La pobre recuperación de la economía mundial

Actualmente debido a la contingencia sanitaria provocada por el COVID-19 nos enfrentamos a momentos verdaderamente aciagos e insólitos. En realidad, las alarmas sobre una nueva e inminente crisis mundial comenzaron a sonar desde antes de la pandemia. La pobre recuperación de la economía mundial – situada en alrededor del 2.5% desde 2011 (World Bank, Development Indicators) – aunado a la amenaza de una guerra comercial entre Estados Unidos y China, comenzaron a dibujar un panorama global de fragilidad e incertidumbre. Es más, desde la crisis financiera de 2008-2009 las medidas para encaminar una recuperación sostenida de las economías dejo mucho que desear.

Por aquel entonces – sobre todo en Europa – la respuesta inmediata fue adoptar profundos planes de austeridad para contener (recortar) el gasto público y así recuperar los equilibrios presupuestarios, a la vez que eliminar en la medida de lo posible la amenaza de deuda soberana, aspectos necesarios para devolver la confianza y tranquilidad a los diferentes mercados. Como si aquello permitiese solucionar todos los problemas. Si hay alguien que defendió la austeridad como única alternativa ese fue Jean-Claude Trichet, expresidente del Banco Central Europeo.

Por su parte, la Reserva Federal (Fed) estadounidense ha adoptado en los últimos años una política monetaria basada en el mantenimiento de tasas de interés bajas e inyecciones de liquidez a los mercados financieros como medidas para estimular la recuperación de la economía norteamericana. Tan solo en lo que va del presente año la Fed anunció una reducción de su tasa de interés de referencia situándola en un rango entre cero y 0.25 por ciento, un nivel no visto desde 2008 (La Jornada, 16 de marzo de 2020). Lo mismo que ha informado sobre múltiples inyecciones a los mercados financieros que ascienden a unos 150 mil millones de dólares (La Jornada, 09 de marzo de 2020).

Sin embargo, lo que parecía ser la solución terminó por agravar aquello que quería resolver. Un ejercicio notable de ¿por qué la austeridad es una mala idea?, fue el realizado por el economista Mark Blyth (2014 [2013]) en su libro Austeridad. Historia de una idea peligrosa. Su sentencia es clara y contundente. La austeridad es un sin sentido y un peligroso disparate. En primer lugar, Blyth argumenta que la idea o el “sentido común” sobre el enorme aumento de la deuda pública supuestamente generada por la crisis financiera era que tarde o temprano tenía que saldarse, siendo lo lógico optar por el camino de la austeridad. No obstante, el problema con dicha medida se centra en confundir virtud con vicio, necesidad con obstinación.

Blyth nos explica que ya sea una persona, una empresa o un Estado, cada uno puede pensarse a través de una serie de hojas de balance, es decir, por un lado, se tienen activos (bienes) y por otro, pasivos (deuda). De este modo, antes de la crisis financiera de 2008 se comenzaron a acumular grandes cantidades de deuda. Destaca de manera especial el endeudamiento de los bancos que mediante el apalancamiento – esto es similar a apostar “un doble o nada” en el casino – y la titulización buscaron aumentar sus beneficios y rentabilidad, diversificando con ello el riesgo de sus operaciones sin que este realmente desapareciera. El resultado, es por todos bien conocido. Cuando por fin estalla la crisis en el mercado inmobiliario estadounidense, la intervención del gobierno no se hizo esperar pues no podían dejar colapsar a aquellos bancos que se habían convertido en entidades financieras “Too big to fail” (Demasiado grandes para quebrar).

Luego entonces, la austeridad aparece como una gran idea “porque implica que las personas que tengan que pagar por el desastre no van a ser las mismas que lo causaron” (Blyth, 2014: 114). En otras palabras, aunque la austeridad pudiera parecer una medida que habría que tomarse por la simple lógica de tratar de equilibrar nuevamente los balances – sean públicos o privados – en realidad, sus efectos no van a sentirse por igual a lo largo de la distribución del ingreso. No nos engañemos, esto no quiere decir que el problema de la deuda no sea importante, sino la solución, pues una cuestión fundamental a considerar es el tema de la desigualdad.

Con todo, Blyth no ha sido el único en advertir sobre las falacias de la austeridad. Más recientemente Ortiz & Cummins (2019a y 2019b) examinaron las tendencias históricas y proyectadas del gasto público para 189 países, identificando los principales canales que los gobiernos utilizan para ajustar sus recursos presupuestarios. Entre las medidas más comunes destacan: 1) las reformas a las pensiones y la seguridad social; 2) recorte o limitación en los gastos salariales del sector público; 3) reformas de flexibilización laboral; 4) reducción o eliminación de subsidios; 5) mayor racionalización y/o focalización de la asistencia social; 6) incremento de impuestos regresivos al consumo; 7) fortalecimiento de las asociaciones público-privadas; 8) privatización de bienes y servicios públicos; y 9) reformas sanitarias. Además, las medidas ahora no solo se limitan mayormente a Europa, una buena parte de los países en desarrollo han decido optar por el camino de las políticas de austeridad, tendencia observada por los autores desde el 2010.

