Para entender al Papa y al primer ministro Bennet de Israel

El Papa Francisco consagró a Rusia y Ucrania al Sagrado Corazón de la Virgen María, afirmó que “consagrarle, de modo particular, el pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que con afecto filial la veneran como Madre. No se trata de una fórmula mágica, no, no es eso; sino que se trata de un acto espiritual. Es el gesto de la plena confianza de los hijos que, en la tribulación de esta guerra cruel y esta guerra insensata que amenaza al mundo, recurren a la Madre”.

Por: Elio Masferrer Kan*

La gran prensa, más interesada en el curso de las hostilidades, prestó poca atención a este gesto destinado a la búsqueda de la paz, la reconciliación y el mutuo perdón para salir adelante del conflicto bélico. Es importante observar que el Papa no busca culpables, sino que por el contrario asume que la guerra es un fracaso compartido por todos. Simultáneamente se ofrece para negociar y dialogar con las fuerzas en conflicto, apersonándose espontáneamente en la Embajada de Rusia ante la Santa Sede.

El Papa sabe que un “cese el fuego” no soluciona el problema, hay más de 300 años de conflictos, amenazas, humillaciones y masacres entre los distintos actores de estos países multiétnicos y plurireligiosos. Ucrania tiene 76 etnias y 44 millones de habitantes, Rusia 185 etnias y 146 millones de habitantes, Bielorrusia 26 etnias y 9 millones y medio de habitantes. En los tres países hay cristianos ortodoxos, católicos de diferentes ritos, musulmanes de distintas tradiciones, religiones tradicionales y no creyentes.

El Patriarca Ortodoxo ruso Kiril se asume como jefe de una religión de estado y considera que es una “guerra justa”, Francisco se asume como un líder ecuménico y trata de mediar en el conflicto. Vitaly Vlasenco, líder evangélico de Rusia, prudente a la vez que concreto, “lamenta profundamente lo que mi país ha hecho con su reciente invasión militar a otro país soberano, Ucrania”.

Otro elemento que es un parteaguas es el papel de las diferentes etnias durante la Segunda Guerra Mundial y esto involucra y a la vez explica la política del Estado de Israel, quien en esta ocasión no acompañó la posición de los Estados Unidos, como es habitual. Se presentó como un interlocutor válido ante Putin, incorporándose con Turquía a los países que en forma discreta están mediando en el conflicto.

La explicación es sencilla, a la vez que dramática. Un millón y medio de judíos que vivían en el actual territorio, de lo que ahora es Ucrania, murieron en el Holocausto y los nacionalistas ucranianos, aliados con Hitler colaboraron activamente en la masacre, al igual que los nacionalistas extremos de Estonia, Lituania y Estonia, que ahora son reverenciados por sus estados como héroes nacionales, pese a las protestas israelíes. Polonia recientemente aprobó una ley que prohíbe mencionar la activa participación de los polacos en el Holocausto. Tony Blinklen, el secretario de Estado de Estados Unidos desciende de judíos polacos y su padrastro fue el único sobreviviente de 900 niños asesinado por los nazis.

Simultáneamente en el Cercano Oriente la influencia de Rusia sobre Siria para los israelíes es una cuestión de seguridad nacional y están interesados en el desarme nuclear de Irán, donde Rusia y Estados Unidos, entre otros, son los garantes de futuros acuerdos. Turquía es miembro de la OTAN, pero ve con suma desconfianza el apoyo que Estados Unidos da a los kurdos en Irak y Siria. Los kurdos son considerados terroristas en Turquía.

Israel por su parte está desarrollando una estrategia de relaciones diplomáticas con el mundo musulmán en el contexto de los Acuerdos de Abraham, tratando de aislar al fundamentalismo islámico, que es visto también como un problema para muchos gobiernos musulmanes, aislando diplomáticamente a Hamas en la Franja de Gaza. Acaba de reunirse en Tel Aviv con Bahréin, Emiratos Árabes Unidos y Marruecos.

Los países musulmanes petroleros, que a través de la OPEP hicieron acuerdos históricamente con Rusia en materia de precios del crudo y el gas están construyendo una estrategia propia que les permita, tanto seguir aislando a Irán, potencia chiita que impulsa movimientos políticos de oposición entre los de mayoría sunita y ven con desconfianza el involucramiento de Estados Unidos en el mercado energético. Lo más reciente es la destrucción de la más importante refinería de Arabia Saudita por los hutíes chiitas de Yemen.

Las guerras exhiben los intereses de los estados y las grandes corporaciones no tomando en cuenta el sufrimiento de los pueblos. Los líderes religiosos se mueven en la ambigüedad, no quieren conflictos con los estados, pero disputan su influencia entre los feligreses. Sólo nos queda esperar que pronto haya paz.

*Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

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