Las niñas y los niños como sujetos políticos (I parte)

Puede parecer extraño o inverosímil que nuestro propósito sea defender la esencia política de las niñas y los niños.

Por: Oscar Andrés Flórez Cordovez

Algunos objetarán en este auditorio que tremenda permisividad del pensamiento puede rayar en lo ridículo o en una gran distorsión de lo qué es la infancia, y tal vez se estarán formulando interrogantes del tipo ¿qué es un bebé o un niño o niña en el entramado de la política?, ¿acaso estos infantes pueden decidir por sí y para sí sobre cuestiones tan estructurales como la política económica, la inequidad social, el presupuesto público, la utilización desmedida de los recursos naturales, el ultraje del cual son víctimas a través de acciones violentas y sistemáticas, expresas o veladas, o el peligro que entraña una sociedad moderna que se funda en una economía de mercado y en una supuesta democracia participativa?, ¿cómo es posible que unos niños tengan eso que llamamos política?

El hecho más evidente que podemos reconocer es que los niños y las niñas nacen. Sin embargo esta relación con la vida no es solo una mera existencia. Los niños y las niñas nacen en una red compleja de relaciones sociales históricamente determinadas y episódicamente reconstruidas. Esto implica la puesta en acción de diversos modos de ser y actuar, de valorar y ser valorado, de sentir y ser sentido, de temores y múltiples expectativas, en definitiva, de múltiples sistemas de significación. En este sentido, como lo afirma Miralba Correa, en relación con los contextos, estos “…se organizan como espacios configurados por diversos sistemas de significación; se puede entonces afirmar que los contextos- que tienen las características ya señaladas- son siempre de orden mental, dinámicos y cambiantes (2006, p. 134).

De este modo el nacimiento de un niño en Colombia puede tener una noción o representación general, pero además una representación in situ de lo que esa nueva realidad implica en el seno de las diferentes familias, en el orden psicológico, cultural, económico y social.

En este sentido, los griegos relacionaban el nacimiento o la relación con la vida, de dos formas. La primera era el simple hecho de nacer, de existir, al cual daban el nombre de zoe, que era común tanto para los animales, los seres humanos y los dioses. La segunda era el bios, como esa manera particular de vivir en cada grupo, era la forma relacional entre el individuo y su mundo. En este segundo sentido, afirma Bustelo que ese bios implica el lenguaje, la política y la ciudadanía.

Así entonces, los niños y las niñas, en esa primera instancia del existir, se relacionan con los otros, y entre los otros van construyendo y reconstruyendo las relaciones, van haciéndose actores; asumen posiciones frente a su mundo, a ese mundo social que se les opone y a ese mundo de objetos que están descubriendo y significando a través de las significaciones de los otros. Sin embargo la significación de los otros, los adultos que van siendo padres, y hoy en día los jóvenes que van siendo padres más pronto, están inscritas en una red compleja de relaciones y de construcciones subjetivas que les han precedido, se renuevan y se instauran en una relación de poder. El bios no puede darse separado de una relación de poder, ese carácter de ciudadano, de sujeto de lenguaje, de sujeto de la polis o constructor de ciudad y portador a través de los otros de lo esencialmente político, es como refiriera Foucault, una relación de poder que se abre como arte de gobernar, de dirigir las acciones de los otros, como soberanía política.

*Filósofo – Colombia


Referencias
CORREA, R. Miralba. (2006). Contexto, interacción y conocimiento en el aula. En: Pensamiento Psicológico, Vol.2, N°7, 2006, pp. 133-148.

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