Zimbardo

“El experimento de la cárcel de Stanford es un conocido estudio psicológico acerca de la influencia de un ambiente extremo, la vida en prisión, en las conductas desarrolladas por el hombre, dependiente de los roles sociales que desarrollaban (cautivo, guardia). Zimbardo estableció varias condiciones específicas que esperaba que provocaran la desorientación, la despersonalización y la des individualización. Los juegos de roles o juegos de poder detallan la facilidad para manipular determinada conducta, desde la máxima agresividad con consecuencias fatales hasta la sumisión grupal”.

Por: Francisco Parada Walsh*

Nuevamente llega la violencia a El Pinochini de América, llámese incendios provocados, hambre, desempleo, migración, despidos y más; cada una de estas formas de violencia pareciera que es nuestra epidermis, nuestra piel acartonada de tanto sufrir y deben los roles tomar vida, por un lado tenemos a un estado en mal estado y a un pueblo que no es pueblo; los estímulos están para que por un lado la violencia del estado someta al pobre y por el otro extremo tenemos a un país que como una bellísima canción mejicana, la vida no vale nada.

Solo un muerto se necesita, uno tan solo para crispar nuevamente a la nación a un despeñadero de proporciones inimaginables; parece que somos un tubo de ensayo donde a quien se le ocurra nos hierve, nos congela, nos detiene en el tiempo pero sobre todo nos observan y disfrutan nuestra tragedia.

Pregunto al lector ¿Se imaginó que El Salvador volvería a otra guerra civil? ¿Se imaginó que el presidente de la república no cumpliría ni siquiera una de sus ofertas electorales? Todo fue un show bufo, que un cándido y violento pueblo creyó, apostó y aun, muchísimas personas no han entendido que el futuro de sus hijos y nietos no existe ¡No existe!  Todo se perdió, y es el experimento  Zimbardo quien creyendo que el pueblo ama el sufrimiento  hace hasta lo imposible por someterlo, por maltratarlo, por acabarlo.

Y por otro lado tenemos a un pueblo estoico como pocos, hambriento como solo nosotros y perdidos como el estado donde nos tocan las nalgas y las volvemos a poner. Es una tristísima realidad, sin embargo se debe conocer el ADN del salvadoreño, los juegos de guerra apenas comienzan, no parece que haya vuelta atrás y sin embargo todo el mundo nos observa y queda en evidencia que no importamos ¡a nadie! son los gringos que tienen el sartén por el mango y el mango también quienes quizá nunca en su historia un país perdido tropical y mentalmente los ofende, los intenta expulsar, los agravia, los acusa y no hacen nada, todo es una trama donde todo está permitido y el experimento de Zimbardo  cada día se robustece, cada actor sea el guardia de la prisión (estado) o el recluso (pueblo) toman como propia su fuerza bruta y por el otro lado, su desgracia a tal punto que ni uno ni otro saben qué hacer, mientras el alcaide de la prisión goza a costa del dolor del recluso.

Algo inimaginable lo que vivimos pero nada nos sacude, preferimos la ausencia en la realidad que siquiera ver el futuro que se viene. Somos un rebaño que bala y como cabras montañesas nos tiramos a la muerte, un conglomerado que es incapaz de revisar su historia, eruditos de la nada y especialistas del todo; nada de lo que nos sucede no es ajeno, todo lo tenemos merecidos por cobardes, por indolentes, por malos hijos de una patria que no es la mejor madre, pero madre al fin.

No fue Zimbardo quien escribió las siguientes frases, fue Isócrates, que en el año 350 antes de Cristo dijo: “Nuestra democracia se auto destruye porque ha abusado del derecho de igualdad y del derecho de libertad, porque ha enseñado al ciudadano a considerar la impertinencia como un derecho, el no respeto a las leyes como libertad, la imprudencia en las palabras como igualdad y la anarquía como felicidad”.

Tristemente, Zimbardo e Isócrates nos dibujan, nos calcan, nos señalan que sencillamente, tenemos lo que merecemos, nada extraño  en un espejo donde nos vemos desnudos y ante la miseria humana que contemplamos preferimos voltear la mirada hacia la nada antes que contemplar nuestras ruinas humanas.

*Médico salvadoreño

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