¿Quién paga su campaña?

«Yo sé quién soy» ese saber lo había leído cuando don Miguel de Cervantes le hace decir al Quijote la frase. Un político tiene la enorme labor de decirles a los votantes ¿Quién es? Nadie lo sabía pero siempre que tenía que pedir que votaran por mí que es igual a decir quién eres me recordaba del prologo de las Novelas Ejemplares: «este que veis aquí, de rostro aguileño de frente liza y desembarazada, alegres los ojos, la nariz corva, de plata las barbas que ni hace veinte años fue de oro. De cuerpo ni grande ni pequeño, algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies este digo es el rostro del autor…».

Pero a nadie le interesaban los rostros que es saber quién eres. Eso se explica porque ni siquiera los rostros de los próceres salvadoreños que nos han mostrado son reales. Debe ser por eso que los políticos no demuestran – te aconsejan nunca mostrar- su propio rostro. Lo llevamos en el ADN patrio. 1ª mentira: ocultar el verdadero rostro al acostumbrado pueblo. El elixir del mal es como se llama al captagon. Es la droga más popular en los países de estricta religiosidad de Medio Oriente. Esto la ha vuelto un elemento más en las guerras que libran aquellos territorios entre ellos mismos y contra extranjeros occidentales. Sin droga no hay ánimos para combatir o morir y sin combatientes no hay guerras.

Por eso la administran los propios mandos militares, ISIS y al Qaeda. Una campaña electoral significa largas horas de combate político; hay que inmunizarse frente a las posibles aberraciones que puedan presentarse y, debe aprenderse a controlar el hambre y sueño político. El mismo efecto que logra el captagon en los humanos. 1ª verdad: ¿la política es una adicción? Y como tal debe ser pagada. En mi pre campaña gasté $1,500. Fueron fondos propios y donaciones de 17 amigos en San Miguel, San Salvador y EE.UU. que sirvieron para logística, pauta y producción en forma de voluntariado.

No busqué donantes, quienes decidieron apoyarme se acercaron y, en cuanto a comprar votantes mis relaciones políticas fueron sobre discurso y cambio no de bolsas de comida o paquetes agrícolas y menos uso de recursos estatales. Tuve suerte. Todos sabemos gracias a Shakespeare sobre dos familias pleitistas de Verona. Pero pocos saben sobre otras dos familias en Bolonia, los Garisenda y Asinelli. Ambos para demostrar riqueza y poder construyeron una torre cada uno. Los primeros superaron en construcción rápida a los segundos. La hicieron tan alta que comenzó a inclinárseles teniendo que decapitarla. Los Asinelli yendo más lento nunca se les inclinó (o no tanto como para destruir lo hecho). 2ª verdad: las cosas (como las torres de Bolonia) no se construyen deprisa hay que hacerlas por tramos. 2ª mentira: la liebre no le gana a la tortuga, siempre. El problema del pueblo es que bien sabe qué no quiere, pero no sabe qué quiere.

El político sabe lo qué quiere pero no, qué hará o no por lo que quiere. Y así nos va de mal en la dialéctica por el poder salvadoreño que siempre terminará en decepción del pueblo y en el retiro dorado del político. No tiene que ver con la política nacional pero explica muy bien la relación entre políticos y pueblo: en fechas iguales el cantante Yeik celebró su 23 cumpleaños en Coatepeque. Aquello que en plena pandemia de COVID19 es un acto imprudente al presumirlo en sus redes se tornó irresponsable por el colapso de los hospitales salvadoreños. Mientras tanto en Londres la princesa Beatriz de Gran Bretaña se casó (por los mismos motivos que se critica a Yeik) discretamente con Edoardo Mapelli Mozzi un magnate italiano del sector inmobiliario.

La paradoja se cuenta sola. 3ª verdad: ya para el caso salvadoreño anterior a mí la generación comprometida definió a la Guanaxia Irredenta. Que no es más que la gente que disfruta y ensalza a bienes supremos el fútbol, la comilona y el bailongo. 3ª mentira: no concuerdo con quienes dicen que «todos los políticos son iguales». Los hay peores. El histórico palacio de Chihuahua es la sede de gobierno estatal. Al dejar Cesar Duarte la gubernatura se llevó (entre otras cosas) el pabellón nacional bordado en oro que había estado por décadas en su oficina, misma donde había despachado Pancho Villa. Presentado en su momento como la nueva generación sin pasado político del PRI y que llevó al poder a Enrique Peña Nieto resultó en efecto ser gente joven pero profundamente corrupta. Los hay peores.

Por: Marvin Aguilar,  antropólogo cultural salvadoreño

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