Nadie es de nadie

Ni Dios es suyo. Ni el Diablo es mío. Son amores pasajeros. Entre el amor y el odio, quizá sea la vereda más empinada, estrecha y fría que podamos transitar. Nos arrogamos hombres y mujeres como que fueran propiedades de las cuales poseemos escrituras pero no el corazón; así, caminamos hacia el día siguiente donde creo que aquella es mía y viceversa y en un arrebato de furia, todo queda atrás.

Por: Francisco Parada Walsh*

Es un tema controversial, como lo es todo en la vida, no soy quién para decir: Este es mi lector, esta es mi mujer, este es mi carro, este es mi vino; no, nada de lo anterior es mío, nada y quizá lo único que puedo hacer es compartirlo con la humanidad.

Quizá que un lector deje de leerme, poco me cambiará la vida, soy mi seguidor número uno no por considerar que lo que escribo es bueno, es luz; soy oscuridad, soy placer, soy hombre, soy vicio, soy el todo y la nada, no, antes que alguien lea estas sencillas líneas es un ron quien ronronea en mis oídos y en mi galillo y es José Alfredo Jiménez, mi corrector, no le hago mucho caso, prefiero oírlo cantar, escucharlo amar, recitar grandes poesías.

Ahora, ni la  mujer que dios me dio para esposa y el diablo me la arrebató es mía, no, no puede ser mío alguien pensante, hermosa, digna, arrecha y por eso, hoy puede jurarme amor eterno y mañana cabalga en los brazos de otro, de un bandido sin antifaz que me la robó, y ella, también, sabe que yo no era suyo.

¿Hablar de carros? Como dice un pariente, “Si se paran los corazones, no se va a joder  un carro”, materia, latas con egos, insomnios acumulados por pagar algo que al final, a nadie le importa. Quizá a mis vinos y a mis chicharrones debería defenderlos, esos son míos por siempre y por la eternidad; el gozo de beber, platicar a solas conmigo, a veces me hago el disimulado y me cuento secretos, es el otro oído el celoso, para que no se enoje lo acaricio con un hisopo y queda feliz.

Todos creemos  tener algo, ser dueños absolutos de la verdad, o de la mentira; pero ¿debemos creer que somos  propietarios de algo cuando no somos dueños ni de nosotros mismos? el ego es fallido, es una escultura de pompas de jabón que nos susurra como la amante o el amante perfecto, sucio, libidinoso: ¡Oye francisco, te habla el ego, tu eres muy importante, quisiera decirte, eres algo  imprescindible, pide otra ronda de vodkas y de mujeres, te las mereces! Todo es un sueño, todo.

Nadie es de nadie, reflexión mencionada por un amigo con relación a una orgia sexual, que, quizá, a mi edad sea más un desfile de pajarracos muertos que de virilidad y llegamos a la conclusión que nadie es de nadie; ni el hijo es de la madre ni la madre del hijo, ni Dios es mío ni yo de él; esa mujer que es mi sueño, mañana es mi pesadilla y quizá, quizá la única forma de que alguien sea mío es que sus defectos también lo sean, sino, de virtudes y pulcritudes apenas nado en la orilla del lago cuando debo bucear en las profundidades y  buscar los tesoros más hermosos; quizá la soledad, quizá lo sea.

Lo es. Nadie es de nadie, todo es pasajero, el amor eterno de Juan Gabriel deja de serlo y en un santiamén nos batimos a un duelo a muerte con la amada; así,  debo entender que ni yo soy mío, como hablábamos con un amigo, ni nuestro nombre es nuestro, sencillamente es una forma de que un borrego bale cuando se le llama ¿Cuántos Franciscos hay en el mundo? ¡Millones! y quizá en esa función del circo donde somos los payasos o los trapecistas, la función acabe, se apagan las luces, las personas abandonan la sala, ya no hay otra función.

Todo en la vida es pensar en algo que creemos sucederá cuando nunca sucede y ese triple salto mortal que doy para alcanzar el trapecio, nunca existió. Quizá aprendo de los animales que sí entienden que no son de nadie, particularmente los gatos, duermen, cogen, comen, zurran y les importa un bledo mi opinión.

Son reales, son sinceros, no hay miedos ni complejos. Pido al Dios Gato Negro que en la próxima vida sea mi persona un gato vago, relajo, buen amante, caliente con las gatas  en ese tejado frío  y quizá, solo así, sea un yo de alguien.

*Médico salvadoreño

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