Construyendo la unidad ante el sistema

Hace unos días surgió en los medios de comunicación la noticia del esfuerzo de varios sectores en camino hacia la unidad para adversar al régimen que por hoy gobierna al país. Esta “unidad” de ciertos actores políticos todavía tiene mucho camino que recorrer y el solo hecho de declararse progresista no basta.

Por: Edwin Felipe Aldana Aguirre*

En primer lugar, deben ir dejando en claro si el objetivo central es la derrota del Régimen actual de nazismo tropicalizado o de apartheid seudo democrático o bien, si su objetivo estratégico es el enfrentamiento contra el sistema. Esta definición es crucial para lo que se pueda esperar de práctica política nueva, de quienes en su momento no tuvieron ni la claridad ni la valentía, para denunciar y adversar el contubernio de algunos sectores de la llamada izquierda del fmln con la oligarquía.

Ahora bien, este puede ser el mejor momento de la corrección y del reencause de una verdadera oposición al sistema, que asuma la construcción de la unidad social y política de las mayorías populares. Y ponemos adelante lo social, porque, en definitiva, sólo la unidad social puede dar paso a una poderosa unidad política. Y como bien dice M. Foucault, el poder, son relaciones de poder. De ahí que, ese nuevo poder debe irse gestando desde la realidad, no teórica, sino realmente, echando raíces desde la vida del pueblo pobre y trabajador.

Una buena parte de la oligarquía siempre ha estado en el Poder, es más, siempre ha sido el poder dominante; y nunca lo dejó de ser, aún dentro de los 10 años de la izquierda en el gobierno, lo cual resultó más rentable para ésta el acostarse con la oligarquía, que seguir luchando por el verdadero poder en favor de las mayorías.

La primacía de la realidad, como apunta Ellacuría; -al cual deberíamos estudiar con más hondura y no solo las dirigencias, sino y sobre todo llevar el pensamiento de Ellacuría a todos los rincones del país-. Pues bien, esta realidad nos muestra que hay un mar de intereses y necesidades en el pueblo salvadoreño; y que, por cierto, los sectores que ahora concurren para iniciar la construcción de la necesaria unidad, -esperamos que sea de cara al sistema-, tengan la capacidad de ser conscientes de los intereses que les mueve. No podemos repetir la practica que marca aquella canción que dice: Quítate tú pa ponerme yo, quítate tú…

El régimen actual no guarda las apariencias, no necesita hacerlo. Ya los nazis y los gringos nos han enseñado que la mejor mentira es la que lleva una buena dosis de verdad.

Las pandillas que de suyo servían a los intereses de este sector de la oligarquía, haciendo inviable cualquier convivencia en nuestra sociedad mediante el terror criminal, eran uno de los mecanismos más importantes para la expulsión de las personas de su casa y de su país. Y ese sufrimiento de la gente, esa cruel y sangrienta realidad, no sólo servía para que los seudo cristianos mostraran sus rostros compasivos y sus sentimentales artículos y ensayos; sino que, también, Y eso es lo maravilloso, esa sufrida parte del pueblo salvadoreño, con su trabajo honrado y duro sobrevive fuera de su tierra y convierte su esfuerzo en remesas para beneficio de esa oligarquía comercial que ahora tiene el gobierno al cien por ciento.

Junto con las pandillas, el desempleo, la pobreza y la inseguridad de todo tipo, son los mecanismos que sustentan el modelo, el cual este régimen ha ido modernizando. En consecuencia, el desempleo es estructural, responde a la necesidad del modelo y, por tanto, debe ser uno de los ejes de lucha, pero también, debe ser uno de los ejes de la resistencia, creando desde ya y potenciando lo que ya existe de resistencia económica de la gente para sobrevivir. Pero, además, deben mostrar un planteamiento claro respecto a la derrota tan necesaria de las pandillas. Éstas se convirtieron en un monstruo para la gente y cometieron el error de disputar el poder al sistema. Por eso les hacen la guerra, no porque les interese la vida de la gente. Las pandillas dejaron de ser útiles al sistema, ya no les es rentable y de buena apariencia utilizarlas.

