¿Acaso la salud mental no es tan importante como la obesidad, la hipertensión o la influenza?

Depresión, suicidio, esquizofrenia, así como otros padecimientos de salud mental requieren de una atención especial en el sistema de salud mexicano. El bajo presupuesto destinado a la salud mental, y la falta de reconocimiento de la importancia que tiene para el adecuado desarrollo de la población y de una nación, son aspectos que deben estudiarse a profundidad.

Por: María de la Luz Sevilla González*

Existen latitudes como Helsinki que haciendo eco del llamado realizado por la Organización Mundial de la salud (OMS) frente a la pandemia de COVID-19  han presentado una Declaración en la que reconoce a la salud mental , como base fundamental del desarrollo integral de la población(1). En 2016 se creó la implementación de acciones y experiencias por la asociación europea de Psiquiatria(2). Recientemente en 2021 se ratificó el Plan de acción Europeo de Salud Mental , basado en la Declaración del plan de acción de la OMS sobre salud de niños y jóvenes con discapacidad y sus familias(3).

Frente a la pandemia que en México y otros países de Latinoamérica,  todavía se encuentra activa,  se han agudizado los padecimientos asociados a la salud mental, es de reconocer la dificultad en la que se presentan en diferentes grupos etarios. En necesario tener en cuenta que la prevención y tratamiento oportuno de algunos trastornos, en ocasiones pueden revertirse, si se tratan a tiempo, ejemplo de ello, es con lactantes en la etapa de neuro desarrollo, que contaron con asfixia perinatal, con un seguimiento oportuno y temprano, posterior al nacimiento, pueden evitarse alteraciones motoras secundarias, e incidir en el desarrollo cognitivo, escolar, familiar y social del menor y evitar así, el rechazo, maltrato y estigma social.

El incremento de alteraciones en el comportamiento de los sujetos, el cambio súbito de un estado de ánimo a otro, los estados depresivos y /o violentos pueden tener relación con disfunciones bioquímicas que bien diagnosticadas mejoran notablemente la calidad de vida de quien lo padece. No existen en México cifras contundentes ni siquiera se reconocen como problemas de salud pública. No existe una cultura que promueva la salud mental, ni antes, ni durante la pandemia.

El insomnio (alteración de la higiene del sueño), la anosmia (pérdida de la capacidad olfativa), la pérdida de la libertad y libre tránsito (debido al confinamiento y miedo al contagio), la rabia, la culpa, el dolor, el sentimiento de desesperanza, las nuevas prácticas de limpieza y desinfección de alimentos, hafefobia (miedo irracional a entrar en contacto con otras personas y ser tocada), también podemos mencionar los sentimientos de culpa frente al contagio y pérdida de un ser querido, el proceso de hospitalización, el ingreso a salas de cuidados intensivos e incluso el fallecimiento y duelo, son algunos de los factores que han generado los diversos trastornos de salud mental que se han identificado.

Frente a estas experiencias de culpa, dolor y sufrimiento, los familiares y amigos de personas que experimentaron experiencias límite y de pérdidas, desarrollaron diferentes estrategias para cumplir con los rituales esperados en cada religión. Se realizaron velorios y novenarios por vía zoom para evitar nuevos contagios, e invitar a familiares que vivían en otros municipios, estados de la República Mexicana y E.U., se realizaron tarjetas virtuales vía wats app a grupos de amigos y familiares con la imagen de la madre fallecida mencionando: “Te extrañaremos  siempre”. Incluso algunas terapias psicológicas, han incluido como parte del tratamiento a pacientes con depresión, la oración, cualquiera que sea su religión o creencias; otro ejemplo interesante es el desarrollado por hospitales de tercer nivel como el Instituto Nacional de Cancerología (INCAN) la cuál ha incorporado a su atención clínica en cuidados paliativos programas de acompañamiento espiritual.

Frente a estos escenarios la reflexión se centra en desvelar que, en nuestro país y continente, se requiere de un Programa Nacional de atención a la Salud mental, al no ser parte de la lista de enfermedades prioritarias en la agenda de salud, seguiremos conociendo casos de jóvenes que a temprana edad se quitan la vida por terminar con una relación afectiva. La OMS ha realizado un llamado a nivel internacional para que los países investiguen más acerca del problema: Salud Mental, que se generen programas nacionales estratégicos de atención a la población que se encuentra en riesgo, y que fomente la capacitación de profesionales para su atención y tratamiento.

Así mismo identificar en cada región cuáles son los factores protectores que pueden apoyar programas de atención y tratamiento,  pero ¿quién puede pagar un tratamiento psiquiátrico una vez al mes cuando el costo de la consulta es elevado?  Opción que no está al alcance de las mayorías . Cierto es que siempre han existido Organizaciones de la Sociedad Civil, que trabajan con grupos específicos y grupos vulnerables. En muchas ocasiones su trabajo es altruista y atienden a la población que urgentemente requiere de la atención profesional. Existe la experiencia de que las metodologías y tratamientos que ofrecen los grupos de autoapoyo, han dado muy buen resultado, en beneficio de los pacientes que lo solicitan. No olvidemos que un porcentaje alto de OSC siempre han realizado trabajo voluntario y profesional , también han cubierto con parte de ese trabajo que le corresponde al estado realizar.

Las instituciones privadas, son quienes han capitalizado mejor estas necesidades, sin embargo, estos tratamientos psiquiátricos y/o psicológicos no se encuentran al alcance de la mayoría de los pacientes. La carrera del paciente con enfermedades mentales es larga, penosa y deshumanizada  ya que recorren varias unidades hospitalarias, la saturación de los servicios hacen que se dedican muchas horas para ser atendido, las clínicas de especialidad dan citas de uno a tres meses posterior a  la solicitud de la cita lo que genera desesperanza en el paciente y por consiguiente hace que el paciente empeore su estado de salud.

En conclusión se requiere darle mayor importancia a la salud mental, generar programas de atención vigentes en cada Institución, en cada Universidad, en cada alcaldía o municipio, se requiere generar una cultura que muestre que cualquiera de nosotros, estimado lector, podemos caer en una situación border line. Tenemos que desestigmatizar a los tratamientos psicológicos o psiquiátricos los cuales pueden devolver a la persona, mediante tratamientos farmacológicos o con técnicas y ejercicios, una vida más funcional y llevadera.  Decía Xavier Zubiri: Yo soy mi tesoro.

*Instituto Politécnico Nacional / Escuela Superior de Medicina  – México

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