El Carbonero en tiempos actuales

Es una de las canciones que nos identifican, que nos dan esa falsa identidad y casi siempre se acompaña de un baile donde seguimos anclados a nuestros tiempos pasados, aquellos que apelan a un patriotismo barato, a una pareja de bailarines disfrazados de campesinos que deleitan a la concurrencia; así se nos ha sometido, hasta en nuestras escasas canciones, en nuestra música, en nuestros sueños, en nuestro futuro.

Por: Francisco Parada Walsh*

Vale la pena escuchar esa frase: “Sí mi Señor”, siempre el pobre hincado ante el poder, siempre el campesino y el médico sometido al hambre, al desempleo, a la invisibilidad; es que ese “Sí mi Señor” que son apenas tres palabras describe lo que somos, rebaños, conglomerados aplastados por ese “Mí Señor”, pero ¿Quién es ese “Mí Señor? Tiene múltiples rostros, desde la oprobiosa oligarquía hasta el empresario que apenas es fulanito, perdimos la identidad y aun, no nos percatamos hasta que ese “Mí Señor” sea el estado, el soldado, el policía, el torturador.

Hasta eso hemos llegado, y falta más, no soy pesimista sino un loco existencialista donde “Mí Señor” ahora lo es cualquiera, bueno, perico de los palotes al ser tocado por el hada Madrina deja de ser el burro y se convierte en “Mí Señor”.

Que sea Pancho Lara quien suba el volumen de esta música que es más una tragedia que una canción de dignidad donde debo humillarme ante otro para que me compre “Mi carbón”.

Soy carbonero que vengo de las cumbres, sí señor, con mi carboncito negro que vierte lumbre de amor. (Hay dos cumbres, la cumbre del poder y mi cumbre, dos mundos opuestos donde es siempre el pobre que baja a La Palma a vender las pacayas, granadillas, pesos de tomates, algunos güisquiles y apenas sube con algunos reales, de a poco alcanza y es un ritual que se repite cada sábado, mientras en la otra cumbre, aterrizan helicópteros, nadie puede entrar, nadie; caso puntual el de un no tan joven que es la oveja negra de una de las familias más acaudaladas, que aun, la seguridad de esta familia desarmaba a la seguridad de los Poma, así es el poder y esas familias son “Mis Señores” y desde que esta canción fue escrita, nada ha cambiado, ya no se vende carbón, son miles de productos que se ofrecen sin embargo es ese pobre que de fiado saca su ventecita para que le quede apenas la comida, nada ha cambiado, nada).

De las cumbres del Rosario, de otros pueblos y el volcán, bajo siempre solitario a venderles mi carbón. (Solitario, siempre solitario, esa es la vida y es ese pobre de “nación” que apenas vive, que nació pobre y morirá más pobre que en esa infinita rebusca es capaz de reír, antes que llorar).

Sí mi señor, es buen carbón. Cómprelo usted, de nacazcol y de chaperno y de copinol. Todo señor, es buen carbón.( Nuevamente aparece ese “Sí mi Señor” que golpea el alma, detesto que me llamen “patroncito” y menos “Señor”, es esa genética perversa de sumisión de mi parte y la grandilocuencia de “Mi Señor”; al final de la historia, nadie es más, nadie es menos, seremos nubes o carbones, no lo sé, pero lo único seguro que tengo es mi muerte, esa que me espera serena, tranquila, fuma y fuma mientras ricos y pobres, seremos cortados de un tajo y nivelados a la nada, se acabaron “Señores y vendedores de carbón).

Cuando vengo por los montes con mi carga de carbón, vengo enredando horizontes en mi largo trajinar. (¿Cuál es el horizonte de un pobre, de un vendedor de carbón? ¡Ninguno! Es ese trajinar de la vida que por más que deseemos escapar de nosotros, del país y de “Mis Señores” pero siempre me atrapa la tela de araña, me voy enredando en mis deudas, en mis insomnios, en mi presente que, no permite que se conjugue el futuro de la vida, todo es ayer, hambre, muerte, pobreza, sometimiento y ¿Qué hacemos ante un torturador que estrangula a un hombre inocente? ¡Callar! Y eso somos, conglomerados timoratos que nos preguntamos ¿Y qué puedo hacer? Mientras, hogares pobres lloran a su gente asesinada por un estado asesino donde “Mis Señores” de una u otra forma, también son asesinos).

Me cruzo por los vallados, donde gime el torogoz y cuando llego al mercado les pregono con mi voz. (Torogoz, ave equivocada de país, nadie te venera, nadie te respeta, zumban las pedradas para acabar contigo y llenar una barriga llorona, por eso, a ti sí debo decirte “Si mi pajarito, vuele lejos, vuele lejitos”. Gimes pájaro lindo como gime el migrante, el desaparecido, el asesinado en las cárceles, el personal de salud que no ha recibido el seguro de vida; la mayoría de tu pueblo gime en silencio, calladitos, encerrados).

Sí, mi señor, es buen carbón. Cómprelo usted, de nacazcol, y de chaperno y de copinol. Todo señor, es buen carbón. Sí, mi señor, es buen carbón. (Es esa voraz oligarquía que acabó con el chaperno y el copinol, todo porque los llamen “Sí mi Señor). Recuerdo lo sucedido en un retiro religioso (Ni eso me cambió) y le dice alguien al cura que “Su maestro le ha dicho tal cosa”, es el sacerdote quien pregunta ¿Quién es su maestro? Ella responde: “Mi maestro de yoga” a lo que el cura replica: Maestro solo hay uno (Y le agrego, Señor también).

*Médico salvadoreño

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