Van tres años!!!

Aunque ya todo pasó, en esta fecha, el aniversario de lo ocurrido me visita con fuerza para recordarme que hermosa es la vida. Aquel caluroso mediodía del comienzo de enero de 2020 mi hija Ayelén y su compañero Lautaro me acompañaron a la Guardia de un sanatorio, esperaba que me dieran algo porque me sentía agitado, con poco aire, vale acotar que siempre tuve esa clase de inconvenientes respiratorios pero esta vez era más severo que de costumbre.

Por: Marcelo Valko*

Pensamos que al salir de la Guardia iríamos a almorzar a un lindo restaurant de la zona. Sin embargo el destino tenía previsto otra jugada, la baraja venía marcada. Cuando me revisó la primera doctora puso cara de poker, dijo que espere un minuto, cosa que me dio que pensar, aunque no mucho tiempo ya que volvió de inmediato con un colega que sin sacarme los ojos de encima colocó el estetoscopio sobre mi pecho, escuchó un momento con atención, miró a su compañera y asintió con un movimiento de cabeza, luego me preguntó si estaba acompañado… Eso sí que me dio que pensar. Llamaron a mi hija y poco después, aunque les dije que tenía mucho que hacer, ya estaba en terapia intensiva con máscara de oxígeno y desnudo en camisolín. Ignoraba que no volvería a usar mi ropa hasta después de 40 días y tras haber pasado la mitad en coma inducido y traqueado.

Con semejante introducción, de más está acotar que tuve más chances de partir que de quedarme y que mi familia sufrió más de la cuenta. Dado lo complejo del cuadro, durante mi internación hicieron varios ateneos con participación de diversos servicios ya que no solo era la cuestión coronaria sino también una infección pulmonar. Sin tener noción de lo que ocurría me hice bastante “famoso” en terapia y sectores asociados, de hecho, meses después cuando regresé para controles de rutina más de una vez me detuvo algún médico para decirme que si bien yo no lo conocía él si me registraba bien. Incluso, una vez un doctor al cruzarme en un pasillo me dijo que se alegraba de verme [no dijo “con vida”, pero ambos supimos que de eso se trataba] y agregó que mi caso lo obligaba a creer en la medicina…. En fin… solo tengo palabras de elogio para todos ellos por el cariñoso interés más allá de su pericia profesional. Cuando me estabilizaron pudieron operarme el corazón, pero mejor no me adelanto.

La foto son de cuando ya estaba mejor y “aceptable”, hubo otras que mi hija mayor eliminó. De esos días en los que “no estuve” tengo ciertas imágenes confusas muy difíciles de ordenar y sueños fragmentarios imposibles de comprender. Finalmente cuando “desperté” del los 25 días en coma tuve alucinaciones tan vividas como disparatadas que recuerdo bien. Como venía sedado por rescates de morfina estaba convencido que había caído en manos de malvados traficantes de órganos. Me defendí con furia loca. Entre varios tuvieron que atarme brazos y piernas a los barrotes de la camilla, un accionar que me convenció aun más de sus intenciones de venderme en pedazos. Para consternación y asombro de mi pobre familia, rogaba a gritos que me sacaran de allí. Luego, cuando paso todo y aun internado pedí disculpas a los médicos y enfermeras que minimizaron lo ocurrido. Aseguraron que ese tipo de alucinaciones eran comunes tras volver de un coma prolongado. Tres de esos doctores que maltrate figuran en los agradecimientos de “Esclavitud y Afrodescendientes”. Vi en «directo» su esfuerzo, para retenerme de este lado del mundo, sobre todo una madrugada que no estaba saturando y se desató una alarma, entre varios médicos me pusieron una especia de escafandra y estuvieron luchando para estabilizar el flujo de oxígeno.

Me acostumbré a los monitores de datos y su sonido titilante, al cablerío de los sensores en el pecho, la sonda en el brazo y al doble caño de oxígeno que entraba por mi tráquea y hablar por señas, también a los exámenes constantes de eco-doppler y demás aparatajes. El primer control empezaba muy temprano, a eso de las 6AM que me hacía acordar a la conscripción con la diferencia que en lugar de un jodido cabo 1º solía venir una técnica joven y bonita, de modos delicados. La aguardaba con ansias y parafraseando a Miguel Hernández le ofrecía mi brazo “como un árbol carnal generoso y cautivo”. Deseaba que se demore, que extrajese hasta la última gota, pero era tan delicada como eficiente. Hacia la extracción mientras yo le sonreía que en “mi mudez” era lo máximo que podía hacer, luego ella rotulaba los tubitos y con una voz cantarina decía “¡hasta mañana!” me brindaba una última sonrisa, giraba y su linda silueta se esfumaba en el pasillo. Sentía mucha desazón cuando tenía franco y la reemplazaba una compañera. Nunca supe su nombre. Tal como imaginan, me enamoré.

