Crisis de corrupción en el oficialismo

El cobarde y vil asesinato del candidato presidencial del Ecuador, don Fernando Villavicencio, el pasado 9 de agosto, que trajo luto y dolor a su pueblo, también ha marcado a nuestro país.

Luis Arnoldo Colato Hernández*

En febrero pasado, el señor Villavicencio realizó una serie de señalamientos contra el ejecutivo salvadoreño, en razón de los tratos que éste ha celebrado con criminales, entre los que destacan un tal Xavier Jordán, así como Leandro Norero.

De acuerdo a lo referido por el señor Villavicencio, Xavier Jordán nos vendió insumos médicos a sobreprecio, comprando y corrompiendo voluntades de funcionarios públicos; y Leandro Norero vendió en iguales términos a nuestro país, los alimentos que se repartieran en el territorio, adquiridos de empresas de fachada del narco mejicano, en los terrenos que expolian de los estados del golfo.

Se habría tratado entonces y de acuerdo a esto, de sendas operaciones de lavado de dinero público, donde en el caso salvadoreño, las autoridades del país habrían participado conscientemente.

Tales informes como las acusaciones vertidas por el candidato habrían sido confirmadas por la DEA, las autoridades ecuatorianas y mexicanas.

Acá, empero, estos señalamientos no son cosa nueva, pues casi desde que se iniciara la emergencia pandémica empezaron a conocerse sus pormenores, denunciados por la DEA en su portal, sin que se promoviera por ello ninguna investigación de parte de la FGR y sí ensordeciéndonos con su silencio cómplice.

Ahora el ejecutivo salvadoreño emprende su campaña contra la corrupción doméstica, haciendo gala del proceso que se le sigue a un diputado, al que se le habría retirado por solicitud de la FGR, su fuero legislativo; o el caso de su compañera de bancada, a la que, por su indiscreción, crasa incompetencia y descarnada corrupción, fuera impelida de correr por otra curul.

Estos casos abanderan la lucha frontal que en contra de la corrupción se sigue supuestamente desde el gobierno.

Sin embargo, lo cierto es que este gobierno es completamente corrupto, en todo nivel y en la totalidad de sus componentes.

Así las cosas, la debacle es total, no suscrita a casos aislados e intrascendentes de algunos cuadros partidarios oportunistas del oficialismo, sino toda una gestión que por completo es corrupta, habiendo concretado negociaciones directas con pandillas, a las que beneficia aún ahora, como transado con el narco y el crimen organizado, habiendo así degenerado en la mayor cleptocracia mitómana latinoamericana, solo después del estado fallido de Haití. Sin filosofía o ideario propio, plan de trabajo o propuesta de desarrollo, el régimen se rodeó solo de arribistas y oportunistas, que no pierden ocasión de apropiarse los bienes públicos a su alcance, por lo que, el esfuerzo del ejecutivo por aparentar enfrentar la corrupción no pasa de ser un vulgar acto de propaganda que nadie se cree.

El hecho es que es su último cartucho, que claramente ha desperdiciado, por lo que ahora queda sensibilizar a la población, convenciéndola de reconstruir la opción democrática, de apostar por la República, pues no existe otro camino.

Solo la institucionalidad, la legalidad y el trabajo.

*Educador salvadoreño

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