Pero el Modelo sigue vigente y modernizado y sigue teniendo los mismos puntos de apoyo: El desempleo, la pobreza, el autoritarismo y la violencia, y la ausencia de un auténtico estado de derecho democrático. Desde este marco se entiende la guerra hacia los sectores populares que tienen un espacio en el mercado. Expulsarles y quitarles sus medios de vida, sin que medie un diálogo para hacer más bonito, seguro y funcional el ejercicio del comercio; simplemente los expulsan del mercado porque los consideran una molesta competencia, ya que, de hecho, los señores de ahora, quieren captar el 100% de las remesas y la Competencia en el mercado no es algo a respetar. En ese mismo sentido va el desplazamiento de las personas mayores y que todavía son productivas. No hay lucha generacional, sino que, simplemente expulsión de más gente del país y con una intencionalidad electoral hacia los jóvenes y el interés por las remesas que de paso sostienen al sistema.

La gente se sigue yendo del paraíso, por falta de empleo, pobreza, el autoritarismo y la violencia plasmada en un régimen de excepción y la ausencia de un marco democrático auténtico que imposibilita una sana convivencia para todos y todas.

Sin partir de esta realidad concreta e histórica, a lo sumo tendremos unión de sectores que antepondrán sus intereses mezquinos y electoreros, por encima de lo que necesita realmente la nación. Por tanto, invitamos a revisar los intereses de los agrupamientos, las visiones, las necesidades reales de la nación y esa utopía que se debe ir actualizando en el paso a paso del esfuerzo de educación y organización de los diversos sectores de la nación salvadoreña y centroamericana. Solamente de esa praxis puede surgir, lo que marca Marcela Brito: una auténtica y sencilla Fraternidad Solidaria, en su libro sobre Ignacio Ellacuría.

La unidad no puede ser la suma de las partes, eso es más una unión; y como tal se puede romper si las circunstancias así lo marcan; ya que esa juntura responde a un momento y a un interés preciso. La unidad que planteamos debe irse gestando desde la vida de las mayorías y de cara al futuro que queremos para la nación salvadoreña. Esa unidad como tal que parte de la realidad debe ser estructural y dinámica como lo es la realidad.

Y la realidad histórica nos muestra la diversidad que somos y, sin embargo, no podemos negar como ejemplo, que muchos sectores empresariales y profesionales también están siendo afectados por el régimen. Muchos de estos sectores tienen una visión nacional en la cual cabemos todos. Realistamente debemos ir superando esas visiones sectarias y puristas de la seudo izquierda. De hecho, la base programática que hay que ir construyendo, jamás debería priorizar privilegios de “vanguardias”, porque de lo que se trata ahora, es de que esas mayorías populares y sectores democráticos se vayan convirtiendo en los verdaderos sujetos de la transformación estructural que necesita nuestra sociedad. Eso pasa por la dignidad de cada persona, por el crecimiento como ciudadanía que gestiona sus formas de convivencia, por el respeto de la diversidad que somos, por la superación de todas las formas de violencia en nuestras relaciones, por una nueva ética que se vaya expresando desde ya en esa fraternidad política, social, humana y de fe.

Antes de llegar a un gobierno, hay que priorizar ser poder social; y eso pasa por tener desde ya una visión de seguridad, como seguridad humana, que no solo tiene que ver con policía, leyes y cárceles. Hay que ir gestando desde ya una propuesta y práctica económica que le permita a la gente una mejor vida, y eso pasa por la solidaridad efectiva como compromiso personal y comunitario.

La construcción desde ya, de una nueva cultura solidaria que se anteponga a la cultura del capital; una cultura que debe nutrir no solo la convivencia comunitaria y social; sino que, también la convivencia de las parejas en donde vayamos superando el espíritu de propiedad y posesión del otro u otra, y fortalezcamos el sentido de la relación amorosa y como tal libre de cadenas y maltratos criminales. Que la niñez sea el centro de nuestra preocupación y que nuestra acción hacia ellos y ellas sea en la dirección de su felicidad, ya que, si tenemos niños y niñas felices, tendremos jóvenes buenos y entusiastas.

Todo eso no se hace desde las Redes, la radio, la televisión y los discursos en las tarimas o en las oficinas progresistas y académicas. Eso se realiza desde la misma vida de la gente, de sus problemas, de sus necesidades, de sus sueños y de sus luchas que son amplias y diversas. Y claro, si después los pensadores y pensadoras desde la oficina, casa o cualquier espacio universitario o no, desde el escritorio se sienta a la tan necesaria teorización o reflexión sobre la realidad; sepamos que eso constituye la praxis; una reflexión que es lanzada desde la realidad, queda atenida a ésta desde la cual se gestan las acciones transformadoras, para volver de nuevo críticamente a esa misma realidad como criterio de verificación. Prioritariamente es la vida de la gente la que debe ir cambiando y no sólo la vida de iluminados dirigentes.

Sin pueblo, no hay revolución.

*Docente universitario e investigador social.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: