Las niñas y los niños como sujetos políticos (II parte)

Esta soberanía política pasa a través del cuerpo. Por ello cuando estos niños nacen, representan en forma expresa o tácita el “futuro”, el futuro que el adulto proyecta sobre el cuerpo del niño.

Por: Oscar Andrés Flórez Cordovez*

Esa forma de aparecer allí en el espacio de la historia que queda entre la intimidad del hogar y la escuela, el empobrecimiento económico de la familia y la moderna sociedad industrial, deja descubierto el cuerpo del niño para ser reducido por la mirada del adulto a sus propios proyectos políticos o a las aspiraciones de los Estados. La Revolución Industrial es un ejemplo lapidario de esta reducción de los niños y niñas al zoe griego, a una mera existencia reproductiva, a un fin instrumentalizado, a la deseable enajenación de sus posibilidades políticas. El testimonio de Sarah Gooder, una niña que trabajaba en una mina en plena época de la industrialización de Inglaterra, parece desgarrador:

Trabajo en el pozo de Gawber. No es muy cansado, pero trabajo sin luz y paso miedo. Voy a las cuatro y a veces a las tres y media de la mañana, y salgo a las cinco y media de la tarde. No me duermo nunca. A veces canto cuando hay luz, pero no en la oscuridad, entonces no me atrevo a cantar. No me gusta estar en el pozo. Estoy medio dormida a veces cuando voy por la mañana. Voy a escuela los domingos y aprendo a leer. (…) Me enseñan a rezar (…) He oído hablar de Jesucristo muchas veces. No sé por qué vino a la tierra y no sé por qué murió, pero sé que descansaba su cabeza sobre piedras. Prefiero, de lejos, ir a la escuela que estar en la mina (informe de la comisión Ashely, 1842).

Con la aparición del capitalismo, la reorganización de la familia, la reconfiguración de la relación entre el individuo, las clases y el Estado. Aparece así, el trabajo industrial que saca a la mujer y al hombre del núcleo de la familia y emerge una nueva realidad, que en la noción de Deleuze, llamaría flujo a este torrente de niños que están ahí disponibles, flujo de niños que requieren atención, que requieren ser codificados, en primera instancia como fuerza de trabajo de menor valor y luego como proyecto de instrucción y cuidado a través de instituciones de beneficencia, sistemas educativos o de lo que hoy llamamos políticas públicas. En este mismo sentido  Cunningham ha reiterado que:

La infancia de los pobres en el siglo XVII y más aún en el XVIII, fue  percibida como un tiempo de adaptación a los hábitos de trabajo. Incluía cierta  escolaridad, pero ésta estaba supeditada a la función de preparar al niño para su  predestinada vida de futuro. Más aún, era asumido que los hijos de los pobres  constituían un valor económico para sus padres (sf).

Esta acción política sobre el cuerpo de los niños y niñas, por parte de la sociedad en su conjunto y determinada históricamente, los coloca en un lugar muy pasivo;  y oculta que los niños y niñas de hoy, son el resultado de estructuras de poder, de intereses y de tipos de gobierno que esperan de ellos una determinada participación que no cuestione la enormidad del caos social propio de quienes reducen la esencia de lo político a una participación en la urnas, a ser un buen ciudadano, a separar los problemas que se ciernen sobre los adultos como si no implicaran directamente unas consecuencias sobre, en, desde, con y a través de la subjetividad de los niños y niñas.

Esta nueva mirada de la realidad de las niñas y niños nos interpela desde el lugar en que nuestras representaciones de lo político toman forma en la manera como concebimos nuestro cuerpo, el cuerpo de los otros, los intereses de los otros y los intereses que los otros, en posición asimétrica instauran en nuestra subjetividad política. Este es el lugar incómodo en el que el bios de los niños y niñas, los adultos y el Estado, se presentan en una contradicción irreconciliable de intereses, y que se desborda hoy más que nunca en una política pública de atención integral a la primera infancia.

*Filósofo – Colombia


Referencias
CORREA, R. Miralba. (2006). Contexto, interacción y conocimiento en el aula. En: Pensamiento Psicológico, Vol.2, N°7, 2006, pp. 133-148.

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