El éxtasis del escribir

Por: Francisco Parada Walsh*

Debo aclarar que no soy escritor, solo escribo que es algo muy diferente y de un destartalado maletín saco  la que será mi amiga por horas, esa sencilla computadora que la respeto, la cuido, le hablo como se cuida a una amiga; a veces son muchísimas horas que debo teclear y todo se convierte en una sensación inimaginable, a ella no parece importarle el tedio de estar muchas horas soportando desvelarse junto a mí; prefiero escribir por la mañana, y sobre todo en la madrugada, testigos de mis líneas son las tazas de café negro con azúcar blanca en tazas verdes como la esperanza, a veces preferimos que sea el vino que en vano limpia mis venas, una cerveza y un buen tasajo de carne mientras empieza el día; eso de que todo debe tener hora y ser regidos por patrones sociales no lo creo, se come cuando se tiene hambre, se ama cuando es un imperativo hacerlo, se llora cuando duele el alma, se hace el amor cuando se puede, así que ese café, cerveza y vino son testigos mudos, bueno, en apariencia pues no puedo ocultar una sensación que el café me está viendo, el vino no me ve con buenos ojos y la cerveza, es más discreta, solo la espuma blanca, amarga, sabrosa es la que se sale de control; viene ese nuevo día, el articulo está en la mente, me basta tener un título, lo apunto, me retiro, voy a pasear con mi manada de perros y ya estoy seguro que ese artículo está congelado en el hielo de mi alma, no puede perderse; lo deshielo y así empieza a tomas vida otra sencilla página.

Hace cuatro años mi vieja computadora murió de cansancio y de depresión y de un infarto fulminante; me vi envuelto en hacer una maravillosa tarea que había ya olvidado como es sumar, restar, a ese artículo le llamé “Mi involución literaria”, una metamorfosis en mi vida y fui feliz cuando pude escribir con lápiz, un barato cuaderno y hacer que mi mente volara,  no había  tiempo para  errores, aunque ¡la vida son errores! lo más hermoso que me ha pasado es que a través de estas líneas amarro a los amigos, así como palabra con palabra se amarra con la otra como elefantes tomados de la trompa, así cuido a mis nuevos amigos; solo cuando un lector le llama a uno, le envía un audio y empezamos una amistad eterna, imperecedera, sincera es lo más gratificante de escribir; todos los nuevos amigos que me han contactado han venido a mi montaña cargando bolsotas de medicinas para los pobres de dinero y guaro para mí; hacer amistad con personas que vivimos en mundos diferentes es lo más gratificante, bellísimo, algo indescriptible; cuando leo en El Independiente Facebook me doy cuenta del número de lectores que escudriñan mis publicaciones, inmediatamente les envío una solicitud de amistad, no soy quien para arrogar una postura divina por lo que escribo, sino que gracias a ellos el mundo camina y el amor gira entre ellos y yo; lo escribo sin jactancia, soy feliz con los nuevos amigos y eso no se logra ni teniendo todo el oro del mundo sino la verdad de mi amigo y la mía, ambas, se toman de la mano y entienden que no hay máscaras, que todos somos iguales y por ende, debemos construir patria hasta en la sopa.

Deseo escribir muchísimos libros, no quiero premios sino llevar mi mente a otras mentes, no es dinero, sino concluir esa pasión que es escribir; solo que no puedo escribir páginas huecas, sin sentido y cada renglón debe ir cargado de un mensaje, sino es así, no lo hago. Pasión de pasiones, hacer lo que amo y algo que el amigo lector debe entender es que cuando ha leído un artículo y lo disfruto, más lo he disfrutado yo; cuando apago la computadora siempre hay una sonrisa que entristece mi rostro o una lagrima que alegra mi vida; si no vienen esos sentimientos no está bien, debo entender que escribo para mí, no es ego, es mi mundo y si a ese mundo lo llenamos de amor, respeto, solidaridad y una crítica constructiva, entonces se habrá hecho mucho y que el éxtasis de escribir y el vino, me den la vida eterna.

*Médico salvadoreño

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