Cuando volví a estar lucido, es decir cuando advertí que no había caído en manos de una gavilla de cuchilleros, tuvieron la paciencia de explicarme “mi caso”, una de las válvulas del corazón llamada mitral, había colapsado, por eso me costaba respirar el día que fui a la Guardia. Era necesario abrir, cortar y reemplazarla por una mecánica y además tenía una infección pulmonar que se agravó. Es más largo y complejo pero suficiente para esta nota. Ambas patologías potenciaban la deficiencia de la otra. Aunque no podía responder ya que estaba traqueado, asentí con seguridad. “´procedan muchachos”.

En ocasiones pensaba en “El Ser y la Nada” de Sarte y aun sabiendo que estaba más de un lado que del otro me sentía entero y me apenaba la posibilidad de no ver crecer y estar para ayudar a mi hija menor que en ese momento estaba en tercer año de secundaria y me frustraba que mi libro “Esclavitud y Afrodescendientes” en pleno proceso de investigación, quedara trunco al igual que mi vida. Algo había hecho, me había enamorado, separado y vuelto a enamorar, tengo dos hijas hermosas, unos cuantos libros, en fin…

Descubrí que las enfermeras me decían Joker, por el actor Joaquín Phoenix del Guasón estrenada el año anterior a mi internación, seguramente mi intento de huir de los “traficantes de órganos” aportó lo suyo y quizás por eso me peinaban el pelo hacia atrás. Sin nada que hacer y con tanto tiempo de pensar mirando el techo y eso que en el techo no hay nada como bien explica Moris en “Nada sirve”, me detuve en el nombre de la válvula “Mitral” a la que asocie de inmediato con el dios persa Mitra. Ne asombro el largo periplo de aquella palabra proveniente de la Mesopotamia, además siempre había tenido empatía con los sumerios, me dije a ¿a ver cómo te va con Mitra…?

Después de la operación, poco a poco fueron desconectando secciones del cablerío, pude volver a hablar y comenzaron a acostumbrar a mis pulmones a trabajar sin ayuda de la máquina, aprendí a sentarme con ayuda de soportes sujetado por arneses a la espalda, tomé los primeros sorbos de agua que me supo a delicia. Caminar unos pasos desde la camilla la pared fue un desafío por la masa muscular perdida en 40 días de completa inmovilidad, terminaba transpirando por el esfuerzo. En otra ocasión cuando ya lograba sentarme pasó una médica que seguramente había participado de los ateneos, me vio a través del vidrio, se detuvo y entró, con una gran sonrisa dijo “¡no lo puedo creer…!”

Me dieron de alta a mediados de febrero, la silla de ruedas llevada por mi hermano volaba rumbo a la salida y no es una metáfora. La pesadilla terminaba también para mi familia. Era de tarde y después del blanco absoluto de la habitación me sorprendieron las diferentes tonalidades de los árboles entre lágrimas de emoción recité “verdes que los quiero verdes” y. Cuando estacionamos frente a casa, bajar del auto me costó tanto como subir al cordón de la vereda. Me ayudaba con un bastón de tres patas. Todo lo simple era una proeza, caminar unos pasos por ejemplo, entrar a la bañadera para ducharme. Subir o bajar de mi habitación ubicada en el primer piso de la casa era una verdadera maratón tan riesgosa como el París Dakar. Durante un tiempo vino una linda kinesióloga a tortúrame con ejercicios de rehabilitación. En marzo apareció el Covid y por suerte no me agarro adentro, ya que como bien explicaron: no soy un paciente de riesgo, sino de mucho riesgo. Sigo con controles, el corazón y su válvula se portan bien, supongo mejor que yo que sigo con la cabeza llena de proyectos. La elaboración de todo eso continúa y este breve texto supongo que es parte de ello. Hoy, continuo trabajando como siempre en distintas notas y en un nuevo libro que se las trae….

*http://marcelovalko.com Más convencido que nunca sé que es lento pero viene…

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