Mario Benedetti, “un famoso humilde”

Por: ROXANA RODRÍGUEZ TAMAYO

Tenía 13 años esta reportera, cuando el singular texto Poesías de amor hispanoamericanas comenzó a cortejar sus primeras revelaciones amatorias. El prologuista, entonces para ella un “tal Mario Benedetti”, había advertido desde las primeras glosas: “Este volumen no aspira a ser una antología sino una mera muestra […] Es probable que una antología de tomo y lomo excluyera muchos de esos poemas, sonoros como tormentas, exagerados como frutas de trópico, que toman por sorpresa al lector (y sobre todo a la lectora) adolescente de todas las épocas”.

Y no se equivocaba el también seleccionador de la estupenda obra, cuyas páginas cautivaron tanto a quien suscribe estas líneas que el libro se volvió frecuente en casi todos los momentos hasta que, destartalado y maltrecho, alguien se asumió nuevo dueño y le dio desconocido destino.

Después de algunos lustros del imperdonable despojo, el reencuentro con una nueva edición de aquel título devolvió emociones increíblemente inéditas, y el impulso para leer y releer otras obras del notable poeta, novelista, ensayista, traductor, dramaturgo y periodista, quien no deja de cautivar desde esa “rara” y alucinadora sensación que ha marcado a distintas generaciones de lectores, en Cuba y el orbe.

Tal vez su lustre radica en la armonía perfecta entre el hombre culto, sencillo, de peculiar sentido del humor, y la grandeza y excepcionalidad de su creación literaria. Al decir de su coterráneo y contemporáneo, el escritor Eduardo Galeano, fue “un famoso humilde: él nunca se creyó Mario Benedetti”.

Benedetti, un famoso humilde.

A finales de los años 40 ya realiza una encomiable labor periodística y literaria. (Foto: fundacionmariobenedetti.uy).

Polémico a veces, por su radical postura política, este adalid de las letras hispanoamericanas tiene muchos seguidores, entre otras razones, por el lirismo tan peculiar –único diría– de asumir la esencia primigenia del poema, aquella en la que sin muchos rodeos el verso se convierte en canción; no por gusto cantautores del relieve de Daniel Viglietti, Joan Manuel Serrat, Pablo Milanés, Nacha Guevara, Soledad Bravo, y algunos más, han musicalizado textos poéticos suyos.

Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia (1920-2009), con cinco nombres familiares, como lo bautizaran sus padres a la usanza de las tradiciones italianas de los ascendientes, nace en la República Oriental del Uruguay, un 14 de septiembre, en Paso de los Toros, departamento de Tacuarembó, donde residiría solo los primeros años.

A pesar de proceder de una familia de clase media, vive una infancia azarosa, marcada por las carencias materiales y la pobreza. El padre, químico farmacéutico de profesión, cae en la ruina por una estafa que los obligará a habitar en una de las áreas más paupérrimas de Montevideo.

Nada merma las inquietudes literarias y culturales del niño desde temprana edad. “Cuando estaba en la escuela primaria, empecé a escribir cuentos, luego poemas. A los once años escribí una novela, de capa y escapa por supuesto. Nada de eso era de un nivel publicable, pero ya demostraba un interés”, comentará el creador, en varias entrevistas, sobre la vocación que por siempre lo movilizará e inmortalizará.

La situación económica hogareña no le permite culminar la enseñanza secundaria y se gana el sustento a partir de los 14 años. Trabaja como recadero primero y en el decurso, con superación y esfuerzo, llega a ser taquígrafo, cajero, tenedor de libros, empleado público y de comercio, traductor, periodista y, por supuesto, el escritor que anhelara desde la infancia.

El hombre: una vida y su obra

Benedetti, un famoso humilde.

El escritor y su esposa, Luz López Alegre, contaban en sus cartas que en Cuba todo lo que hacían era útil, mejoraba algo, y eso establecía la diferencia. (Foto: fundacionmariobenedetti.uy).

Cuando abandona la plaza de funcionario en la Contaduría General de la Nación, en 1945, se integra a la redacción del semanario Marcha y publica el primer poemario, La víspera indeleble, del cual nunca vuelve a autorizar la reedición.

