El presidente estadounidense Biden, su fe católica y su política (primera parte)

Por Lindy «Luis» Scott, Universidad de Whitworth- EUA.

Ser una persona de fe en el mundo político actual no es nada fácil. Ser católico practicante y presidente de los Estados Unidos es aún más difícil.

En primer lugar, uno hereda la historia nacional estadounidense con su trayectoria dada: la conquista anglosajona protestante a la mano con la creencia en el destino manifiesto, la esclavitud de millones de africanos y sus repercusiones hasta la fecha, el haber usado la bomba atómica al final de la Segunda Guerra Mundial, un presupuesto federal con el cual uno puede o no estar totalmente de acuerdo, una abundancia de vacunas contra el virus COVID-19 mientras que el Sur Global enfrenta una escasez, etc. Tomando en cuenta tales hechos, vale preguntar: ¿hay que hacer recompensas por injusticias previas?

En segundo lugar, no existe una tabla divina de los Diez Mandamientos sobre cómo gobernar un imperio. Por ejemplo, no hay un consenso entre los teólogos si el pacifismo o la guerra justa es la postura más adecuada para la fe cristiana. ¿Es moralmente aceptable negociar en las decisiones legislativas o ejecutivas de modo que el presidente tiene que aceptar lo menos malo entre los males? ¿Los fines buenos justifican los medios malos? ¿Es válido exagerar los beneficios de las políticas propias y mentir sobre o distorsionar las consecuencias de las políticas de sus rivales? ¿Qué debes hacer con las críticas que vienen por parte de líderes de tu misma religión?

En tercer lugar, hay presiones enormes de toda índole: económicas, éticas, partidistas, nacionales e internacionales, etc., que complican las decisiones. No se puede satisfacer a todos. ¿Es importante promover legislación bipartidista o es mejor imponer decisiones con solamente los votos de representantes de su propio partido?

En cuarto lugar, no todos los ciudadanos recibirán los beneficios de las decisiones del presidente en las mismas proporciones. ¿A quiénes debe favorecer? ¿A los pobres? ¿A los donantes? ¿A la gente en su país o a la gente en todo el mundo? ¿A la población contemporánea o a las generaciones futuras?

Y la lista sigue y sigue y sigue… No es nada fácil ser una persona de fe que trata de actuar de acuerdo con la ética cristiana y ser presidente del imperio norteamericano a la misma vez.

El presidente Joe Biden es el segundo presidente estadounidense de la religión católica romana. John F. Kennedy fue el primero (1961 a 1963). Hace sesenta años en la sociedad norteamericana, existía una sospecha generalizada sobre una influencia exagerada del Papa en la política de Kennedy. Como consecuencia, Kennedy minimizó el papel de su religión en sus decisiones políticas. No hizo casi ninguna mención de su fe en público.

La fe de Biden y sus promesas políticas

Los tiempos han cambiado mucho en las últimas seis décadas, y la participación de católicos en las esferas más altas ya no es rara. Como ejemplo, actualmente seis de los nueve jueces en la Corte Suprema norteamericana son católicos, aunque sólo el 20% del pueblo estadounidense profesa el catolicismo como su religión. Son el juez principal John Roberts y los asociados Clarence Thomas, Samuel Alito, Sonia Sotomayor, Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett. El juez asociado Neil Gorsuch fue criado católico, pero ahora asiste a una iglesia episcopal. Los otros dos jueces, Stephen Breyer y Elena Kagan, son de la fe judía.

Además, las divisiones y polarizaciones son diferentes ahora. Antes, la Iglesia Católica y las iglesias protestantes se distinguían principalmente por sus doctrinas religiosas (la salvación por la gracia o por la fe, la veneración de los santos, un Papa universal versus un liderazgo más descentralizado o congregacional, etc.). Ahora las divisiones son sociopolíticas y, como consecuencia, hay nuevas alianzas. Los católicos más moderados y progresistas encuentran aliados en las iglesias protestantes ¨históricas¨ que incluyen un gran número de congregaciones metodistas, bautistas del norte, presbiterianas, luteranas y episcopales. Los católicos tradicionales y los evangélicos conservadores se unen en lo político en contra del aborto y a favor del concepto de la familia tradicional. Es así como los nombramientos recientes de los jueces católicos Kavanaugh y Coney Barrett recibieron mucho apoyo por parte de los evangélicos conservadores.

