Sinodalidad Anglicana y el matrimonio gay: un acercamiento al caso mexicano

Recientemente se ha dado a conocer a través de las redes sociodigitales, que una mayoría de dos tercios del Sínodo de la Diócesis Anglicana del Sureste de México, donde participan la clerecía y una representación laical, ha resuelto promover ante el Sínodo Provincial de la Iglesia Anglicana de México, lo que en términos prácticos es el matrimonio gay en el ámbito religioso de esta denominación.

Por: Eduardo A. Carrasco Gómez*

Este camino ya fue recorrido por cuatro provincias de la Comunión Anglicana; a saber, la Iglesia Episcopal, con sede en los Estados Unidos, la Iglesia Anglicana de Canadá, la Iglesia Episcopal de Escocia y la Iglesia Episcopal Anglicana de Brasil, cuatro de más de cuarenta iglesias diferentes, y la cuatro han resultado divididas con su aprobación.

A partir de 2008, el trayecto de estas provincias de la Comunión Anglicana ha provocado la creación de la Conferencia Global del Futuro Anglicano (GAFCON en inglés), con un primer encuentro en Jerusalén, reuniendo a cerca de 300 obispos y más de mil líderes entre laicos y clérigos, para “proteger y proclamar la verdad bíblica a nivel mundial y brindar compañerismo a los anglicanos ortodoxos”.

Gafcon sostiene que “es un movimiento global dentro de la Comunión Anglicana que representa a la mayoría de los anglicanos”, retomando también la resolución sobre sexualidad humana, emitida en 1998 por la Conferencia de Lambeth, que reúne al episcopado anglicano de todo el mundo cada diez años y donde se “defiende la enseñanza bíblica sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer y la abstinencia antes del matrimonio, al tiempo que insta al cuidado pastoral de las personas que se sienten atraídas por personas del mismo sexo”.

Por su parte, en la provincia mexicana, el preámbulo de su constitución y cánones expresa que “la Iglesia Anglicana de México, antes llamada Iglesia Episcopal Mexicana, cuyo origen en los Estados Unidos Mexicanos se remonta a los años cincuenta del siglo XIX, conocida entonces como Iglesia de Jesús, es miembro constituyente de la Comunión Anglicana, una comunidad dentro de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, de aquellas Diócesis, Provincias e Iglesias regionales debidamente constituidas, en comunión con la sede de Canterbery (sic), que mantienen el Orden histórico y propagan la Fe de nuestro Señor Jesucristo, tal como se enseña en las Sagradas Escrituras, como la sostuvo la Iglesia Primitiva, como se encuentra resumida en los Credos, declarada por los primeros seis concilios generales, y expresada en el Libro de Oración Común”.

En este contexto es pertinente preguntarnos hacía donde se dirige esta iniciativa y qué resultados podría obtener; en el terreno de la especulación todo es posible, tanto su aceptación, como su rechazo, pero con qué consecuencias, independientemente del resultado, acaso la más probable sea la misma que en las otras provincias que han aprobado el matrimonio gay en el ámbito religioso, la división de la provincia respectiva; sin embargo estará por verse en la conducción que el Sínodo Provincial dé a la iniciativa.

En la sinodalidad anglicana la toma de decisiones incluye a la clerecía y a una representación del laicado; y una reforma como la propuesta implica la aprobación en dos sínodos provinciales, lo que implica también la deliberación en un período no menor de tres años, a partir de su primera deliberación formal (en este caso todavía sin fecha), siempre y cuando sea adoptada para su estudio en el primero de dos sínodos requeridos.

La corrección política, el influjo liberal de la cultura secular y el arrastre de las teologías del norte proponen la iniciativa desde una de las cinco diócesis del anglicanismo mexicano, empujando a una pequeña provincia que tiene grandes retos en el horizonte mediato y que basa su comprensión del cristianismo en lo que expresa el preámbulo de su constitución y cánones.

Con formas sinodales identificadas con la democracia representativa, la sinodalidad anglicana tiene grandes virtudes, pero también grandes retos, especialmente en la creación de las mayorías necesarias al momento de las votaciones y, si agregamos el influjo de la cultura partidista mexicana, todavía hay mucho por ver.

*Centro de Estudios Teológicos San Andrés – México

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