Impacto de Covid-19 en américa latina

Desempleo, precarizacion de la sociedad, aumentó de la informalidad y desigualdad. Incertidumbre sobre el futuro

Por: Manuel Alcántara Sáez*

En la historia de la humanidad nunca una pandemia afectó a un número tan alto de personas en términos de muertes y de infectados en un lapso tan breve y con una dispersión geográfica así de elevada como viene ocurriendo en el periodo transcurrido entre diciembre de 2019 y junio de 2020. Se han extendido por doquier las medidas de confinamiento, de suspensión de actividades que trajeran consigo la concentración de personas; de cierre de aeropuertos y de estaciones de otro tipo de transporte; de mantenimiento del distanciamiento social; de higiene y de cubrimiento de la boca y de las fosas nasales. Los países latinoamericanos se han visto envueltos en esa dinámica, la vida cotidiana de sus poblaciones se ha mimetizado con las prácticas de otros lugares del mundo con peculiaridades. El impacto, en términos de la presencia del Covid-19 y de sus efectos, ha sido también irregular, como ha sucedido en Europa, así como ha sido disparejo el grado de obligatoriedad de las medidas adoptadas.

Esta gran heterogeneidad, sin embargo, no impide especular sobre posibles escenarios que empiezan a configurar la denominada “nueva normalidad” en el ámbito de la política en la medida en que la desescalada ha empezado a darse oficialmente en la mayoría de los países. Tres son las líneas maestras sobre las que van a configurarse sin dejar de tener en cuenta los antecedentes de cada caso nacional. Es decir, los dilemas y las claves sobre las que giraba la vida política de cada país al inicio de 20201, así como el contexto internacional inmerso en la denominada era exponencial2 y que ahora se está configurando en términos tanto del conflicto entre China y Estados Unidos, como en la propia dinámica preelectoral de este último país.

El primer escenario se articula sobre la base de una severa crisis económica que ya está asolando a la región con el mayor impacto en términos de descenso del PIB en el último medio siglo. Ello va a suponer el incremento del desempleo con la mayor precarización de la sociedad y el consiguiente aumento de la informalidad y de la desigualdad. La capacidad estatal, cuya demanda ha sido bien celebrada durante la pandemia, no podrá ni reforzarse ni atender necesidades puestas de relieve tanto en el ámbito de la salud pública como del ingreso básico para colectivos necesitados3. Es muy probable que países como Venezuela, Ecuador, Perú y Argentina sufran los embates de la crisis de manera más aguda que otros.

El segundo tiene que ver con el deterioro de los regímenes democráticos. Las crisis ya anunciadas a finales de 2019 habían arrojado a la gente, crispada y descreída, a la calle. La desconfianza en la política, la asunción de que la democracia “no resuelve los problemas” y la corrupción, abocaban a una situación clara de dificultades en la representación, pero también de aguda polarización. La propia dinámica electoral que se había desempeñado razonablemente en los últimos años comenzaba a presentar debilidades en su funcionalidad como se puso de relieve tras los últimos comicios de Venezuela, Nicaragua, Honduras, Paraguay y Bolivia donde los resultados no fueron reconocidos ni por la oposición ni por veedores internacionales. En tres países en que hubo un claro vencedor en las elecciones presidenciales alejado de las formaciones partidistas clásicas, como fue el caso de Brasil, México y El Salvador, tomaron una deriva de confrontación que pudiera ser preludio de pasos adelante hacia expresiones autoritarias.

Paralelamente, distintos indicadores de medición de la calidad de la democracia4 muestran su deterioro en los últimos años. Esta situación es muy probable que se potencie tras los momentos de máxima visibilidad que han tenido los Ejecutivos en los últimos tres meses y en los que la restricción temporal de libertades y el aumento de controles han sido las notas dominantes. La concentración del poder en manos de los presidentes frente a poderes locales o regionales y a otras instancias del estado por el manejo de las medidas extraordinaria para confrontar la pandemia unido al cercenamiento de derechos pueden ayudar a mantener la inercia hacia gobiernos fuertes.

