Un digno jugador

Por: Guillermo Alvarado

Recientemente se conoció la noticia de la muerte del juez chileno Juan Guzmán Tapia, el primer letrado en el país sudamericano que tuvo la osadía de llevar ante la justicia al dictador Augusto Pinochet, si bien no logró nunca que los aparatos de justicia cumplieran su papel a cabalidad.

En enero de 1998 el magistrado se hizo cargo del caso conocido como “Caravana de la Muerte”, una aberrante acción represiva organizada por órdenes directas de Pinochet poco después del golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende, perpetrado en septiembre de 1973.

Se trató de un periplo por todo el país de un grupo de militares, al mando del  general Sergio Arellano Stark, cuyo objetivo fue asesinar a decenas de personas en numerosas ciudades, que habían sido detenidas tras la asonada y esperaban ser sometidos a ilegales consejos de guerra.

Guzmán logró evadir la Ley de Amnistía, promulgada por el régimen golpista para proteger a los culpables de graves violaciones a los derechos humanos, al demostrar que los cuerpos de los ejecutados nunca fueron descubiertos y, por lo tanto, tenían la categoría de desaparecidos.

Según el derecho internacional, la desaparición forzada es un delito que se sigue cometiendo hasta tener certeza del paradero de la víctima.

Fue sobre esta misma base que el juez español Baltazar Garzón consiguió en octubre de 1988 una orden de captura internacional contra Augusto Pinochet, la que fue ejecutada cuando el dictador estaba de visita en Reino Unido cuyas autoridades, sin embargo, optaron por regresarlo a su país.

Eso no fue obstáculo para que Guzmán mantuviese su búsqueda de justicia y que consiguiera, por fin, que al general golpista le retiraran el fuero que tenía como senador vitalicio.

Así, en 2001 logró encauzarlo por los delitos de genocidio, secuestro, asociación ilícita e inhumación ilegal, pero no pudo evitar que se le concediera el privilegio de la prisión provisional domiciliaria mientras se ventilaba el juicio correspondiente.

La defensa del genocida logró que se aceptara un recurso de amparo por supuestos motivos de salud y Pinochet murió en 2006 sin haber sido capturado y sancionado en su país por los crímenes cometidos.

El juez Guzmán se acogió en 2005 al retiro anticipado, poniendo fin de esta manera a una carrera de 35 años, caracterizada por el valor y la resistencia ante las enormes presiones que hubo de soportar para demostrar que, en un mundo normal, nadie debería estar por encima de la justicia.

Un digno juzgador cuyo ejemplo queda para aquellos que tienen la potestad de deshacer entuertos y tropelías, con la conciencia por encima de todo.

 

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