Carta a Nicolás Martínez

Gracias Señor Nicolás Martínez por su legado que deja a todos aquellos  que admiramos su honorabilidad. Sus apellidos son la dignidad, la honradez y  la valentía, y todo lo bueno que un hombre en todo el sentido de la palabra enseña a un país tan sediento de personas como usted.

Por: Francisco Parada Walsh*

Dijo lo que tenía que decir en el momento que se tenía que decir, no hubo miedo a las repercusiones ni a la maldad y eso no es de hombres mediocres sino de seres humanos que trascienden en la vida y nos enseñan lo mejor y no con palabras, sino con hechos.

Su definición de un hombre  como usted, lo eleva a esos lugares reservados para los grandes, no hablemos de monumentos si no de un Olimpo visitado por los dioses de la verdad. Sepa cuánta admiración guarda mi persona hacia usted, y debe descansar en una paz a la que no todos tenemos derecho.

Gracias por demostrar que en El Salvador y en el mundo hay personas que fueron criadas con valores y de sobra, es su caso. En un país donde se roba, se desaparece, se incendia, encontrar la verdad no es fácil, sin embargo, con su voz pausada me enseñó que la mejor herencia que deja a su familia y a un país, es que se debe hacer lo correcto y siempre; mientras, el país es despedazado por sabandijas que callan, que mienten, que adulan.

Usted decidió caminar por la vereda empinada, tomó el camino más difícil y sin duda alguna, la paz que eso trajo a su vida, no tiene precio. Gracias Señor Nicolás Martínez por dar una lección de honradez  al país, palabra esquiva y huraña en una sociedad totalmente sin valores. De su vida hay tanto por admirar, sin embargo hago público este agradecimiento para recordarlo y que siempre la honradez, el valor y la dignidad son y serán  más importantes que poderes ficticios.

Señor Nicolás Martínez, le llamo “Señor” porque lo es, esa palabra no la da el dinero, ni cargos pasajeros, claro, en una sociedad que vive en una negación poco importa rendir tributo a lo bueno, a lo excelso sino que nos conformamos con lo mediocre, con la mentira, con la nada. Usted ha sido un padre para un país al llevar la dignidad de su nombre a todo un pueblo que ve en usted, lo que hace la diferencia: La verdad.

Hombres completos que no tienen miedo a nadie, le tienen miedo a quedar mal consigo mismos, a fallarle a su esposa, a sus hijos; pero su vida no fue así, no le falló a nadie y sirva su valentía de ejemplo a imitar por propios y extraños. Nuevamente el país pierde a un gran hombre, a un gran padre de familia; no sabe cuánto hubiera querido conocerlo, ser su amigo para seguir aprendiendo grandes cosas, reservadas para los extraños, los raros, esos hombres que vinieron al mundo a colonizar almas, a enseñar amor, a dar respeto al otro, a ser humildes y grandes, hombres de luz, seres brillantes que dejan una estela de honor a su paso.

La vida es rara, y quizá injusta, a usted lo vi cumplir quizá la misión más difícil que le tocó vivir y ¡Sí que lo hizo bien! Con ese ejemplo, sé que así fue su vida, siempre con la verdad en el pecho; siempre se admira a personas como usted, cuántos no quisiéramos un presidente de su altura pero no, usted es el molde donde se tallan los más finos diamantes y no, usted está en otro nivel, muy, muy arriba para ser un dignatario,  y quizá sea su lugar ese hogar que construyó, donde su familia sienta que su corazón sale del gozo de haber tenido un hijo, un esposo, un padre como usted.

Gracias Señor Nicolás Martínez, gracias por su ejemplo a un país derrotado y sin cariño y gracias por su grandeza como profesional, como padre de familia, como un hombre de verdad. No hombres mediocres.

*Médico salvadoreño

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