«CAE LA GATADA»

Luis Arnoldo Colato Hernández*

El término es un peyorativo de uso común, relativo al “que hace los mandados”, es decir, alguien sin mayores capacidades que se encarga de las tareas sucias, que nadie más hará. 

Es un argot malintencionado dirigido a descalificar al que «dragonea un hueso» realizando las funciones más despreciables, conformando un cuerpo indeseable pero necesario para la organización cuando ella está dedicada a lo turbio. 

Y la política, tal cual es ejercida por el oficialismo actualmente, ciertamente es turbia. 

Para el caso, en la última semana del año, la FGR realizó la detención de la alcaldesa de Soyapango, aparentemente por corrupción, quién en los meses previos se haría de notoriedad por los excesivos gastos fatuos que al frente de su comuna realizó, junto al concejo de la misma, sin atender las obligaciones que en sus funciones debió cumplir. 

Salarios, aseo, deudas, etcétera, crecieron exponencialmente bajo su administración, mientras incumplió sus funciones, fracasando así en las tareas que le encomendaron los soyapanecos. 

Sin embargo, el caso en cuestión no es particular, pues las mismas circunstancias se repiten en la mayoría de las comunas administradas por el oficialismo, en la totalidad ministerial, en la mayoría de las oficinas estatales, y con muy, muy contadas excepciones. 

Podemos entonces calcular que si la cosa va en serio veremos en las próximas semanas una profunda y muy extendida purga partidaria con el ánimo de sanear de esos muchos elementos corruptos al instrumento de cara al venidero proceso electoral, alcanzando particularmente al entorno presidencial. 

O, por otro lado, es apenas otro de los muchos shows a los que el régimen ya nos tiene acostumbrados, con los que pretende aplicarse una lavadita, conservando así lo cool para las elecciones de medio tiempo. 

¿Y ya en serio? 

Ya en serio de lo que se trata es de justamente aplicarse una rápida lavada de cara, volverse presentable a pesar del desgaste, enganchándose a los incondicionales, los irreflexivos que no importando lo crudo de la aplastante evidencia, sencillamente desconocen la decadencia y descomposición del régimen que nos gobierna. 

Y es que por donde se lo quiera ver, el régimen constituye la peor cleptocracia mitómana de nuestra historia, que incluso regula sus excesos mediante una legislación, silenciando a la población mediante otra, mientras se ampara en su particular corte suprema, facturada a la medida, llevando la cosa a niveles que superan al PRUD o al PCN y a ARENA, pues la fórmula se reduce a mentir, robar, volver a mentir y volver a robar, como un mantra, y la gatada, entiéndase estos funcionarios de la más baja ralea, imitando sin rebuscarse o esconderse, como tampoco se ha escondido el ejecutivo o su entorno. 

Y es que el descrédito del aparato político es completo gracias al régimen, constituyéndose en una mafia estatal, un cartel que imita, admira y celebra el martinato, rearmando y privilegiando al ejército, quizás hasta contemplando el monstruoso rango de genocida, si no retorna a la institucionalidad, abrazando la legalidad, siendo finalmente un ejemplo positivo para su gatada.  

*Educador SALVADOREÑO.

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