Poco después contrae nupcias con Luz López Alegre, el gran amor de su vida, a quien conocía desde la niñez, por la amistad que profesaran sus respectivas familias. Hasta el último de sus días Luz sería precisamente eso: la estrella que lo iluminará en los más complejos desafíos.

Antes de su final inmerecido/ Luz abrió por última vez sus ojos/ y su mirada fue una despedida/ nunca podré olvidar/ esos ojos tan míos/ resumiendo una vida/ dando un amor postrero/ más o menos consciente”, escribiría el eterno enamorado tras el fallecimiento, en 2006, de aquella mujer sencilla, perspicaz, con un especial sentido de lo práctico y tan querida por amigos y conocidos.

En Marcha el bardo congenia y se vincula con intelectuales sobresalientes: Juan Carlos Onetti, Eduardo Galeano, Emir Rodríguez Monegal, Ángel Rama, Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Idea Vilariño, entre otros. Ejerce como director de la sección de literatura a partir de 1954 y permanecerá en tal condición durante 20 años hasta que el Gobierno de Juan María Bordaberry lo clausura.

Benedetti, un famoso humilde.

Un sincero afecto, aprecio y respeto se profesaron Haydée Santamaría y Mario Benedetti, quien también se relacionó con notables escritores y artistas cubanos. Su vínculo con Casa se extiende durante varias décadas. (Foto: fundacionmariobenedetti.uy).

Durante la década de los 40 y las dos siguientes lidera, redacta, participa en el consejo editorial de distintas revistas, como Marginalia Número; sus escritos son reclamados y elogiados por publicaciones de la región. Las locales La mañanaPeloduro (humorística), La Tribuna Popular; la bonaerense Tiempos Modernos, la mexicana Siempre y las cubanas Casa de las AméricasEl Caimán Barbudo y Unión, subliman su ya bien posicionado prestigio.

Poemas de la oficina y Montevideanos, ambas de 1959, proponen desde diferentes géneros literarios (poesía y cuento, respectivamente) una mirada crítica a las costumbres de los uruguayos de clase media que habitan en la capital y, a la vez, suponen el preludio de la consagración definitiva.

Los años 60 representan un momento decisivo y prolífico en la carrera política y literaria del creador. La novela La tregua (Alfa, 1960) conquista resonante éxito mundial: consigue más de un centenar de ediciones, es traducida a 19 idiomas y versionada para el cine, el teatro, la radio y la televisión.

Benedetti, un famoso humilde. 

La Orden Félix Varela le fue entregada por Fidel Castro Ruz, líder de la Revolución Cubana. (Foto: ESTUDIOS REVOLUCIÓN).

Benedetti se adscribe al grupo de intelectuales adeptos a la Revolución Cubana y concibe el primer texto representativo de su militancia y compromiso ideológico, El país de la cola de paja (1960). Mientras alterna con la literatura, encabeza el Movimiento de los Independientes del 26 de Marzo e integra el Frente Amplio, opción a los partidos clásicos: el Blanco y el Colorado.

El también autor de los relatos cortos incluidos en Despistes y franquezas (1989), y de las novelas Gracias por el fuego (Alfa, 1965) y La borra del café (Arca, 1992), se asume bardo por excelencia.

“La poesía es el género en que yo creo expresarme mejor. Aunque la crítica generalmente no es de esa opinión, es el género donde estoy más cómodo y del cual me siento más cerca”, declara el creador de obras tan populares como Hagamos un trato y Táctica y estrategia.

Con excelsitud domina casi todas las vertientes literarias, incursiona en el guion cinematográfico y hasta se presenta como actor circunstancial en una película de Eliseo Subiela: El lado oscuro del corazón (1992), en la cual declama versos suyos, nada más y nada menos que en alemán.

La Casa: dulce hogar caribeño

Benedetti, un famoso humilde. 

En la biblioteca de Casa de las Américas, se encuentra esta Antología, editada en 1995 por la propia institución, con prólogo del poeta, ensayista, investigador, editor, profesor, prologuista y articulista pinareño Juan Nicolás Padrón. (Foto: laventana.casa.cult.cu).

