El poder oculto del Complejo Militar Industrial de EE.UU.

Por: Guillermo Alvarado.

El entramado que se conoce como “Complejo Militar Industrial” de Estados Unidos es una entidad que ha sabido adaptarse a los tiempos, cambiar no sólo su concepto sino que también su estructura, hasta convertirse en una poderosa organización de la que depende en buena medida el futuro del planeta.

Finalizada la II Guerra Mundial y durante la administración de Harry Truman las principales fábricas se beneficiaron de una importante inversión pública, eran fuente de trabajo bien pagado para cientos de miles de empleados y estaban, en lo fundamental, bajo control del Estado.

Como cita un interesante artículo de Alberto García, publicado por el portal Descifrando la Guerra.es, la situación cambió durante el gobierno de Ronald Reagan y el auge del neoliberalismo, cuando se privatizaron las principales áreas de producción y se consolidaron gigantescas corporaciones.

En 1991 se derrumbó el campo socialista europeo y Estados Unidos se alzó como la potencia militar hegemónica, por lo que los grandes gastos de defensa llegaron a parecer inútiles, pero en la práctica se mantuvieron casi igual.

Sólo una década después, el 11 de septiembre de 2001 los atentados en Nueva York y otros sitios propiciaron una transformación radical en esta rama, que le permitió extender sus tentáculos hacia otros ámbitos, como la ciberseguridad, la vigilancia y la aplicación de las nuevas tecnologías en la esfera militar.

Las guerras contra Afganistán e Iraq fueron un verdadero filón de oro para las corporaciones, que se beneficiaron con multimillonarios contratos que les aportaron ganancias inimaginables.

Y aquí es necesario mencionar una cara oculta del Complejo Militar Industrial. Como dije, la doctrina neoliberal llevó estos negocios a manos particulares que necesitan de alguna manera mantener sus vínculos y su influencia con el Estado.

Echaron mano entonces a organizaciones aparentemente civiles, tanques pensantes, como las poderosas Heritage Foundation y la Brooking Institution que influyen en los sectores de defensa y militares de los gobiernos, sin importar si son republicanos o demócratas.

Como dice Alberto García, desde estas instituciones se estimularon acciones como la creación de grupos extremistas en países centro asiáticos, las bandas contrarrevolucionarias en Nicaragua o la estrategia de la administración de Barack Obama en Afganistán.

El complejo militar también financia directamente campañas de gobernadores, representantes, senadores y presidentes, independientemente del partido al que pertenezcan para garantizar su presencia permanente e influencia política.

Así lograron, por ejemplo, que Donald Trump aprobara para 2020 el presupuesto de defensa más alto en la historia de ese país.

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