El tercer escenario tiene un componente de naturaleza psicosocial y re relaciona con los efectos de la pandemia sobre el comportamiento de los individuos e, inmediatamente, de estos en la acción colectiva. Sobre unas sociedades que habían venido cambiando mucho en las últimas tres décadas, primero como consecuencia de los procesos de urbanización, enseguida por los efectos del triunfo cultural del neoliberalismo en lo atinente a la gestación de pautas de híper consumo, egotismo y aislamiento, y, después, por la llegada de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación. Es muy posible que la sociedad post Covid-19 se encuentre a medio camino entre sectores que gocen de un mayor empoderamiento de activismo virtual y otros envueltos en la enajenación dictada por el imperio del big data y de la inteligencia artificial. La tensión entre ambos polos decantará la forma en que las sociedades se relacionen con la política. En América Latina, la brecha digital en sus poblaciones será determinante a la hora de dibujar el nuevo estado de las cosas.

Todo ello combinado da forma a un panorama en el que la relación entre las crisis económicas y de la representación política con individuos insertos en unas sociedades líquidas5, donde, como acabo de enunciar, se ha exacerbado el individualismo egocéntrico, vuelvan a reproducir esquemas de actuación de la segunda mitad del año pasado echando la gente a la calle. Además, la combinación de los efectos de la crisis económica con el vaciamiento de las arcas del estado y con el deterioro de la representación dan alas a la consolidación o a la aparición de propuestas populistas en la más pura tradición regional. El caso de Nayib Bukele en El Salvador puede ser bien ilustrativo de lo primero.

El enquistamiento de problemas no resueltos sino más viene potenciados como ocurre en Venezuela y Nicaragua, pero también en Chile, Ecuador, Colombia y Bolivia, más los derivados de la contestación social diversa al quehacer cotidiano de los presidentes de Brasil, México y El Salvador pueden ser argumentos suficientes para espolear el conflicto social que tendrá su nutriente en el pésimo ambiente económico. Por otra parte, el ciclo electoral tiende a intensificarse a nivel regional a partir justo de un año cuando en México se cite al electorado para ir a las urnas en unas elecciones legislativas trascendentales para la continuidad del proyecto de López Obrador; igual sucederá con las elecciones argentinas de medio término. Hasta entonces se deberán celebrar los comicios aplazados de R. Dominicana (5 de julio) y de Bolivia (posiblemente el 6 de septiembre) y el plebiscito de reforma constitucional chilena (posiblemente el 25 de octubre). Después está previsto que haya elecciones legislativas en Venezuela6 y a finales de febrero en El Salvador. Cada una de estas citas supondrá, en cierta manera, una evaluación retrospectiva de la actuación de la clase política, en especial de todos los incumbentes que busquen la reelección: el grado de su competencia y el tipo de liderazgo desarrollado serán aspectos fundamentales que considerar.

La incertidumbre sobre el futuro (en especial debido al grado de deterioro económico, a la existencia o no de rebotes en la pandemia y a los resultados de las elecciones norteamericanas de noviembre), hoy no permite establecer pronósticos sobre los resultados, pero el propio calendario electoral y el escalonamiento de las diferentes citas con el consabido efecto contagio de un país al vecino son aspectos que deben ser considerados.

1–Ver Alcántara, M. (dir) (2020). América Latina vota, 2017-2019. Tecnos: Madrid.
2-Término aplicado por Oszlak para analizar el impacto sobre el estado de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación que crecen a una velocidad mucho más rápida que la capacidad del ser humano de adaptarse a ese crecimiento. Ver Oszlack, O, (2020). El Estado en la era exponencial. Buenos Aires. CEDES-CLAD.
3–Ver Ríos, G. (2020). “El impacto económico de la crisis del coronavirus en América Latina: canales de transmisión, mitigantes y respuestas de políticas públicas”. ARI 73 de 19-05-20.
http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano_es/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/america+latina/ari73-2020-rios-impacto-economico-de-crisis-coronavirus-en-america-latina
4-V-Dem, The Economist Intelligence Unit, Índice de Transformación de Bertelsmann.
5–Bauman, Z. (2002). En busca de la política. México: FCE.
6-Aunque los antecedentes son sombríos por la cooptación gubernamental del Consejo Nacional Electoral.

*Catedrático de la Universidad de Salamanca Profesor Visitante de la UPB (Medellín) malcanta@usal.es

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: