Máscaras y sombras, a un año del asalto al Capitolio

Según cuenta la Historia, el dramaturgo Tepis, fue quien utilizó por primera vez en Grecia las máscaras como un elemento para caracterizar a los personajes que escenificaban dramas de política, religión o de la vida cotidiana dentro de una obra de teatro

Según cuenta la historia, el dramaturgo Tepis fue quien utilizó por primera vez, en Grecia, las máscaras como un elemento para caracterizar a los personajes que escenificaban dramas de política, religión o de la vida cotidiana dentro de una obra de teatro.

Generalmente, las máscaras mostraban una expresión de tragedia o risa que permitía a los actores, dentro de una misma obra, cambiar sus roles o mostrar diferentes estados de ánimo.

Los actuales políticos estadounidenses, cual émulos de los actores del teatro clásico, cambian con absoluto cálculo las máscaras en escena, en dependencia de la «obra» que pretenden presentar ante el mundo.

Si los mercenarios que en Cuba, Nicaragua o Venezuela, pretendieron generar el caos y facilitar una agresión militar estadounidense, son condenados por sus actos, en cumplimiento de la ley, como corresponde hacer a un Estado de Derecho, los señores del imperio, por su parte, «rasgan sus túnicas» y, como por arte de magia, los convierten en «luchadores por la democracia» y «presos políticos».

Resulta interesante cómo funciona el juego de máscaras cuando se trata del escenario estadounidense.

Un año después del asalto al Capitolio, sede del Congreso de EE. UU., por una horda de trumpistas que dejó un saldo de cinco muertos y unos 140 agentes heridos, aún no se «ponen de acuerdo» sobre si fue un motín, una insurrección o una conspiración.

¿Cómo llamar a los asaltantes? ¿Fue una revuelta política? Algunos expertos en el tema aseguran que ocurrió una insurrección fallida o un intento de golpe malogrado.

Carolyn Gallaher, decana adjunta de la Universidad American School of International Service en Washington, experta en violencia organizada por actores no estatales, señaló que «el objetivo era evitar que Joe Biden fuese declarado el ganador formal de las elecciones… Parecía un motín o disturbio», según citó Público.

Por otro lado, Joseph Young, experto en terrorismo y guerra civil, subrayó que «estaban atacando al gobierno para cambiar al gobierno», dijo la misma fuente.

La Oficina del Fiscal Federal para el Distrito de Columbia ha presentado cargos contra más de 700 personas por aquellos hechos. ¿Serán considerados «presos políticos» o simples y vulgares asaltantes?

Está en plena acción el drama para minimizar lo acontecido, aunque una buena parte del pueblo estadounidense exige que se esclarezcan los hechos.

No es difícil imaginar que, como en el teatro clásico, pretendan resolver la trama a través del «Deus Ex Machina», pero la vida real no es una obra de teatro, faltan demasiadas piezas en el tablero. Lo cierto es que los grupos ultraderechistas Proud Boys y Oath Keepers, implicados directos en los acontecimientos, no han sido tocados, así como otros muchos personajes responsables de la asonada.

Tomada de: www.granma.cu

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