Apología del Martinato

El sentido común y la historia nos antoja obligada la pregunta: ¿cómo podemos admitir un nuevo golpista en el ejecutivo?

Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*

Alguien podría justificarlo afirmando, “No sabíamos que el presente gobierno sería promotor del golpismo, nuestras expectativas eran opuestas», pero solo sería una excusa, dada la personalidad narcisista del ejecutivo.

La respuesta empero a la pregunta es simple, pero también compleja. Simple porque el modelo de democracia que practicamos delega en los partidos políticos nuestra representación, impidiendo que el soberano infiere en los grandes temas de su interés, mientras los partidos deciden privilegiando intereses de clase y sin ninguna obligación por dar cuentas de sus acciones a los votantes.

Así las cosas, los intereses soberanos simplemente han sido obviados sin que pueda hacerse nada al respecto.  Es compleja porque un político sin formación, con graves conflictos de personalidad rige los destinos del país, desmontando primero la institucionalidad para imponer su agenda en la cosa pública, sucinto al arrastre que su persona tiene sobre el electorado. Por otro lado y a pesar de sus destrezas retóricas, lo cierto es que el ejecutivo simplemente carece de habilidades empáticas que le permitan sostener un diálogo cuando éste se opone a sus intereses debido a su naturaleza intolerante.

Por otro lado, la habilidad para venderse cómo los conocimientos en disciplinas sociales no van más allá de lo que compete a sus intereses, donde no hay consideración para la posición del otro que en cambio su extinto padre sí tenía y desplegaba hábilmente cuando negociaba.  Era el Dr. Armando Bukele quién con su extenso acervo cultural transmitió en sus encuentros tales destrezas al joven Bukele, sin concluir su formación, pues nunca logró hacerle comprender que además de su persona existen los demás.

Tal hecho hace que el ejecutivo imprima un forzado sello personal en todo su quehacer como ejecutivo, donde sin embargo se advierte la influencia de la figura paterna. Para ilustrarlo recordemos el programa que el Dr. Bukele tuvo, Conceptos, a través del cual difundió su pensamiento y creencias. En uno de ellos realizó un resumen de lo que a su entender fueron los logros del martinato, destacandolo en sobremanera.

El punto es que su diatriba giró sobre, primero, un acusado esfuerzo por manipular la opinión del escucha; segundo, como la argumentación mezcla medias verdades con opiniones personales hábilmente integradas. Tercero, el afán de promover la figura de un caudillo fuerte como única vía para superar los males y vicios sociales que nos afligen.

¿Les parece reconocer en la actualidad esa propuesta?

En aquel discurso el señor Bukele padre destacó el que a pesar de ser regímenes golpistas, el martinato junto a las demás administraciones militares gestionaron más transparentemente la cosa pública, logrando desarrollo para el país, y en el primer caso, incluso acabar con la deuda pública.

Obvia interesadamente el señor Bukele el hecho que no hay desarrollo sin educación, o que el desarrollo es un fenómeno que por principio beneficia a toda la ciudadanía[no se habla de naciones desarrolladas porque solo sus élites se beneficien de ése desarrollo, pues todos son alcanzados por ésa prosperidad en la medida de su participación en ella, lo que implica que el señor Bukele Padre alaba per sé lo que los militares hicieron para que las élites de nuestro país fueran las únicas beneficiadas del modelo que impulsaron estos], ni transparencia posible habiéndo secuestrado la cosa pública, con la corte de cuentas repitiendo que todo está bien siempre, y peor aún, que la deuda externa se pagó, cuando en realidad se elevó exponencialmente con los militares gestionandola, de acuerdo a todos los anales de la época.

Entonces tenemos a un milenial sin formación académica, pero con una amplia forja en retórica, que se sabe vender manipulando emocionalmente al oyente, con el ánimo de igualar los logros paternos, lo que resuelve con la aprobación pública por intermedio de la mediática a su servicio, derivando así en un segundo conflicto porque ese logro no es consistente, mientras que el aprecio conquistado por su padre sí lo era.

Su solución, reproducir y hacer suyo aquello que su padre elogió.

Empero se imponen las siguientes realidades:

Si el martinato fracasó fue por sus horribles crímenes, sumado a las contradicciones de origen que supuso su existencia, expresada en la profundización y agudización de la lucha de clases que heredara.

Por otro lado, el fracaso del actual régimen reside en el incumplimiento de sus deberes, la extendida corrupción que ha promovido sin paralelo histórico, o la farsa de estado que ha conformado, mientras exacerba y profundiza las diferencias de clase.

Entonces el actual régimen no solo procura reproducir fórmulas fascistas agotadas por su carencia de imaginación para su administración, que suma a la consecuente ausencia de rumbo político manifiesto en la improvisación que distingue a su gestión, lo que solo podrá derivar en otra noche ochentera.

Y eso también lo enseña la historia.

*Educador salvadoreño

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