Un juego de muerte

Cuando tuvimos la visita, a la colonia en Mejicanos, de los Escuadrones de la Muerte. Flotaba en el ambiente de muerte el enigma del porqué no había entrado a la casa de la familia, si era el lugar por el cual preguntaban. Sabíamos que era a nosotros a quienes buscaban. Pero los compas fieles a sus convicciones y quizá ya resignados a su destino de muerte, no dijeron nada.

Por: Igor Iván Villalta Sorto*

Las hipótesis del porqué no ingresaron eran muchas y variadas, pero a ciencia cierta, lo único que sabíamos era que los compañeros no nos delataron. Ahora conversando con un vecino me dice: yo, salí a comprar un trago cuando vi el culo del Mazinguer, vehículo de transporte militar, y un chavo de nosotros andaba con ellos.

Y ¿quién era ese chavo?, cuestioné, el vecino mirando al suelo y sin deseos de aportar más detalles, respondió: Al chavo ya se lo dieron (mataron), pero ¿cómo se llamaba? Era el Coca. Ahora el enigma es: ¿qué paso por la cabeza a aquel joven adolescente para no denunciarme?

El Coca, fue miembro del colectivo y sabia perfectamente de nuestras acciones. Lo único que puedo pensar es que lo dejó al juego de la muerte. No sería él quien me denunciara, sería mis camaradas, mis amigos, los que se encargarían de jugar con mi suerte. El respetó su decisión. Ya que nadie me delató, no lo haría él.

Posteriormente supimos que este individuo trabajaba con el enemigo, pero en esos casos no existe nunca certeza completa. Me avisaron que quería conversar conmigo. Un comando urbano llegó a la colonia a ajusticiar al Coca y a otros colaboradores de los Escuadrones de la muerte, posteriormente descubrimos a los actores materiales de la masacre. Otro comando los visitó para vengar la muerte de los compañeros.

Sé que estas son escenas terribles, que muchas veces retuercen el espíritu, pero no queda otra. Es la realidad de la guerra.

*Biólogo investigador

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