De otro lado, lo verdaderamente preocupante de continuar dicha tendencia, es que solo se puede esperar un impacto social negativo. De hecho, Ortiz y Cummins (2019a) estiman que la austeridad podría afectar a cerca del 75 por ciento de la población mundial para 2021. Otro aspecto que también destacan es que la austeridad se ha convertido en la “nueva normalidad” y que ha sido utilizada como una especie de “caballo de Troya” que busca nuevamente propiciar las políticas del Consenso de Washington.

Por otra parte, ninguno de esos análisis podría haber anticipado que una enfermedad con múltiples implicaciones a nivel mundial entraría en escena paralizando las actividades económicas en todo el globo. Si ya en condiciones relativamente normales las advertencias sobre la locura de continuar con las medidas de austeridad habían caído en oídos sordos. Ante la nueva coyuntura actual hay quienes todavía apuestan por esta estrategia.

Cierto es que en aquellos países donde el virus se propago con mayor rapidez los estímulos fiscales para contener la pandemia se hicieron presentes. Según estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) hasta el momento se han destinado alrededor de 8 billones de dólares para enfrentar la emergencia sanitaria, de los cuales 7 billones corresponden al grupo de las veinte economías avanzadas y emergentes (G-20) (Gaspar, Lam & Raissi, 2020). No obstante, la pregunta que debemos hacernos es si ¿se retornará a las medidas de austeridad una vez pase la contingencia? o ¿se aprenderá la lección? Solo el tiempo lo dirá.

Por lo pronto, personajes como Peter Altmaier, ministro de Economía alemán, están convencidos de que las políticas de austeridad de los últimos años han sido precisamente las que le han permitido gastar cerca de 750 mil millones de euros para afrontar la emergencia y no descarta que una vez terminada la crisis sanitaria vuelvan a la política de austeridad y el presupuesto equilibrado (El País, 26 de marzo 2020). No es de extrañar este tipo de declaraciones, tomando en cuenta que quienes tendrán que apretarse el cinturón no será la parte alta de la distribución del ingreso, sino sobre todo los más vulnerables.

No cabe duda, que estamos frente a una “crisis sin precedentes” y una “recesión, tan mala o peor que en 2009” como señalará recientemente la directora del FMI, Kristalina Georgieva (El Financiero, 27 de marzo de 2020). Peor aún, el escenario en América Latina no es más alentador, si consideramos que previo al COVID-19, la región mostraba bajos niveles de crecimiento, un espacio fiscal bastante limitado y crecientes conflictos sociales. Incluso, algunos analistas hay llegado a indicar que la región podría estar frente a otra “década perdida” durante 2015-2025 (Werner, 2020). De momento, las estimaciones más recientes pronostican una contracción del producto global del 3.0 y del 5.2 por ciento en América Latina para el presente año (FMI, 2020).

Mención especial – aunque para mal – es el caso de México con un pronóstico de contracción de su economía del 6.6 por ciento en 2020. En donde la austeridad continúa enraizada como el principal eje de acción gubernamental aún durante la crisis sanitaria y económica. Para tener una idea de los estímulos fiscales anunciados en la región, solo Perú y Brasil han destinado recursos frente a la pandemia superiores al 10 por ciento de su producto interno bruto. Por el contrario, México ni siquiera ha destinado el uno por ciento (Werner, 2020). Además, otros aspectos para tomar en cuenta son la volatilidad en el tipo de cambio, la dramática caída del precio del petróleo y la ausencia de una respuesta menos conservadora por parte del gobierno. En suma, mientras se siga insistiendo por la austeridad y no por una política económica – fiscal y monetaria – contracíclica y progresiva, difícilmente podremos alejarnos de la ruta de la recesión, avanzaremos eso sí, pero en dirección equivocada.

Referencias:

Blyth, Mark (2014 [2013]) Austeridad. Historia de una idea peligrosa. Crítica, Editorial Planeta, Barcelona, España.

FMI (2020) World Economic Outlook, April 2020.

Gaspar, V., Lam, W. R., & Raissi, M. (2020) “Fiscal Policies to Contain the Damage from COVID-19”, IFMBlog, April 15, 2020.

Ortiz, Isabel & Cummins, Matthew (2019a) Austerity: The New Normal. A Renewed Washington Consensus 2010-24, Initiative for Policy Dialogue, New York.

Ortiz, Isabel & Cummins, Matthew (2019b) The Insanity of Austerity, Project Syndicate, Oct 11, 2019.

Werner, A. (2020) “Economic Policy in Latin America and the Caribbean in the time of COVID-19”, IFMBlog, April 16, 2020.

World Bank (2020) World Development Indicators.

Otras referencias:

El Financiero (27 de marzo de 2020) “La economía mundial entra en recesión: FMI”.

El País (26 de marzo de 2020) “Berlín sigue sin creer en los eurobonos”.

La Jornada (16 de marzo de 2020) “La Fed baja su tasa de referencia a nivel no visto desde 2008”.

La Jornada (09 de marzo de 2020) “Inyectará la Fed 150 mil millones al día a los mercados financieros”

Oscar Martínez

Licenciado en economía por la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (FE-UNAM) y alumno de Maestría en Estudios Latinoamericanos por el programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la misma institución (PPELA-UNAM). E-mail: oscar.martinezdorantes@gmail.com

 

https://www.alainet.org/es/articulo/206322

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