Los Médicos del Olimpo

Pensé que el Olimpo estaba reservado para los dioses griegos, pero no, gran sorpresa ha sido la noticia que muchísimos médicos salvadoreños tienen una suite pagada por esos lares.

Por: Francisco Parada Walsh*

Me parece algo surrealista pero no, es la verdad, el médico salvadoreño, ese dios falso que sucumbe a un ego de miseria y que, una vez que viste su blanca gabacha deja de ser humano y se convierte en una deidad.

Qué tristeza lo que viven los pacientes que deben sucumbir ante estos modernos mesías, hombres apocados, miserables que con toda seguridad, será en el hospital o en su clínica privada donde son reconocidos, apenas respetados; en las calles, testigos de la violencia social estos dioses no son nada, apenas unos mortales más.

Me regocija ver a pobres almas entrando a un súper mercado con el estetoscopio en el cuello, ¿Qué quieren decir o qué mensaje mandan a una sociedad harta de egos? Quizá que son importantes, grandes internistas, cirujanos exitosos pero al joven gondolero eso no le importa, no, él no vive de halagos, vive de lo poco que gana.

Médicos y su Olimpo, pobres criaturas con crestas de bestias, ojos bizcos, nariz envidiosa de la droga, oídos topados de indolencia, nariz insípida al dolor; esos fantoches que en su mezquindad creen que serán eternos; escribo con toda el alma, sabedor que en días, semanas  o meses puedo estar muerto, entendí mi fragilidad como humano y por lo tanto trato de dar lo mejor al mundo; creerme un ser superior ante el desvalido solo habla de mí, de mi falta de empatía, de respeto, de predicar ese “Amarás a tu prójimo JAMAS como a ti mismo”.

Contaba mi padre que en una reunión de médicos, hubo uno que dijo que para ser socio del Colegio Médico “Solo bastaba ser médico”, quizá ese bar-restaurante sea el sueño de un médico que ante su realidad, es incapaz de optar a ser socio del Club Salvadoreño, Club Deportivo Internacional y no decir el Club Campestre.

Entonces, una profesión proletaria, que no se defiende con el talento ni con nada, ¿Cómo puede aspirar a ser la élite de las profesiones? ¡Lo fue! Ahora, en un tiempo donde un joven doctor es más un adepto político que un avezado médico y cree que hacer historia es ganar unas elecciones sin saber ni siquiera que hubo conflicto armado en los ochenta ¿Es ese un miembro del Olimpo? ¡No lo es! El médico que cumple con ese popular dicho “El perico donde quiera es verde” pone su clínica o la hereda pero no vive de pírricos cientos de dólares que puede pagar una institución pública.

Recuerdo que salió a concurso la plaza del jefe de Neuro cirugía del Hospital Nacional Rosales y el salario no pasaba de quinientos dólares mensuales; entiendo que el ego es el que aplica a esa plaza, mientras, el médico que no pertenece al Olimpo sino que está en la tierra, es mi amigo, gana decenas de miles de dólares y con qué amabilidad me trata a mis pacientes; esos médicos que no son Dioses son mis amigos y su misma condición terrenal los hace infinitamente grandes.

Particularmente, haber crecido en una casa donde mi padre era médico, conozco los tejes y manejes de la medicina, las picardías, las mafias, de qué sirvió la tal famosa “Marcha Blanca” y ver la inoperancia de las mismas instituciones rectoras donde es el ministro de salud, nuestro Doktor Mengele quien, abre su changarro sin siquiera tener permiso; qué se hace con los médicos que operan de mentiras, dónde está el control contra los médicos extranjeros que, sin haber cumplido los requisitos legales saquean a mi gente y, cuando perciben el peligro, solo cambian el consultorio a otro pueblo.

¿Cómo y cuándo se investiga a esos hospitales que dan el alta antes de las 24 horas? ¡Nunca! Mientras, los dioses del Olimpo, apenas viven, deben tener ego para que se mantengan vivos, pero no mueven un dedo por un país mejor. Ser médico es ser un ente holístico, no puedo apartar mis buenos deseos, mi dolor, la pasión y mi entrega. Para el médico del Olimpo  una vez, fuera del hospital, es apenas, apenas un pobre diablo.

Recientemente uno de mis pocos amigos me aconsejó que dejara de escribir “mi gente, mi pueblo” pero no le hare caso; solo el que vive en esta realidad rural quizá entienda lo que es esa “mi gente” donde un repollo picado guisado es el plato principal y un güisquil chuponeado con tortilla es el almuerzo; entonces, sé que no soy un médico del Olimpo sino un médico del infierno que viven millones de familias, que, la carne no es un manjar, pocas veces la han comido y es a esas personas a quienes me debo.

*Médico salvadoreño

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