Las piezas caen y renacen

El Amigo.


«Ayúdate que te ayudaré.” Dice la máxima atribuida a Dios. En otras palabras, es una forma de afirmar que no hay casualidad. No hay buena ni mala suerte. Tampoco azar sino el trabajo, esfuerzo y previsión constante. Lo que siembras, eso cosecharás. Dice igualmente otro proverbio bíblico por cierto. Es verídico pues que en lo que emprendamos hay que poner iniciativa, decisión, esfuerzo y perseverancia. Lo demás vendrá por añadidura. Hombres y mujeres hay con dones naturales que son exitosos. Pero al verlos con lente de aumento encontramos que tienen en común una condición esencial, han batallado duramente, arduamente, para ser lo que son y obtener resultados venturosos.

Ejemplo de lo anterior son muchos casos; uno de ellos el músico-maestro Arturo Sandoval, cubano de origen, virtuosísimo de la trompeta y el piano. “Hay que perseverar, ensayar hasta lograrlo.” Aseveró en una entrevista de TV que observé impresionándome. Hizo ver que horas y horas de trabajo ha pasado con los instrumentos musicales para lograr la técnica que ostenta. Actualmente es reconocido como el mejor trompetista del mundo. “Yo creo que la casualidad no existe.” Expresó por su lado Nicolás Felizola, venezolano, fotógrafo de modelos y artistas, abogado, diseñador de modas, pintor, Etc. “Soy una persona que me preparo.” Agregó en entrevista también por TV.

Tomo solo dos ejemplos contemporáneos que hablan por sí mismo pero puedo citar muchos más. El mundo está lleno de casos como los anteriores. Nos dicen al oído que el secreto del éxito es la constancia. Que los buenos pensamientos, palabras y acción son factores esenciales de triunfo ya que nada cae del cielo o es regalado. Ese mismo espíritu de trabajo es el que garantiza el buen resultado en un partido de ajedrez. Como se sabe, es un deporte mental que practican no solo los ajedrecistas sino deportistas de todas las condiciones físicas; profesionales y personas de toda clase.

De tal modo que es complementario con cualquier actividad que se realice. Sirve para relajación y mantener activa la mente. En este deporte se conciben las ideas poniéndose en ejecución de inmediato. De lo contrario no servirían de nada. No se vale en ajedrez calentar el asiento y dejar para mañana lo que se puede hacer hoy. “Pensamiento, palabra y acción.” Dice un viejo principio Zoroastriano, religión de hace miles de años en Persia; del cual me agarro para remarcar que sin acción no hay nada. Garantiza el buen resultado en el ajedrez cambiando sobre la marcha los planes de acuerdo a las reacciones del contrario. Así que, tras un campeón de ajedrez como de un excelente deportista, músico, ingeniero, técnico, etc. existen horas de intenso trabajo. Se aprende de la experiencia. También se aprende de las victorias como de las derrotas y de los errores.

En ese sentido, las piezas de ajedrez son como los seres humanos. Movidas por la mano del jugador, caen en la acción. Mueren como los hombres, de pie. Es decir, en la batalla por la vida. Hombre en este caso aclaro, se refiere a los dos sexos, hombre y mujer. Es muy interesante esta comparación figurada que utilizo pues las piezas desaparecen del tablero como el ser humano fallece en algún momento de su existencia. Físicamente morimos, no estamos eternamente. “Nacemos y morimos y en el intermedio vivimos como un hombre. “ Dijo Ulises a la hechicera Circe en la Odisea que tantas lecciones y filosofía tiene. Quedan de lado las piezas de ajedrez, al margen, como las almas de los Seres van al otro mundo a la espera de una nueva oportunidad. El Alma del Ser humano va a otro mundo, a otra condición pero resucita. En palabras más precisas, renace. Me convence la presente explicación a dicho misterio. Sin embargo, miles de ideas existen sobre este respecto, ¿qué pasa después de la muerte? ¿Hay vida?

Me valgo del ejemplo del ajedrez que practico con fervor, hoy no tanto como antes pero siempre, para ejemplificar que las piezas de ajedrez caen, mueren, se las “comen” de acuerdo al lenguaje del juego ciencia. Sin embargo, no están muertas totalmente o desaparecidas, potencialmente viven. Convertidas en piezas mayores o menores en el mismo partido pueden regresar a continuar la batalla. Este movimiento especial ocurre cuando un peón se corona. Lo que sería un proceso alquímico, comparando, que transforma al peón humilde servidor en reina, torre, alfil o caballo, lo que sea. Al gusto del cliente, o sea, del jugador. Resucitan, pues, reviven. En su evolución, en conclusión, de soldado se convierten en general. De obrero en Maestro de obra o ingeniero. La ley sin lugar a dudas se mantiene. En un siguiente partido vuelven con más brillo y ahí no ha pasado nada. Esta condición particular en el ajedrez como la vida en general, es una ley inmutable universal. A su reintegración les adorna además la fuerza de la experiencia de la lección aprendida en la partida anterior. Es verdaderamente un proceso de evolución. Siempre cambiando para mejorar, no para atrás, no para la regresión. El ajedrez en conclusión, sobre esta cosa tan real y verdadera, nos da una soberana lección. Nada se pierde, todo se transforma y continúa. Cada vez el ajedrecista será algo mejor. Excepto por supuesto que no tenga interés, requisito indispensable. O no quiera esforzarse ya que nada es regalado. Todo tiene compensación de acuerdo a los méritos.

Amigos lectores, la Defensa Siciliana, humorísticamente presente en el recuadro, es una de los sistemas semi abiertos defensivos mejor articulados. Practicada por los Maestros está al alcance de usted como aficionado toda vez que sea dedicado. Beneficios le traerá. Hasta aquí. *

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