¡Que me parta un rayo!

(Por: Jessica Castro Burunate)

La naturaleza del rayo continúa parcialmente oculta para los investigadores que se afanan en descubrir sus secretos y las claves de un sistema de protección infalible, mientras el índice de descargas a tierra aumenta en varias zonas del mundo.

Un simple papalote bastó para desmontar siglos de veneración ciega, mas no el miedo ni el asombro. Mucho ha avanzado la ciencia y la tecnología desde que Benjamín Franklin aprovechara un día tormentoso, en 1752, para probar la naturaleza eléctrica del rayo que le permitió enunciar el principio de conservación de la electricidad, así como ingeniar el primer sistema de protección.

Pero aunque la técnica es mucho más sofisticada hoy, estas poderosas descargas de electricidad estática siguen provocando tantos quebraderos de cabeza como en tiempos del inventor.

Antes de tirar el cable a tierra

Aunque las actuales tecnologías de protección contra rayos se apoyan en la ciencia más avanzada, no son infalibles. El estado del arte de la técnica todavía no logra reproducir completamente el fenómeno del rayo en el laboratorio.

Al ser la investigación experimental la única opción, esta no es una física que pueda ser revelada matemáticamente y los científicos se han tenido que conformar con el estudio parcial de la descarga y sus efectos. Por ejemplo, para aumentar las probabilidades de intercepción efectiva del rayo se han enfocado en el análisis de las distintas formas transitorias de descarga eléctrica (avalancha, corona, streamer) y la función que desempeña cada una, para lo cual se utilizan generadores de impulsos de alta tensión.

Con esta misma tecnología también es posible formar niveles de campo eléctrico suficientemente elevados como para que se produzcan los mismos efectos físicos que el de un rayo cuando se aproxima a la tierra. Sin embargo, ambos procesos no pueden conducirse de conjunto en un espacio cerrado.

En campo abierto, los generadores pueden incluso producir descargas que alcancen los kiloamperios, pero aún los valores no son representativos del fenómeno natural. “Hablamos de una media de 30 a 35 kiloamperios de corriente, aunque pudiera alcanzar los 200”

Una exposición directa y sostenida por 30 milisegundos de un solo amperio puede causar la muerte de una persona.

Los sistemas de protección contra descarga aún tienen mucho de aquel primer modelo que ingeniara el científico estadounidense. Primero, deben ser capaces de interceptar el rayo, utilizando dispositivos de cebado, puntas franklin o mallas conductoras, luego conducir la corriente de forma segura a tierra (conductor de bajada), disipar la descarga (puesta a tierra) y, finalmente, proteger contra los efectos secundarios del rayo (sobretensiones).

Este último paso es donde la tecnología parece mostrarse más diversa, ya que debe ir en paralelo a las necesidades de los servicios y suministros que se derivan de los avances tecnológicos, una lista que se actualiza prácticamente a diario, con dispositivos cada vez más sensibles a este tipo de exposición.

El área de la informática y las comunicaciones, es uno de esos trenes expresos que apenas se les puede seguir el paso. Por lo general, los canales de comunicación y alimentación que se utilizan para pequeños equipos como computadoras e impresoras no necesitan protección, ya que el cableado no supera los cinco centímetros y generalmente se ubican dentro de un edificio, donde el riesgo de sobretensiones es muy bajo.

Sin embargo, en el uso de sistemas como la Interfaz Multimedia de Alta Definición (HDMI, sus siglas en inglés) que permiten transmitir audio y video sin comprimir de un equipo a otro (por ejemplo, de la “cajita” de televisión digital al televisor) con el uso de un único cable y que en ocasiones debe conectar con dispositivos a la intemperie, sí se demandan sistemas de protección más complejos.

A la necesidad de actualizar constantemente el diseño y características de los sistemas de protección contra descarga, para que no queden obsoletos frente al resto de los desarrollos, cada día se adicionan nuevos requerimientos de competitividad como la monitorización remota de los dispositivos, popular por las facilidades que brinda para el mantenimiento y operatividad de los sistemas.

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