¡Todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar!

Por: Francisco Parada Walsh*

Pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar. (Me quedo con que todo queda, nada se lleva;  día a día hacemos caminos, buenos o malos, caminos majestuosos o pasajes lúgubres pero caminos al fin, todos en algún momento fuimos Moisés que gritamos al mundo y a las aguas que se abran, que vamos de paso, que llevamos prisa, que nos dejen pasar; esa mar indomable, calma, muda, furiosa, testigo de los pasos que dejamos cual surcos donde sembramos amor, cariño, lealtad, solidaridad u odio y maldad, pero esa es la vida, dejar un camino, sea bueno o malo, pero camino al fin).

Nunca perseguí la gloria, ni dejar en la memoria de los hombres mi canción; yo amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón. (La gloria es para otros, no la necesito, necesito a mis gatos, a mis perros, a mis amigos, escribir, el vino; no  deseo dejar en la memoria de los hombres mis sencillas líneas, deben morir pero deben ser  ellas las que decidan si se van conmigo o se quedan, eso no depende de mí; amo ese mundo gentil, piadoso, compasivo, mundos tan esquivos como pompas de jabón, mundos que se revientan como globos, como  burbujas, como la nada ante mundos grávidos de maldad, de dolor, de locura).

Me gusta verlos pintarse de sol y grana, volar bajo el cielo azul, temblar súbitamente y quebrarse… Nunca perseguí la gloria. (Parece que el Sol no alumbra para  todos, unos vivimos en las sombras, otros viven en la luz, seres de luz, perpetuos, bellos, preciosos pero mortales; nuestro cielo no es azul, es de un rojo muerte, rojo dolor, lágrimas rojas, pero todos callan, calladitos, mientras el mundo cae a pedazos, la patria muere, yo vivo aunque  una parte de mí, muere  cada día).

Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar. (Dicen por ahí que hay que dejar huellas profundas cuando damos los pasos de la vida, que se noten, que se hundan, que reflejen el arduo trabajo y nunca dejar huellas con las manos que dicen el robo escondido, el soborno recibido, manos largas y mentes cortas, cada quien, al final, dará cuentas a ese Jesús que cada vez me desconcierta más, quizá prefiero dar cuentas al Dios Gato, un dios más comprensivo, más tierno, mas dormilón).

Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. (Nunca se debe volver al pueblo triste que nos vio nacer, nunca, no puedo volver a Berlín, allá esta mi ombligo, mi madre, mi hermanita Danielita, mi hermanito Ricardito; no, esas sendas duelen mucho, demasiado; y la nación llora por no ver la senda a la que nunca se debió volver, pero ahí vamos, perdidos, sin rumbo, hombres veletas, sociedades que apenas llegan a rebaño, incapaces de sentir dolor, amor, no; anestesiados por la indolencia, por el yo).

Caminante no hay camino sino estelas en la mar… (Un día pensé en que mis cenizas fueran a parar a la mar, esa amiga que me arrulló con sus olas y holas, con la espuma de la cerveza, con la pelota de futbol, con la caña de pescar; hoy, mis cenizas deben quedar en mi montaña, ser abono de mis amigos árboles que  cuidarán de mí).

Hace algún tiempo en ese lugar donde hoy los bosques se visten de espinos se oyó la voz de un poeta gritar: Caminante no hay camino, Se hace camino al… amar. (Mi día empieza entre bosques de pinos, cipreses, robles, matas de moras silvestres, cartuchos; una pandilla de perrunos que me siguen, locos, fieles, felices, sinceros, mordelones; quizá la brisa que mece mi vida es el espíritu del gran Roque Dalton, que abre las brechas del sentimiento, las puertas del amor, las ventanas de mi alma para dar gracias a la vida, que me ha dado tanto, me dio dos luceros que cuando los abro perfecto distingo lo negro del blanco y en el alto cielo su fondo estrellado, y en las multitudes la mujer que yo amo. (Mi vida es una fortuna, vivo no por vivir sino por amar, por escribir, por leer, por cocinar guisos e ideas, por disfrutar de un vino que en vano limpia mis venas; mis luceros poco a poco pierden fuerza, lo importante es invisible a los ojos, lo importante se siente, se abraza, se piensa; esa mujer que amo es el mundo, es el Planeta Tierra Roja donde tengo tantas amantes que quizá aburriría contar: Una taza de café humeante, una conversación eterna, la portada de un libro, la senda por donde dejo mis miedos y tantas cosas más mientras platico con unos amigos eternos, Mercedes Sosa y Joan Manuel Serrat ¿De qué hablamos?; Hablamos revuelto, como las pupusas, de un tema pasamos a otro y así se nos va la vida…

*Médico salvadoreño

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