Una Calma Aparente

El mundo atraviesa una aparente paz. A pesar de lo durísimo que fue el inicio de la pandemia parece que todo empieza a volver a su lugar, esa es la impresión que se vende pero dentro de esa pasmosa tranquilidad hay personas que el dolor, el llanto y la muerte de millones de hermanos, los hizo infinitamente ricos ¡Asquerosamente ricos! hasta hace dos años creía en la bondad, en la integridad de los líderes mundiales pero no, todos ellos, sabedores de esta tragedia poco les importó sacrificar a su gente en un experimento donde somos nosotros los cobayos a estudiar.

Por: Francisco Parada Walsh*

Aunque duela, nunca la vida volverá a ser igual; no solo nos desnudaron ante el miedo sino que, cambiaron la bitácora de nuestras vidas; somos más indolentes, vivimos en un mundo donde debemos dar rienda suelta a todo lo que deseamos, dejamos de pensar en el otro para concentrar nuestro dinero, y algún  poder en nosotros.

Tristemente mi país, ese El Salvador que no salva a nadie, aparte de ser barrido por el virus y por la maldad más pura de un estado, le pegan un tiro de gracia al hacer del bitcoin la moneda de curso legal. Definitivamente más jodidos de lo que estamos dudo que podamos estar sin embargo la perversidad de nuestras autoridades no tiene límite y por ende, todavía falta tocar fondo. No entiendo a un vendedor de cocos, de minutas, de lorocos usando una moneda que en China fue declarada ilegal, y que solo aquí, quedando exentos 194 países restantes nos obligan a morir de hambre.

Esa calma aparente es solo un maquillaje, debe el lector conocer a un salvadoreño que ante una debacle económica como la que vivimos poco le importará morir ametrallado, hay más dignidad en esta forma de morir que quedarnos encerrados en una casa y morir a pausas.

Creí en los líderes mundiales, por algunos sentía muchísima admiración pero mi castillo de naipes se derrumbó, el mundo está siendo masacrado por el supra poder y cada gobierno de países del tercer mundo vieron en la pandemia una forma de saquear lo inimaginable; de repente estamos solos, a la deriva, nadie nos protegerá, nadie; lineamientos que brotan del mismo infierno en contra de  la humanidad; nadie está a salvo, solo el supra poder.

Esa calma aparente quizá no llegue a buen fin, más temprano que tarde ese mundo sometido despertará y estaremos frente a otro tipo de guerras, ya lo vivimos, la guerra química no es historia, no, esa guerra nos enfrenta a un enemigo invisible, y lleva todas las de ganar. Esa calma aparente debería ser nuestras vidas, aspirar a una vida tranquila y no aspirar drogas; soñar que vivimos en nuestra patria y cuidarla, amarla y que ella nos arrulle pero no, el objetivo es el rompimiento del tejido social y casi se ha logrado, muestra de ello es que usted y yo amigo lector no podemos expresarnos libremente y decir que estos ladrones se han quebrado el país pues puede ser víctima de un ataque verbal o perder alguna amistad, que nunca fue.

No entiendo cómo pudimos llegar a esto, somos tan insignificantes que gracias a esa pacotilla de líderes mundiales nos han enseñado a que la muerte ya no sea algo importante, doloroso, fuerte en nuestras vidas sino que el ser querido se convirtió en desecho y debe ser desaparecido en horas ¡Cómo puede estar sucediendo esto! No lo sé, me duele en el alma la tragedia que vivimos como mundo pero que a un país pobrecito en todo sentido se le encuarentene, se le roba su dinero, se le cambia su moneda;  en  definitiva tenemos las autoridades que merecemos pues  ningún miembro del gabinete, diputado o presidente nos puso una pistola para obligarnos a votar por ellos, no; fuimos mansos borregos que llegamos a aguar sin que nadie nos puyara las nalgas, solo que el río Lempa no era agua la que llevaba a tantas comunidades, sino la inolvidable Sopa de pitos, correntada de sopa de pitos; ¿Tan pendejos somos? Y nos sobra.

No se queje, no se ufane; todos, cada salvadoreño sea fanático o adverso lleva el mismo derrotero: Morir de hambre.

*Médico salvadoreño

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