Respetar a los menores

(Por: Melvin Martínez)


Todavía tengo presente a mi madre, a mi padre, a mi abuela, a mi abuelo, diciéndome imperativamente que debía respetar a mis mayores. Y así fue. Ese principio de vida lo asumimos como norma orientadora de nuestro comportamiento.

En la iglesia también nos hablaban de respetar a nuestros mayores, de amar a Dios por sobre todas las cosas y pienso que estuvo bien, esos valores nos fueron volviendo respetuosos de los demás. En la escuela, en el colegio, incluso en la universidad también nos hablaban de la importancia de respetar a nuestros mayores.

El concepto de mayor nunca estuvo claramente definido. Tenía una aplicación en términos de edad, pero también sugería como mayores a la gente con alguna posición social, económica o política. Como ese concepto de mayor era o es demasiado amplio, había también una presión hacia la sumisión. Intuyo que buena parte de la causa de la actitud conformista de muchos hondureños ante la injusticia estatal, la aceptación de la corrupción de los poderosos, viene de ese principio de respetar a los mayores sin cuestionar.

Cuidadito le levanta la voz, los mayores se respetan, era una frase muy común. No se podía cuestionar nada a un mayor. Poco nos enseñaron a respetar a los menores. Por lo menos, no se enfatizaba tanto en el respeto a los menores o iguales. Esa repetida frase puede ser el origen cultural del comportamiento de nuestros gobernantes, quienes históricamente han favorecido a los poderosos, de ahí que la justicia sólo muerde a los de pies descalzos. La actitud engreída de muchos funcionarios públicos, el evidente desprecio a la gente humilde, pobre, mal vestida es casi una norma. El desprecio cotidiano a los indigentes, el malestar por los niños que piden en los semáforos o en las calles, evidencia la falta de empatía y conciencia social.

Esta subcultura del irrespeto a los más débiles se puede ver hasta en las carreteras, con la forma agresiva de manejar de muchos conductores de equipo pesado, frente a los vehículos más pequeños. El llanto de los niños suele ser atendido con un grito. Igualmente la legítima protesta social es respondida con represión, balas o bombas lacrimógenas. Los docentes imponen autoridad levantando la voz y son sumisos ante los que les pisotean sus derechos magisteriales conquistados con arduas luchas. No son pocos los maltratos de empresarios a sus obreros, a quienes irrespetan no sólo pagándoles bajos salarios, sino también hiriendo su dignidad con humillaciones, amenazas o acoso. La necesidad de un empleo hace soportar muchísimos irrespetos.

Es necesario reformar la actividad burocrática en la que usualmente se maltrata al que solicita un servicio, principalmente en oficinas gubernamentales en donde se irrespeta cotidianamente a las personas.
Hace muchísima falta promover el valor de la solidaridad y el respeto a todas las personas, sin distinción alguna. Es urgente promover el respeto a la dignidad de la persona para que en el espíritu de las declaraciones internacionales de derechos se pueda construirse la base de una sociedad del buen vivir en dónde mayores y menores sean respetados.

Necesitamos involucrarnos en la transformación de la sociedad para hacerla justa y humana. El buen trato, el respeto, la amabilidad, la solidaridad, son valores urgentes de afirmar desde la niñez. Es impostergable para todos trabajar en la construcción de una sociedad en la que desde niño se aprenda, que también debemos respetar a los menores.

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