Mis Despropósitos

Francisco Parada Walsh


Despropósito se define como: “Dicho o hecho inoportuno o fuera de sentido” por lo que al parecer todo lo que escribiré está fuera de sentido aunque sea lo más cercano a que mi vida tenga sentido. Como vivimos en un mundo al revés o patas arriba lo ideal sería enumerar los propósitos, aquellos profundos deseos que al pasar el tiempo se apagan como una llama que lucha por mantener su calor en el frío de la Patagonia, así se fue el año y volvemos a emprender una serie de arrebatos y sueños que quedaron en eso, en sueños por lo que a continuación describo mis despropósitos para el 2018 y para siempre: “No trataré de perder ni de ganar peso”, debo entender que así como mi vida y mi muerte ya están decididas, así mi peso; algo tan trivial donde los humanos luchamos por tener cuerpos de anti-héroes de tiras cómicas, ¡Nada más alejado de la realidad!, peso lo que tengo que pesar, amo lo que tengo que amar y sufro lo que tengo que sufrir.

¿Por qué es difícil ir contra natura?: La esencia del ser humano es ir contra natura.

¿Cómo puedo dejar de comer, de amar, de sufrir?: El mismo Dalai Lama o el Papa Francisco pueden ser mis compañeros de pieza o de baldes cerveceros en el Macondo y no me harán entrar en razón; sólo sé que vivo en un paraíso y como tal no sé cómo vine, por qué vine y no sé si un día la vida me bajará a la capital del pecado por lo que debo aprovechar las alas que se me otorgaron en el peaje del cantón Las Pilas Benditas para volar en bicicleta por montes y praderas, sé que un día aunque quiera, aunque llore no podré dar un pedalazo por lo que más me interesa es perder peso del cerebro, desear un cerebro más liviano, con menos rencores, con menos envidias y menos problemas.

¿Cuál es otro de los despropósitos para mi vida?: Tratar de no ahorrar, hubo, hubo un tiempo que el ahorro existió en mi vida y se derrumbó como un castillo de naipes, con lo que me queda de vida no viviré aferrado a ese dilema infinito: Si ahorro y muero lo poco aperado le queda a otros y si no lo hago y el diablo me da larga vida sufriré por mi falta de visión, creo que un equilibrio a la mínima potencia es a lo que debo aspirar porque en la cadena alimenticia siempre habrá quien me coma y quien me alimente.

¿Un despropósito sacrílego?: No podía faltar lo pecaminoso en mi vida, después de asistir a misa todos los días por cuatro años ya no lo haré; a mi manera yo soy el cura y mis gatos son los acólitos, celebramos misa diaria con santo almuerzo y santa cena incluida, momento oportuno para que los doce apóstoles suban del cielo y me acompañen, se alimenten de comida mundana como un tasajo de puyazo grasiento, una papelada de fritada, unos sabrosos chicharrones y dejen por un momento el insípido alimento espiritual o divino.

¿Qué es lo que no puede faltar en mi santa misa?: El vino que en vano limpia mis venas; de los apóstoles el más parlanchín y que se pasa de copas es Mateo, una vez que entramos en ese calor infernal que sólo el vino puede dar es Judas quien con sus chistes colorados nos hace reír a carcajadas; la jodida que las bebidas espirituosas sacan lo bueno, lo malo y lo feo de cada persona y el apóstol que tiene mal trago es Santiago que ya con un par de cachimbazos entre ala y cola le agarra por visitar lugares de dudosa reputación.

¿Otro despropósito?: No trataré de tener más amigos sino de cuidar los que tengo y regar cada día esa maravilla llamada AMISTAD.
¿Cuál despropósito es el más importante?: Volver a jugar como niño, hace unos días mientras cabalgaba mi bicicleta fui testigo de uno de los espectáculos más bellos que la naturaleza pueda ofrecer: “Un caballo pichón empezó a correr a la par mía, corcoveaba, relinchaba mientras me seguía como si yo fuera la mamá caballa, por un momento tuve miedo por dos cosas: Ser lanzado a San Ignacio por un par de sendas patadas voladoras y la otra fue que el caballo sintiera algún cariño por ese bulto corriendo en dos ruedas; la verdad que hubiera preferido aguantar las patadas que recibir alguna muestra de cariño del caballito, pero no pasó a más; él, como bebé feliz se tiró patas arriba y empezó a rodar sobre su lomo, no daba vueltas de gato sino vueltas de caballo y mientras admiraba semejante felicidad cuadrúpeda me pregunté: ¿Cómo un caballo que en nuestra escala de poderes es inferior a nosotros sea más feliz, sea más auténtico y juguetón que yo?: Siempre he dicho que nací sabio y con el paso de los años mis temores me han vuelto poco inteligente por lo que jugar como ese caballito será un bello despropósito.

¿Cuál es el despropósito más necesario?: Tomar conciencia de las pequeñas cosas, cuando cabalgo mi bicicleta de repente levanto la vista y admiro aquella majestuosidad de la madre naturaleza, cientos de cipreses me rodean y no hay un santo día que no los escuche cuchichear: “Ya viene el viejo loco, sueña que va a ser eterno” y siempre la prudente araucaria les dice: “Ya están de lenguas largas, déjenlo, al fin cada quien hace con su vida lo que mejor le parezca”. Silencio total.

¿Qué aprendí del 2017?: No soy nadie para darme baños de inmortalidad por lo que me despropongo vivir día a día, prepararme para cuando la Santa Muerte venga en su rojo corcel; el año pasado perdí a dos amigos y dos cosas aprendí de uno de ellos: “Se hartaba guaro, coca y gallina como tacuazín hambriento y de vez en cuando me invitó a comer al tacuazín culpable, algún cusuco peludo no podía faltar y ese hombre de 1.80 metros fue reducido a cenizas que cabían en un bote; así terminamos el ciclo, admiro a mi amigo porque disfrutó al máximo la vida y eso deberíamos hacer, cada quien a su manera, sea ésta buena o mala pero disfrutar y no volvernos seres anhedónicos: Cero interés por algo.

¿Qué despropósito me costará llevar a cabo?: Eso de la familia, de recuperar cariños inolvidables, a veces siento que una bomba atómica cayó en el comedor mientras cenábamos y nos despepitó, cada quien se lame sus heridas solito, no hay respeto ni irrespeto, hay relaciones familiares que en vez de fortalecerse se debilitan y algo que admiro de una familia de la montaña es esa fuerza de Sansón que estilan por estar unidos, por estar queridos.

¿Cuál es mi último despropósito de mi vida?: Ser feliz, en mis cuatro años viviendo en un paraíso y rodeado de apóstoles entiendo que la felicidad no la da el clima, no la da el vino; la felicidad la da un alma en paz, un alma agradecida y un alma juguetona.

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