Diatriba celestial

Francisco Parada Walsh.


El término consagración tomado en el sentido más estricto significa la acción por la cual un sacerdote que celebra el santo sacrificio de la misa cambia o convierte el pan y el vino en el cuerpo y sangre de Jesucristo. Siendo un niño me involucré en la iglesia católica al servir como acólito (“El que sigue”), pero ¡Qué desastre de acólito!, recuerdo darle una patada voladora a la campana del bien, hincarme y hacer reverencia al lado equivocado, hacerle por error un nudo ciego a una pieza que casi ahorco al cura, comerme a escondidas la ostia en grandes cantidades y pude ver que para servir a Dios tenía que buscar otra forma, menos de acólito. Siempre he sentido profunda curiosidad por los ritos de la iglesia católica a la cual pertenezco; hay tantos ritos que enumerarlos sería interminable sin embargo hay uno que me genera más envidia que incredulidad y ese es el momento en que el cura sirve el vino que por sus divinos poderes terrenales convierte en la sangre de Cristo y siempre me preguntaba.

¿Por qué no puedo hacer lo mismo que hace un cura si ante Dios todos somos iguales?: Por eso he buscado afanosamente mi salvación y en la mayor convicción personal que soy el pecador más grande tuve a bien tomar conciencia de esa condición para arrepentirme de tanto mal causado y buscar un lugar en el cielo. Eso me llevó a asistir a la santa eucaristía durante casi cuatro años, a la misma hora, en la misma banca y con la misma gente, sentía que no era salvo pero buscaba ser un mejor hijo de Dios; así fue pasando el tiempo y las cosas personales iban de mal en peor, los problemas me agobiaban, siempre sentía que el enemigo diablo respiraba en mi nuca y que ganaba la batalla por lo que una madrugada vino a mi mente demente un sencillo pensamiento: “Francisco, si cada día que vas a misa y recibes en forma simbólica el cuerpo de Cristo.

¿Por qué no te decides de una vez por todas a recibir la sangre de Cristo?”; fue así que entendí que no debía esperar cajas de vino de la Bati –cueva pues la sangre de Cristo por fe está a mi alcance en una licorería, en un super mercado y empecé a preparar mi tan ansiada salvación; poco a poco fui aperándome de la sangre de Cristo; creo profundamente que entre más sangre de Cristo riegue a mi espíritu la salvación está casi asegurada. Entiendo que a los mortales se nos hace casi imposible realizar la eucaristía pero debido a que mi vida en la montaña me impide asistir a la eucaristía decidí con un poco de temor empezar a realizar mi propia eucaristía, ya la sangre de Cristo rebalsa en un bello baúl que sirve de púlpito; por lo inaccesible a llevar el cuerpo de Cristo a mi propia misa decidí que ese pan y esa ostia sea reemplazada por un suculento plato de chicharrones, fritada, anchoas y algún fino queso francés; tuve un pequeño inconveniente pues no encontraba acólitos que me asistieran en mi personal eucaristía por lo que después de un diálogo algo relajado con Dios investí a mi gato Nicolay, a mi gata Luna de Xelajú y a mi perra con sendos poderes para ser mis acólitos personales. Por ganar un lugar en el cielo sin importar que no sea platea, pueda ser en “El Vietnam Celestial” no hay día que la sangre de Cristo no me acompañe.Siempre tuve una profunda curiosidad porqué los curas pueden beber la sangre de Cristo empezando a clarear, ya a las siete va el primer fogonazo, a las doce toca el otro y a las cinco de la tarde va el último cachimbazo; me preguntaba.

¿Cuál es la diferencia entre un cura y mi persona?: No encontraba respuestas, después de ver la cara del cura algo aturrada cuando se clava el primer copón de la sangre de Cristo y parece de lo más normal pensé: “Y si tomas la sangre de Cristo a las siete de la mañana, ¿Qué pensará la gente de mí?: Mi respuesta no me gustó pues propios y extraños pensarían que soy un pobre bolo, nadie pensaría que ha sido esa búsqueda espiritual de mi salvación la que ha hecho que me vea en la imperiosa necesidad de tomar y tomar la sangre de Cristo.

¿Qué diferencias he encontrado con la sangre de Cristo traída desde la Bati-cueva con la sangre de Cristo que reposa en mi alacena?: Son varias, el grado de pureza varía, hay de gran pureza y de poca o nula pureza; hay de diferente cepa que yo sepa; las hay en cuanto a su depósito, algunas son finas botellas de vidrio y otras son humildes “Cajas de cartón”; debido a que mi precaria situación económica no me permite conservar finas marcas de la sangre de Cristo me veo obligado a auparme de vinos de gran sencillez, estoy claro que lo que importa es mi salvación por lo que no escatimo recurso alguno para que tan espiritual bebida no falte en mi ánima pecadora pero como siempre hay desconfianza en las acciones humanas me di a la tarea de empezar a recolectar toda prueba que garantice a otro pecador como yo que lo anteriormente es cierto y eso se comprueba contando los tapones de corcho que guardo de ese vino que durante mi eucaristía personal poco a poco pasa a convertirse en la sangre de Cristo; ahí entra ese designio divino que verá con buenos ojos mi gran sacrificio por no sucumbir al maligno.

¿Cuál es el único problema que no le encuentro patas ni cachos?: Que cada vez que abro una botella de la sangre de Cristo ésta debe ser tomada hasta la última gota pues cuenta una antigua leyenda que si esa botella queda abierta y el maligno la toma sería mi castigo eterno pues me vería errante por los siglos de los siglos; eso me ha llevado a que la búsqueda de mi salvación sea anhelada y quizá en muchas ocasiones sea una búsqueda algo disfrutada, no digo mucho, sólo algo disfrutada.

¿Será que un cura no goza de los placeres terrenales?: Por supuesto que sí, viven, visten, duermen, comen, beben y se pensionan con grandes pensiones y a veces en pensiones como “El Oso Campero” pero nunca he conocido cura pobre, siempre hay un nivel de vida diferente al pobre, por supuesto que esto se lo ha ganado por tan alta santidad.

¿Por qué no puedo tomar la sangre de Cristo en grandes cantidades si es mi vida la que está en juego?:
No hay nada que me lo impida, la salvación es personal y eso me atribuye facultades para buscar mi eterno descanso rodeado de mis seres amados y no tan amados; de mis acólitos perrunos y gatunos y sólo pido a Dios que la almohada de mi ataúd sea la colección de tapones de corcho que tan buen efecto surtió sea para mi salvación o mi personal degustación.

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