Pocos se acuerdan de quién partió la idea –si de Ángel Rama o de Alejo Carpentier– de traer a Mario Benedetti como uno de los jurados internacionales del premio literario Casa de las Américas.

La propuesta se concreta en enero de 1966, por invitación de la heroína del Moncada Haydée Santamaría, entonces directora de la institución, quien se convierte en breve lapso en entrañable amiga. Sobre ella rememora el escritor uruguayo en una semblanza homenaje fechada en 1981: “No era escritora ni pintora ni música ni actriz, pero tenía una extraña sensibilidad para captar el arte y disfrutarlo”.

Es la mentora de Casa quien lo convida a fundar el Centro de Investigaciones Literarias (CIL), cometido que recibe con genuina pasión y entusiasmo. Labora sostenida e incansablemente, en solo dos años establece las bases estructurales que hasta el presente ostenta el CIL. Crea colecciones de libros y discos, comienza el diccionario de escritores. Empieza el registro de grabaciones de autores leyendo sus textos, conocido como Archivo de la Palabra. Convoca a premios, organiza conferencias, cursos y otros proyectos hasta hoy disponibles.

Entre la nómina de Casa y el escritor se teje un puente de amor, sabiduría y simpatía perdurable en el tiempo y que deja hondas huellas. Tras cada partida se genera un intercambio epistolar fluido y emotivo. Muchos textos llegan a ser tan sugerentes y originales como las misivas en verso que cruzara con el poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, director de la Casa por más de tres décadas y uno de sus grandes amigos cubanos; o como el fragmento siguiente, revelador del acriollado “aplatanamiento” del artista:

Benedetti, un famoso humilde. 

Quien desee saber cómo era el Montevideo de finales de la década de 1950, lea esa impecable cónica que son los cuentos Montevideanos, traducidos a diversos idiomas, con múltiples ediciones. (Foto: fundacionmariobenedetti.uy).

“Ustedes me han desorganizado el patriotismo. A esta altura, ya no sé si soy uruguayo titular o cubano suplente. Y algo peor: ya no sé tampoco si soy uruguayyyyo, o uruguaio. Por un lado, estoy contento de haber regresado a Montevideo y por otro los extraño una barbaridad. Fíjense qué relajo”, le escribe en 1969 a Genoveva Daniel (Beba), secretaria ejecutiva entonces, cuando de modo temporal él y Luz marchan a su país.

Después del golpe de Estado de 1973, tiene que abandonar Uruguay. Inicia una difícil etapa de resistencia en el exilio que se extiende por más de dos lustros. Reside en Argentina, Perú, Cuba y España hasta mediados de los 80, cuando regresa a la nación charrúa y retoma su agitada actividad intelectual.

El proceso social refrendado en Cuba significa para Benedetti una transformación en la manera de percibir y sentir a América Latina; una definición integral como escritor revolucionario que no renuncia a la literatura, su razón de existir.

Consecuente con sus principios y ética, rebate posturas, disiente sobre juicios errados. Así lo hace con el máximo titular de Cultura de su país, a finales de los años 80: “Nadie hoy osa descalificar a la revolución francesa y se olvida de que su tan admirado Estados Unidos salió de una revolución y que demoró trece años en tener un gobierno democrático; o sea, parece ha habido revoluciones buenas y revoluciones malas, y no les gustan la de Cuba y Nicaragua, parece que le gustan más las otras”.

Por esta coherencia de pensamiento es respetado, admirado, recordado por los intelectuales y creadores del orbe; por esa concordancia entre el escritor y el ser humano, es –y con certeza será– paradigma y voz para todos los tiempos.

Benedetti, un famoso humilde. 

Con el músico español Joan Manuel Serrat, quien eligió sus versos para grabar el disco El sur también existe. (Foto: fundacionmariobenedetti.uy).

“Hace unos cuantos amaneceres que se nos vuelve difícil a muchos decir buen día sabiendo que […] no está. O acaso está, titilando en el firmamento de nuestra memoria, como esa estrella que él no creía ser”, expresaría el cantautor Daniel Viglietti, el cófrade de tantos recitales extraordinarios, a pocos meses de su deceso (17 de mayo de 2009), esa pérdida que todavía conmociona y duele.

TOMADO DE REVISTA BOHEMIA

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