“Si no sos mía, no vas a ser de nadie”

Por: Edwin Felipe Aldana Aguirre*

En los últimos años han sido recurrentes los asesinatos de mujeres, y en el marco de éstos, la expresión que titula este artículo ha estado a la orden del día: “Si no sos mía, no vas a ser de nadie.”

Ahora bien, esta expresión no es solamente patrimonio de los “machos incultos”. La expresión con sus más o sus menos, trasciende las clases sociales, las profesiones y oficios, las religiones, las orientaciones sexuales mismas y los pretendidos niveles culturales. Es decir, no es un machismo común y corriente; hay algo más que tenemos que desenmascarar.

Cuando la policía llega a la escena del crimen y constata de alguna forma de que hay o hubo una “relación” entre la pareja, o al menos que el asesino pretendía a la víctima; sueltan la frase lapidaria: Es un crimen pasional. Y entonces por arte de magia, en el imaginario de la gente no solo se justifica, sino que, además, se vuelve a asesinar muchas veces a la víctima. ¡Ah, ella le jugó mal al hombre! ¡Ella se burló de él! Etc., etc.

Casi suena en la mente de la gente, incluidas entre éstas a muchas mujeres; de que es algo así como un homicidio involuntario, como algo normal, como que la violencia “pasional” tiene ya de por sí, su propia justificación; es una muerte de menor nivel y sin tanta culpa, aunque sos culpable. Así de retorcida es la cosa.

Entonces, hay que poner en contexto estas situaciones o, dicho de otra manera, hay que ubicar el momento histórico de El Salvador, como escenario en el cual se dan estos sucesos…

El nuestro es un país cuyo sector dominante en la economía es el sector terciario –comercio y servicios—con una profunda emigración o expulsión de mano de obra, que pretendemos, se conviertan en remesas. Estamos dentro del sistema neo liberal que mantiene bajo asedio al viejo Estado y pone a nuestra incipiente democracia a navegar en un mar muy turbulento.

Precisamente en esta realidad todo se puede conseguir, todo se puede comprar; porque, además, ese tener y ese poseer marca tu status, marca tu “respeto”. Y para hacer realidad esto se arma una capacidad de compra con dinero, con extorsión y con violencia. Al final de cuentas, la verdadera divisa es el Poder, mismo que subyace en las anteriores realidades mencionadas.

De primas a primeras vemos en estas mentalidades, la incapacidad de captar la alteridad, al otro u otra que es igual que yo, que es otro yo, otro tú u otro vos. Hay un vaciamiento de la otra parte, que me hace recordar a Toni Morrison, Byung-Chul Han y Judith Butler por mencionar algunos; que nos muestra que el lenguaje no expresa violencia, sino que, el lenguaje es violencia, porque despoja de su naturaleza al otro ser. Entonces las mujeres pasan a ser “culos”, muñecas, cosas, juguetes o incluso una suerte de mascotas domésticas.

Esta realidad fetichista despoja a la mujer de su realidad personal, de su dignidad y de su vida. Ahí se cierra el ciclo de la cosificación, la cual por cierto, es introyectada de manera coercitiva y con manipulación aleccionadora a muchas mujeres.

Esa cosificación extrema convierte a las mujeres en objetos de uso, en adornos, en trofeos para el dominador. Por lo tanto, según esa realidad que le “otorga” esa perspectiva de poder; no hay alteridad, no hay otro u otra, no hay humanidad, sino que, un juguete, una cosa que se rebela a la voluntad de poder.

En consecuencia, el objeto no tiene decisión, no tiene voluntad, no puede querer, no tiene capacidad de opción, no es libre. Con dicho objeto no hay relación; esa palabra es muy rica y potente para eso. Con respecto a ese objeto hay dominio y control, no puede haber otra cosa; esa cosa tiene un valor de uso y en algunos casos como en la trata de blancas, tiene un valor de cambio.

Y cuando ese objeto se logra soltar, simplemente encarna el mal, va en contra de su dios y reniega de su control. Por tanto, merece ser destruido, aniquilado, desarmado y finalmente asesinado.

Es el niño caprichoso destruyendo el juguete para no compartirlo. Es la voluntad de poder teniendo su juicio, gritando su veredicto y ejecutando la pena.

El poder se hace sistema y se convierte en cultura. Precisamente entonces, es el sistema y la cultura los escenarios en donde hay que dar la batalla por la liberación de la vida y del verdadero amor entre las personas.

Hay pues en el horizonte una lucha que necesariamente se convierte en lucha contra el sistema, porque precisamente este sistema neoliberal capitalista y los otros sistemas que golpean al mundo; tienen en común el endiosamiento del Poder, el cual por cierto se enmascara en el tener, saber y creer religioso, para perpetuar el dominio machista que no nos deja alcanzar mayores niveles de humanización.

¿Hay diferencia entre un machista de izquierda y uno de derecha? ¿Hay diferencia entre un machista católico o uno evangélico? ¿Hay diferencia entre un machista rico y uno pobre? Entre estos quizá sí, porque el rico tiene más posibilidad de esconder a sus muertos. Y seguimos, ¿Hay diferencia entre un profesional machista y un machista trabajador? Judíos y Musulmanes respecto de la violencia hacia las mujeres no merecen ni ser mencionados.

Históricamente todos los logros de las mujeres han sido conquistados, han sido batallados en todos los campos. Las luchas de las mujeres desnuda el poder, y no el poder de los varones sin más, sino ese poder que se sustenta en los diversos sistemas y que victimiza a las mujeres y a los varones de las grandes mayorías.

Por eso insisto, las luchas de las mujeres son y serán históricas y trascendentales.

*Investigador y docente universitario.

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