Ética y política

La relación entre ética y política hunde sus raíces en el pasado. Nicolás Maquiavelo, filósofo político italiano, en el siglo décimo sexto, divorcio los principios éticos de la política, afirma el sacerdote jesuita de origen español, Carlos Valverde Mucientes, en su libro, “Ética y Política”.

Por: José Guillermo Mártir Hidalgo*

Maquiavelo escribe que la Razón de Estado legitima los medios, la finalidad del Estado es su engrandecimiento, el poder y el esplendor del mismo. Por tanto, puede utilizar todos los medios para lograr ese fin. Desde entonces se ha discutido si la política tiene o no tiene algo que recibir de la ética o puede prescindir de ella.

Martín Lutero, teólogo alemán y reformador protestante, consideraba que los actos externos del hombre no tienen ningún valor moral. Solo cuenta la fe, por lo que las obras exteriores, son simples signos accidentales de dicha fe. Las leyes políticas, por ende, atienden los actos externos y no tienen connotación moral alguna. Para el filósofo inglés Thomas Hobbes, todos los hombres son egoístas y antisociales.
Con el objeto que la vida no sea una guerra de todos contra todos, es necesario que los hombres entreguen su libertad al Estado, quien mantendrá la sujeción y el orden de todos los ciudadanos.

En opinión del filósofo inglés John Locke y el erudito suizo francófono Jean-Jacques Rousseau, la sociedad y el Estado nacen de un contrato entre los hombres. Donde cada uno pone su poder y su persona, bajo la dirección de la voluntad general. El filósofo alemán Immanuel Kant, dice que la esencia del derecho es la facultad de coacción. Es decir, el Estado puede urgir coactivamente el cumplimiento de las leyes. Mientras que el filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, concibe al Estado como la encarnación y la expresión de la razón. Del Estado provienen leyes civiles, que contemplan las acciones externas de los ciudadanos, las que se organizan para conceder a estos bienestar, progreso y libertad, afirma.

Valverde Mucientes específica que la ética es parte de la filosofía, trata de la moral y de las obligaciones del hombre. La ética estudia las acciones de la persona, en cuanto consideradas moralmente buenas o malas. La ética es la conducta humana que se atiene a normas morales. El hecho moral remite inevitablemente a la libertad humana. Siempre que obramos en posesión de nuestras facultades, sabemos cuándo obramos bien y cuándo obramos mal. Valverde Mucientes cree que existe, por encima de nuestra subjetividad, un conjunto de obligaciones morales, a modo de preceptos universales obligatorios para todos, por el hecho de ser hombres. Cuando relacionamos las normas éticas con las actuaciones políticas, nos referimos a las acciones legislativas, gubernamentales y judiciales de los hombres públicos. Y a la vez, a las acciones políticas de todos los ciudadanos. Nuestro citado afirma que la política es una actividad práctica orientada al bien común. Cualquier praxis humana debe dirigirse por principios racionales. Por eso, la acción política necesita apoyarse en una filosofía política, que constituye la ideología básica que determina la dirección de la acción política. Por lo que no hay actos humanos indiferentes o neutros, la moralidad califica todos nuestros actos. La persona es una, sus actos conscientes y libres son siempre de toda la persona. Toda persona es responsable de ellos y estos son siempre morales o inmorales.

La política ha de someterse a las normas fundamentales de orden moral natural. El derecho positivo tiene que entrar en al ámbito moral en coherencia con la ley natural. Si aceptamos que la ley natural está por encima de todas las confesiones religiosas, ésta debe ser aceptada y respetada por todos los hombres. Así que la política debe fundarse en la verdad de los principios esenciales de todo orden ético y de toda acción moral humana. La política es una técnica, un arte complicado y difícil de proyectarlo y ejercerlo. Su autonomía no puede ser tanta que en sus decisiones prescinda de la valoración moral.

El poder político siempre ha experimentado la tentación del absolutismo, es decir, dictar sus fines y sus leyes particulares de forma imperativa, que terminan en la conculcación de los derechos elementales de las personas. Sistemas como el nazismo, fascismo y comunismo han justificado sus actuaciones despóticas, en nombre de ideales generales y colectivos, despreciando a las personas singulares. El fin de toda acción política es el bien común, donde todos y cada uno de los miembros de la sociedad logren el desarrollo armonioso y completo de su personalidad. La acción política ha de tener el máximo respeto a la familia y el Estado debe tener una función subsidiaria, actuando con una orientación de servicio a las personas. Deben existir entidades intermedias entre el Estado y los ciudadanos, para que éste no se convierta en un leviatán que disponga y lo realice todo.

Por sus actuaciones, Nayib Bukele y sus funcionarios, ejercen una racionalización técnica de la política. Ésta propuesta de Maquiavelo, considera que la buena política es una política amoral. El fin es conquistar y conservar el poder por cualquier medio: derrochando, corrompiendo, conculcando leyes, debilitando instituciones, polarizando, difundiendo odio, destruyendo vidas, etc. La ilusión del maquiavelismo es el éxito inmediato para un hombre, no para una nación o Estado. El uso de medios malos para el logro de empresas políticas, está condenado a no durar. Medios incompatibles con la justicia y la libertad son autodestructivos. El maquiavelismo con su causalidad propia, labora en pro de la ruina y la quiebra. Solo mediante la democracia puede realizarse una racionalización moral de la política. El cuerpo político debe basarse en valores y reglas morales al servicio del bien común. Como lo plantea el politólogo italiano Norberto Bobbio, la política es una forma cooperativista de lograr acuerdos y consensos. Y no una forma conflictivista de favorecer a los amigos y perjudicar a los enemigos, como plantea el politólogo alemán Carl Schmitt.

*Psicólogo salvadoreño

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