Cuando D´Aubuisson se quitó la máscara

Un cuento histórico de 1980, que conté sobre la captura de d´Aubuisson, ha dado lugar a una bien vista reacción de un protagonista: Adolfo Arnoldo Majano quien el 15 de octubre de 1979 saltó a la historia como un líder del golpe militar que derrocó al general Carlos Humberto Romero.

Por: Víctor M. Valle Monterrosa

Majano es voz autorizada. Como militar y parte de una cúpula de poder por un período crucial de nuestra historia tiene información privilegiada sobre hechos políticos conocidos y otros no tan conocidos.

Es saludable el intercambio de opiniones cuando de esclarecer la historia se trata. Cuando en 1983, nuestra compatriota Jeannette Noltenius estaba escribiendo su tesis doctoral en la Universidad de Paris, sobre reformismo en El Salvador, tuvo la idea de usar, como una de sus fuentes de información, la entrevista estructurada a unos salvadoreños que ella consideró merecedores de ser entrevistados.

Recuerdo que entre los entrevistados estaban Adolfo Arnoldo Majano (n. 1938), Víctor Valle Monterrosa (n. 1941) y David Escobar Galindo (n. 1943).

Nunca vi el texto transcrito de las entrevistas, pero si puedo decir que la mía evolucionó hasta que en 1993 se convirtió en la primera edición del libro “Siembra de Vientos-El Salvador 1960-1969” que en junio próximo será presentado en segunda edición gracias al auspicio de la Universidad de El Salvador.

Cuando presenté el libro en mención, en 1993, hice votos para que otros salvadoreños presentaran su visión de los hechos por mi narrados, con el fin de que todos aportáramos una faceta de la realidad y dar lugar al poliedro que constituye la realidad completa de un fenómeno social. Por eso es importante que Adolfo Majano aporte a un hecho, que no es aislado, como es la captura de d´Aubuisson en 1980.

He tratado con Majano un par de ocasiones y, aunque no puedo ubicarlo bajo ninguna etiqueta ideológica anquilosada, creo que pertenece a esa estirpe de militares contestatarios de su casta que anhelaron hacer de los militares servidores públicos del soberano popular y no de las élites oligárquicas -y sus inspiradores externos- del país. Se vienen a la memoria algunos de los muchos: Humberto P Villalta, Julio Faustino Sosa, Benjamín Mejía, Bruno Navarrete, Francisco Mena Sandoval, Pedro Guardado, Marcelo Cruz y, por supuesto, Adolfo Majano. Sería interesante conocer los denominadores comunes de estos y otros militares de igual o parecido talante. Es tarea pendiente que ojalá la asuman los historiadores y los protagonistas mencionados.

Sigo con un par de comentarios. La operación “Piña” no estaba dirigida a Monseñor Romero, dice Majano. Eso no quita responsabilidad de d´Aubuisson como gerente del operativo. La entrevista del “Chele” Saravia con Carlos Dada, las afirmaciones de la hermana de d´Aubuisson y la calificación del embajador Roberto White sobre la condición de asesino psicópata que hizo sobre aquel, dan validez a la teoría de d´Aubuisson como autor material.

Recordar que unos días antes del 24 de marzo fatídico, se desmontó una carga explosiva en la Basílica de El Sagrado Corazón, donde Monseñor celebraría misa. Ciertamente, monseñor era presa fácil. Sin embargo, el testimonio de Saravia da cuenta de un operativo cuidadosamente planeado hasta dejar un dispositivo en disponibilidad. Por eso es creíble la opinión del plan esbozado en la agenda decomisada.

La otra tesis apunta a que la operación Piña estaba destinada a otro personaje. Sería bueno saber, inteligencia desclasificada en mano, quién era ese otro personaje. En mi caso es difícil abordar el despeje de esta incógnita por dos razones: no tengo acceso a fuentes de inteligencia y no creo que la “Piña” envenenada haya sido para otra persona que no fuera Monseñor. Por supuesto, siempre se está disponible para corregir. Adolfo Majano tiene la palabra.

Aprovecho hacer cierto paralelismo histórico. Hace 10 años di una conferencia en el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, con motivo del 32º aniversario del asesinato de Monseñor. Lejos estaban su beatificación y su canonización. Transcribo, por oportuno, parte de mis palabras.

“Asesinar un arzobispo en plena función litúrgica es algo que no sucede todos los días. Según se informó por esos días, (del asesinato de Monseñor Romero)  hacía ocho siglos que había ocurrido un hecho similar, cuando en 1170 sicarios del Rey de Inglaterra Enrique II habían asesinado, camino al altar, a Monseñor Thomas Becket, Arzobispo de Canterbury, cuando este Arzobispo aún era parte de las estructura de la Iglesia Católica y los divorcios, terminados en ejecuciones, de Enrique VIII, aún no habían dado origen a la Iglesia Anglicana bajo la conducción del Rey o Reina de Inglaterra. Seguramente los inspiradores estratégicos del asesinato de Monseñor Romero no supieron de esa rareza histórica: matar un arzobispo celebrando misa; pero sin proponérselo cometieron un hecho que entró de lleno en la historia para quedar escrito en piedra de milenios.

Se dice que antes de que Tomás Becket (ahora santo) fuera asesinado, su enemigo e inspirador de su asesinato, el Rey Enrique II de Inglaterra, dijo aquellas célebres frases: «¿no habrá nadie capaz de librarme de este cura turbulento?» y «es conveniente que Becket desaparezca»

¿Habría habido alguien que mal dijo que Monseñor Romero era un cura turbulento y que debía desaparecer? ¿Quién sería ese Enrique II de los tiempos modernos que inspiró a d’Aubuisson y a Saravia a poner en marcha el operativo asesino? La respuesta es una tarea pendiente para claridad histórica” (fin de la transcripción) .

La tarea que le dejo a Adolfo Majano es que nos dé luces sobre quién puedo haber sido el Enrique II de d´Aubuisson. Tiene que haber sido algo parecido a un reinado.

Lo bueno es saber que, según Adolfo Majano, ese día del soldado de 1980, d´Aubuisson y sus cómplices en la matanza se quitaron la máscara. Ya los destacamentos exterminadores de los legales del FAN habían comenzado a operar y el 23 de febrero de 1980 asesinaron a Mario Zamora Rivas y el 24 de marzo de ese mismo año, a Monseñor Romero. Seguían con máscara y protegidos con el enfoque del apoyo y del “ojo pacho” del alto mando militar. d´Aubussion ya había comenzado en la TV sus diatribas acusatorias contra lo que él consideraba enemigos de la patria oligárquica y del “American way”. Pero el 7 de mayo de 1980 se quitaron la máscara.

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