No le tengo miedo a Arce ni a Evo ni a ningún masista. No les tengo miedo, porque creo en Dios. Les pido a todas las iglesias del país que nos apoyen”, afirmó el millonario gobernador golpista de Santa Cruz, Fernando Camacho al ratificar el pedido que motivó el paro. “¡Vamos a seguir en las calles! No vamos a dar nuestro brazo a torcer porque tenemos un mandato y al pueblo no se lo traiciona”, arengó el hombre «fuerte» de la derecha.
Camacho, con el apoyo de varias iglesias evangélicas sigue atizando el fuego del odio contra el gobierno legítimo de Luis Arce y David Choquehuanca. Es muy común oír en los templos pentecostales elogios, por parte de los jefes religiosos, al paro golpista de los seguidores de Camacho. Invocando al «amor a la Biblia» que tiene «nuestro hombre fuerte», los pastores le imprimen a sus fieles un discurso racista, macartistas y xenófobo contra los partidarios del MAS, y lo hacen, como en el Brasil de Bolsonaro, utilizando a los propios pobres para enfrentar o otros pobres.
Camacho saca provecho de esto y como hizo en los prolegómenos del golpe que derroco a Evo, convoca a Dios para que esté de su lado «y de nosotros los mejores valores de Santa Cruz» para derrotar «al demonio que pérfidamente se encarama en el poder para querer destruirnos».
El millonario Camacho usa a ciertos sectores lúmpenes del pobrerío santacruceño para que bloqueen y en varias ocasiones golpeen y maten a quienes intentan cruzar las barricadas, y allí también se oyen expresiones que mezclan la religión más reaccionaria con el hecho de «defender nuestros derechos», al decir de los camachistas. Como ese joven que después de enterarse que una persona que intentó atravezar un bloqueo en moto fue degollado por un alambre de acero puesto adrede por los golpistas a la altura de la cabeza: «Dios nos protege, el demonio hecho persona ha sido decapitado, cantemos aleluyas», gritó.
