué ese apoyo internacional a Bukele, aunque sea por omisión?

R. Supongo que no será fácil criticar a un gobierno que cuenta con el apoyo de las mayorías, al menos eso me han dicho en Bruselas. Los gobiernos europeos confunden el apoyo de las mayorías con la democracia y no hay nada más falso que eso. La democracia es, para empezar, la garantía de derechos para todos, con un gobierno que ejerce sobre unas bases: el estado de derecho, el respeto a la Constitución y a la ley y los límites al poder. Sin límites al poder no hay democracia.

P. Dice usted de Bukele: «No sólo es un populista, sino que es popular. Y ese es el sueño de todos los populistas autócratas que abundan en América Latina».

R. Es así. Bukele se ha convertido en un referente porque maneja una maquinaria de propaganda que es la envidia de cualquier político. Vos te subís a un taxi en Bogotá o en Asunción y te hablan de él. Ahora, nosotros tenemos muy claro como periodistas que nos toca seguir haciendo nuestro trabajo aunque sea la persona más popular del continente. Nuestro objetivo es indagar en cómo se está administrando un gobierno que ha cerrado todo acceso a la información pública y ha eliminado las garantías individuales desde hace casi dos años.

P. Hace unos días la Asamblea Legislativa salvadoreña derogó parcialmente la llamada «ley mordaza», que penaba con entre 10 y 15 años de cárcel la publicación de mensajes sobre las pandillas que pudieran alarmar a la población. ¿Cómo acogen esta noticia?

R. A nosotros, honestamente, no nos afecta, porque con la ley en vigor hemos seguido publicando sobre las negociaciones de Bukele con las pandillas. Hemos decidido que, con ley o sin ley, queremos seguir haciendo periodismo. El silencio no es una opción.

P. ¿Cómo podría afectar a El Salvador una eventual reelección de Donald Trump?

R. Trump dio luz verde a la entrada en política de todo tipo de locos porque las formas ya no importan, los principios ya no importan, la ley ya no importa, lo que importa es el poder. Esa es la señal que envió. ¿Reforzaría su reelección a un Bukele ya instalado como dictador? Sin duda alguna. La agenda de Trump para Centroamérica fue muy clara: combatir el narcotráfico y combatir la migración. Lo demás no importaba. Biden, en cambio, entró con una carta de principios para recuperar su autoridad moral y entre sus palabras y sus hechos, se enredó y tropezó mil veces.

P. ¿Le ha decepcionado?

R. Ha sido muy decepcionante. Al llegar a la Casa Blanca nombró como enviada especial para Centroamérica a la vicepresidenta Kamala Harris, lo cual quería decir que nos tenía muy alto en su agenda. Ella viajó una vez a Guatemala y ahí terminó su labor. Hizo un papel tan terrible, tan humillante y tan insultante para los centroamericanos que volvió a Washington, se escondió en su oficina y no hubo enviado especial nunca más. La semana pasada el subsecretario de Estado dijo que la reelección de Bukele es un asunto de los salvadoreños en el que no se van a meter. Y mira, a mí en parte me dan mucho gusto estas declaraciones, ojalá nos ayuden a los centroamericanos a asumir el protagonismo de nuestras historias nacionales de una vez por todas, y a dejar de esperar a que vengan los gringos a solucionar nuestros problemas.

P ¿Tiene esperanza?

R. Los periodistas somos pesimistas por deformación profesional, pero la primera lección que da la Historia es que este periodo terminará. Ahora, si las sociedades no empiezan a organizarse puede llegar algo peor. Cuando esto termine, lo peor que nos puede pasar es volver al país que teníamos antes.

P. ¿Qué puede aprender la sociedad occidental de lo que está pasando en Centroamérica?

R. Que las democracias son muy frágiles y nos toca cuidarlas a todos. Los políticos, también en Europa, parecen más concentrados en robar cuotas de poder al rival que en procurar una vida más digna para la población. Eso debilita mucho nuestro sistema y por eso vemos el surgimiento de fuerzas antidemocráticas que aspiran a llegar al poder por la vía democrática. Que alguien como Javier Milei tenga posibilidades reales de gobernar Argentina parece una broma macabra de la Historia.

P. ¿Qué responsabilidad tiene el periodismo frente a esa deriva antidemocrática?

R. Los periodistas tenemos mayor responsabilidad que nunca en un momento en que tenemos menos impacto que nunca. Y esta es una paradoja que no sabemos resolver.

P. El año pasado recibió el premio Héroe Mundial de la Libertad De Prensa. ¿Es el periodismo una profesión heroica?

R. Yo no soy un héroe ni quiero serlo, pero de los dos centroamericanos que recibieron ese premio antes que yo, uno está muerto y otro en la cárcel. Es un precio que nadie debería pagar. Este no es un oficio de héroes o, al menos, no debería serlo.

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