El Partido Republicano se percibe como más abierto a personas de fe, mientras que los demócratas han tenido la reputación de ser más seculares, sin apelar a ninguna religión en particular. Dentro de este nuevo contexto religioso-político, Biden aparece como un tipo de anomalía, porque es demócrata y católico practicante a la vez. Habla de su fe de manera muy natural. Una semana antes de las elecciones de 2020, Biden publicó el artículo “The Greatest Commandment Has Guided my Politics” [El mandamiento más importante ha guiado mi postura política] en la revista The Christian Post. Allí afirmó que los mandatos de amar a Dios sobre todas las cosas y de amar al prójimo como a sí mismo han guiado su política por más de cuarenta años. Hay que recordar que este artículo fue parte de su campaña electoral con la meta de apelar a votantes de fe por medio de su práctica de la fe, en contraste con Trump, quien se mostraba irreverente en muchos sentidos. Escribió Biden:

  • Estos principios permanentes —el amar a Dios y el amar a otros— son la base de mi fe. A lo largo de mi carrera en el servicio público, estos valores me han mantenido anclado en lo más importante. Como esposo, padre y abuelo, estos mismos principios son la piedra fundamental sobre la cual nuestra familia ha sido construida. Al pasar por el dolor de perder a mi esposa, a mi hija y a mi hijo, estos valores me han sostenido con una esperanza eterna. Mi fe ha sido una fuente de consolación inmensa en los momentos de lamento y una inspiración diaria para luchar en contra del abuso de poder en todas sus formas.(1)

En el mismo artículo Biden demuestra que su fe se ha nutrido de varias fuentes. Se refiere positivamente al doctor Martin Luther King (bautista), a Dietrich Bonhoeffer (luterano), al profeta bíblico Isaías y a la frase famosa de la teología de la liberación: “la opción preferencial por los pobres”. Afirmó que su fe le conduciría a ciertas prioridades a favor del pueblo: a luchar en contra de la pandemia de COVID-19, a combatir el racismo institucional y a atacar las raíces de la pobreza. Tendría una política favorable en cuanto a recibir a los inmigrantes, especialmente a los que están buscando refugio internacional. Desde hace cuarenta años ha defendido la necesidad de un salario mínimo justo. Más recientemente ha luchado a favor de prácticas ecológicas para reducir el calentamiento global y el cambio climático. Ha defendido la necesidad de una cobertura médica para todos. Para justificar sus posturas políticas, a menudo se refiere a la dignidad de todo ser humano por ser creado a la imagen de Dios. No es difícil relacionar su posición con un fundamento bíblico y documentos católicos de ética social como los siguientes: Rerum Novarum (Sobre la Situación de los Obreros) del Papa León XIII, 1891; Laborem Exercens (Sobre el trabajo humano) del Papa Juan Pablo II, 1981; Fratelli Tutti (Sobre la Fraternidad y la Amistad Social) del Papa Francisco, 2020.

Aunque muchos políticos estadounidenses elogian a Estados Unidos por ser el “mejor país del mundo” para así apelar al orgullo patriótico (y barato) de los votantes, Biden es lo suficiente honesto para confesar unos pecados nacionales, tanto los pasados como los actuales. Describe la situación estadounidense contemporánea así:

  • Ahora, como país, estamos enfrentando muchas crisis, incluyendo amenazas a la idea del imago Dei [la imagen de Dios que se manifiesta en cada ser humano]. Es lo que llamó la batalla por el alma de la nación. Lo vimos en [las protestas violentas de] Charlottesville [Virginia] en 2017, el odio y la rabia hirviente de la gente que salía de los campos llevando antorchas tiki y gritando la misma bilis antisemítica que escuchábamos en la década de los treinta. Lo hemos visto demasiado en estos años —ataques a los inmigrantes, a las comunidades de color [afroamericanos, latinos y asiáticos americanos], a la gente de otras religiones—, una violencia que brota de aquellos que atizan el odio y la división en nuestro país. En años recientes ha sido demasiado fácil definir a nuestros prójimos como “otros” en lugar de [reconocerlos como] hijos e hijas de Dios y como nuestros hermanos americanos. Tenemos que detener esto. Tenemos que esforzarnos más para unirnos, para amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Esta es la tarea que Dios nos ha dado a todos.(2)
En su mensaje de victoria en las elecciones citó la Biblia (Eclesiastés 3)(3) y en su discurso inaugural citó un pasaje de San Agustín. Cada fin de semana que está en la capital, Washington DC, asiste a misa en la Iglesia Holy Trinity (la Santísima Trinidad). Durante los primeros siete meses de su administración, Biden ha tenido muchas oportunidades para ejercer un papel común para presidentes norteamericanos: Consolador Nacional (Comforter-in-Chief) para las víctimas de desastres, ya sean naturales, criminales o los accidentes. Se ha entrevistado personalmente con los familiares de los que murieron por COVID y de las víctimas del colapso del condominio en Florida para consolarlos. Termina casi cada uno de sus discursos públicos con la frase: “Que Dios guarde a nuestros soldados”.(4)


(1) Joe Biden. ¨The Greatest Commandment has Guided my Politics¨ en The Christian Post, 29 de octubre, 2020.
(2)  Ibid.
(3) Molly Finnegan, “Read Joe Biden’s Full Victory Speech after Winning the Presidential Election,” PBS News Hour, 7 de noviembre de 2020, https://www.pbs.org/newshour/politics/read-joe-bidens-full-victory-speech-afterwinning-the-presidential-election
(4) Esto es importante porque los demócratas se han conocido como “palomas” que no apoyan mucho a las fuerzas armadas estadounidenses.
Fuente: Actualidad Religiosa.

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