Una nueva dictadura

A inicios del siglo pasado nuestro país fue gobernado durante catorce años por la dictadura Meléndez Quiñones(1914/1928), terratenientes miembros de una misma familia que simplemente pasaban de un miembro a otro la primera magistratura; para mantener las apariencias celebraron remedos de elecciones internas con sus respectivos procesos electorales, todos amañados, en donde quienes participaron no siendo miembros de la familia, sabían que su papel era el de relleno, por lo que esperaban una recompensa por prestarse a tan sucio ejercicio.

Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*

El ejercicio en su totalidad se caracterizó por lo latrocina y vejatorio de la carta magna, siendo las irregularidades electorales una de sus cartas de presentación, para lo cual se sirvieron del cuerpo legislativo, las fuerzas armadas y lo que entonces constituyo el tribunal electoral, como peones y cómplices.

El resultado de tal maroma fue la preparación del terreno para lo que fuera el mayor genocidio de la historia reciente de nuestro país, cuando con la transición presidencial a la administración del ejecutivo que les siguiera, Arturo Araujo, la virtual absoluta erosión de la institucionalidad, la caída de los precios del café, la caída de la bolsa en Wall Street, deviniera en las condiciones que llevarían al poder a Maximiliano Hernández Martínez con los efectos de todos conocidos – el subsecuente golpe de estado de diciembre de 1931, el inicio de la autarquía militar salvadoreña que se extendiera hasta 1979, como la infame masacre etnocida en contra de la cultura nahua que se extendiera entre 1932 hasta el final del martinato en 1944, con entre 35,000 y hasta 70,000 víctimas, así como la virtual extinción de dicha cultura, aún impune[IRI/UNLP].

Esta delación de nuestra historia, devela crudamente los efectos que tiene el desviar y corromper a la institucionalidad para beneficio de unos pocos, una sola familia, y que a cien años de acaecidos los hechos aun percibimos en la cultura resultante manifiesta en la corrupción y violación del tejido constitucional, el autoritarismo, el latrocinio, el compadrazgo, el amiguismo, etcétera, elementos presentes en nuestra cultura política, y que vemos como con crudeza descarnada hace de las suyas.

Para el caso, las reformas constitucionales impulsadas por la actual administración, gestionadas por la vicepresidencia, adolece de vicios que no pueden pasarse por alto, tales como la ausencia de constitucionalistas en el panel que realiza las consultas pero si la presencia de leguleyos amigos de la presidencia, o el excesivo gasto que se hace en los participantes {las delaciones periodísticas hablan de gastos por participante de hasta $400.00 por sesión}, lo que supone cargar los dados para imponer la agenda revisionista derivada de CAPRES, y que apunta a la reelección, sin la debida ratificación de la posterior asamblea, o por la debida consulta ciudadana.

En un momento en el que la caída de la preferencia partidaria del ejecutivo es más acusada, decide promoverse o a otro miembro de la familia presidencial para el continuismo, violentando la norma y atentando contra la República al corromper más la institucionalidad, empujándonos peligrosamente a un nuevo abismo.
¿Lo admitiremos?

*Educador salvadoreño

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